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Una Bohéme de escaso sentimiento

Puccini, en la reapertura del Colón

Escribe: Carlos Ure (ACMA)

Publicado en La Prensa 28 de Mayo de 2010

 

“ La Bohème ”, ópera en cuatro actos, con libro de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa, y música de Giacomo Puccini. Con Virginia Tola, Nicole Cabell, Marius Manea, Marco Caria, Denis Sedov, Omar Carrión, Leonardo Estévez, Ricardo Cassinelli y Fernando Grassi. Iluminación, vestuario, escenografía y “régie” de Hugo de Ana. Coro de Niños (Valdo Sciammarella), Coro (Antonio Domenighini) y Orquesta Estables del Teatro Colón (Stefano Ranzani). El miércoles 26, en el teatro Colón.

 

Puccini es, como se sabe, uno de los paradigmas del arte italiano en materia de sensibilidad comunicativa, visceral. Pocos creadores como el músico de Lucca, en efecto, fueron dueños de una potencia emocional de calibre tan penetrante, que supera incluso la reticencia del espectador más circunspecto y se erige además en arquetipo del genio sentimental, ciertamente único, del pueblo del Lacio.


A partir de esta plataforma, cabe afirmar entonces que en su bienvenida reapertura, el Colón ofreció el miércoles una versión de “ La Bohème ” que falló por sus cimientos porque transcurrió en un plano ascético, inexpresivo como denominador común, que no llegó a rozar en ningún momento las fibras del corazón de los espectadores. En síntesis: no hubo melancolía. Ni turbación anímica o melodramática.


Los cantantes
El cuadro vocal exhibió desde ya relativo interés, con excepción de Marco Caria (Marcello), novel barítono sardo de registro lozano y bien proyectado, y de la soprano californiana Nicole Cabell (Musetta), quien pese a alguna leve “caladura” en la escena del café “Momus”, acreditó de todos modos voz entera, aterciopelada, esbelta.


Denis Sedov (Colline) mostró por su lado un metal de bajo cantante destimbrado y algo hueco y Leonardo Estévez (Alcindoro, demasiado joven para su papel de vejete) y Ricardo Cassinelli (Parpignol) cumplieron con remarcable corrección, al tiempo que el rumano Marius Manea (Rodolfo), tenor a quien conocíamos de Europa, demostró ser un elemento de segundo orden, impropio del nivel del Colón, debido a su emisión apretada de diversas maneras y lo primario de su fraseo, inflexiones y legato.   


En cuanto a la soprano santafesina Virginia Tola (Mimì), corresponde decir que si bien su registro, oscuro, de elocuencia central, fue manejado con estimable línea y sentido de las gradaciones, su impostación asentada en un punto de los resonadores ubicado muy atrás la despoja de maleabilidad en lo que hace a posibilidades dramático-expresivas, lo que resultó particularmente notorio en  “Donde lieta uscì” y en ese conmovedor arioso que es “Sono andati?”. .

 
Concertación y puesta
Preparado, según trascendió, por Marcelo Ayub, el Coro Estable se oyó impetuoso, vibrante, mientras que el de Niños, que dirige Valdo Sciammarella, en un cometido difícil, pareció necesitado de mayores ensayos.


Bajo las órdenes de Stefano Ranzani, la Orquesta del coliseo de la calle Libertad sonó a su vez bella y atildada, a lo largo de una versión que resultó en verdad netamente despareja. Sin perjuicio de su gesto seguro y de sus énfasis, lo concreto es que la traducción del director milanés, de discreta matriz y escasamente acentuada rítmicamente, expuso algunos desajustes (segundo acto), una carencia total de esa sustancial, arrebatadora poesía pucciniana (la escena de ” la Barriera d’Enfer”) y una tónica antes que otra cosa wagneriana (el cuadro final).


En lo que hace a la producción (la escenografía, el vestuario, la iluminación y la “régie” corrieron por cuenta de Hugo de Ana), cabe afirmar que no lució para nada convincente. Con un manejo de luces irregular y un vestuario que no se destacó, el marco visual se observó decididamente feo en la buhardilla de los bohemios (un sucucho destartalado de maderas y cartones, con ostensible desventaja frente a nuestras actuales villas de emergencia). El tercer acto fue casi incomprensible (recordemos que se trataba de un importante boulevard de salida en plena ciudad de París), y el segundo, el de mayor impacto, confundió la trama y ubicación de los personajes principales debido a su abigarramiento.


Por otro lado, hubo un rimero de detalles que variaron la propuesta del compositor de manera negativa (entre muchos otros: el desencuentro entre cabareteros y trabajadores, el lumpenaje asignado a los bohemios, la evanescencia de Alcindoro al momento de pagar la cuenta). Nadie discute la labor de nuestro compatriota en el plano internacional; pero en ésta, su “rentrée” en nuestro medio, su ambigua propuesta no se manifestó de ninguna manera lograda.

 

Carlos Ernesto Ure (ACMA)