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La Sinfónica de Jerusalén en Buenos Aires

 

29 de Agosto de 2010

Teatro Avenida

Escribe: Héctor Coda

 

 

 

  Muy interesante resultó el sorpresivo debut de la Orquesta Sinfónica de Jerusalén en Buenos Aires, a fines de agosto, en medio de la gira sudamericana que realizó para festejar los 90 años de Keren Hayesod, con los auspicios de la Embajada de Israel,  que fue realizada a beneficio de los proyectos educativos de la institución mencionada, cuyas autoridades se hallaban presentes.

 

 El concierto, que se desarrolló en el Teatro Avenida de la capital federal, fue coincidente con la intensa temporada sinfónica de la capital argentina, a la sazón en uno de los puntos salientes de la temporada musical...

 

 Los ochenta y cinco músicos que componen la Sinfónica de Jerusalén, fundada en 1940 como Orquesta de la Radio de Israel, son en su mayoría inmigrantes procedentes de diferentes países. Todos ellos ostentan un elevado grado de profesionalismo y han sido dirigidos en su larga trayectoria por eminentes batutas, contando asimismo con la participación de destacados solistas internacionales.

 

  Los brillantes antecedentes de su actual director, Yeruham Scharovsky –argentino de origen- , quien educó inicialmente en Buenos Aires y emigró en los años setenta a Israel están avalados por su perfeccionamiento en la renombrada Academia Superior de Música Rubin de Jerusalem. El estreno nexo que ha establecido con los excelentes músicos que conduce dio óptimos resultados en el debut argentino. Si bien las condiciones acústicas de la sala no fueron las ideales para posibilitar una mejor apreciación de la calidad de la Sinfónica de Jerusalem, el rendimiento de la agrupación sinfónica fue claramente ostensible con el estreno de Flauta 3000 para Jerusalem (1995) de Shlomo Gronich, cuyo solista , el flautista Joam Buchman, cumplió una sobresaliente labor como virtuoso protagonista de esta alegoría musical simbólica de la milenaria historia del reino de David, que devino cuna de tres religiones sagradas. Los  cuatro movimientos de la obra sintetizan, asimismo,  el curso de una historia nutrida por un mosaico de culturas y estilos a las que dio fiel traducción musical.

 

  Dos obra emblemáticas de la música sinfónica darían cima a esta brillante presentación  de la Sinfónica de Jerusalem. Primeramente, la Obertura-fantasía Romeo y Julieta, de Tchaikovsky, inspirada en la tragedia de Shakespeare homónima, que admirablemente traducida por los músicos visitantes, con patéticos acentos y significativa intensidad romántica. La orquesta y su director exhibieron aquí su potencial flexibilidad expresiva, con amplios márgenes dinámicos e imaginativo fraseo. No menor fue el exhaustivo rendimiento y los rápidos reflejos de la orquesta en la Sinfonía Nº 9 (Del Nuevo Mundo), de Antonin Dvorak. La claridad expositiva de temas y desarrollos cíclicos, el eficaz rendimiento de cada sector instrumental, y la calidad musical de los solistas instrumentales dio acertada traducción a su creciente densidad orquestal, su riqueza sonora y evocativa, que  Yeruham Scharovsky condujo con mano maestra.

 

                                                                                                                  Héctor Coda