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Adecuada dupla

Escribe: Gustavo Gabriel Otero

Publicado en Mundoclasico.com el 19/10/2010

 

 

Buenos Aires, 12/10/2010. Teatro Colón

 

Alexander von Zemlinsky: Una tragedia florentina (Eine Florentinische Tragödie). Ópera en un acto. Libreto de Alexander von Zemlinsky basado en la traducción alemana de Max Meyerfeld de la obra de Oscar Wilde. Hans Hollmann, dirección escénica. Enrique Bordolini, escenografía e iluminación. Imme Móller, vestuario. James Johnson (Simone), Deanne Meek (Bianca), Evan Bowers (Guido Bardi).

 

Erich Wolfgang Korngold: Violanta. Ópera en un acto. Libreto de Hans Müller-Einigen. Hans Hollmann, dirección escénica. Enrique Bordolini, escenografía e iluminación. Imme Móller, vestuario. Wolfgang Schöne (Simone Trovai), Eiko Senda (Violanta), Evan Bowers (Alfonso), Enrique Folger (Giovanni Bracca), Mónica Philibert (Bice), Alejandra Malvino (Bárbara), Osvaldo Peroni (Matteo), Duilio Smiriglia y Norberto Marcos (Soldados), Marina Silva y Laura Domínguez (Muchachas). Orquesta y Coro Estable del Teatro Colón. Director del Coro: Peter Burian. Dirección musical: Stefan Lano

 

 

Tarea difícil para los programadores líricos la de unir en un mismo programa a óperas de corta duración. Todos conocemos la imbatible dupla verista conformada por Cavalleria Rusticana e I Pagliacci pero el repertorio da infinitas posibilidades de combinación para obras en un acto que apenas sobrepasan la hora de duración.

Recuperada desde la década del 70 del siglo XX la obra de Alexander von Zemlinsky lo habitual en el mundo es ofrecer en doble programa sus dos obras en un acto Eine Florentinische Tragödie (Una tragedia florentina) de 1917 con Der Zwerg (El enano) de1922.

Pero en este caso el Colón prefirió unir a la primera de las obras mencionadas de Zemlinsky con Violanta de Erich Korngold . La decisión resulta razonable tanto por el paralelo de su ambientación original, la Italia renacentista, como de su nudo dramático, un triángulo amoroso. A ello se puede sumar la relación personal de los autores (Korngold fue discípulo de Zemlinsky) y la cercanía de las estéticas así como de las fechas de composición y estreno.

Quizás se pueda encontrar otra vinculación entre los dos autores y es que al no ser atonalistas, ni dodecafonistas, la dogmática ‘vanguardia’ postbélica -con la habitual prepotencia erudita que poseen las autodenominados intelectuales ‘progresistas’- sufrieron la interdicción que pesó sobre todo lo que no adscribiera a los ‘istmos’ que ellos mismos defendían.

La retirada de las vanguardias históricas tuvo como feliz consecuencia el redescubrimiento de autores como Zemlinsky y Korngold y es excelente que el Teatro Colón -que ya ofreció recientemente El rey Candaules y La ciudad muerta- estrene localmente obras de estos y de otros compositores oportunamente olvidados.

 

 

 

 


© 2010 Violanta by Arnaldo Colombaroli. Gentileza del Teatro Colón de Buenos Aires


Las versiones


Stefan Lano, vinculado en la historia reciente del Colón a la audición de obras centroeuropeas de inicios del siglo XX, volvió a demostrar que es un director de orquesta prolijo y con conocimiento de ese repertorio. Su lectura fue adecuada y sólo cabría pedírsele mayor sutileza y volúmenes orquestales adecuados para una ópera en la cual se deben proyectar voces humanas.

La Orquesta Estable respondió de buena forma a la batuta del maestro y, aunque la empatía entre músicos y director es mutua y notable, ello no logró eliminar las consuetudinarias pifias de algunos de los sectores de la misma.

 



Enrique Bordolini ideó una planta escénica monumental y única para ambas obras. La ambientación fue deliberadamente imprecisa entre finales del siglo XIX y principios del XX y con pequeños detalles se marcaron los cambios entre Florencia y Venecia. Así por las ventanas su vislumbró el paisaje florentino en la obra de Zemlinsky y por las de Violanta la Piazza San Marco de Venecia. De alguna forma el diseño de vestuario y algunos elementos escénicos, como un teléfono y tres grandes lámparas eléctricas -que funcionaron de manera errática- marcaron una progresión temporal.

Con delicado diseño y buena factura el vestuario creado por Imme Möller, y correcta la iluminación de Bordolini con el punto más bajo en las pobres proyecciones de fuegos artificiales durante el carnaval veneciano.

La marcación escénica de Hans Hollmann resultó adecuada y rutinaria con tendencia al estatismo. Quizás resultó más creíble en la obra de Zemlinsky que en la de Korngold con la marcación de la protagonista que se asemejó más al melodrama italiano.


James Johnson, un habitual invitado de los teatros del mundo para el personaje del mercader Simone, fue realmente perfecto para dar todos los matices vocales que el rol necesita: inocencia, humillación, cinismo, prepotencia, fuerza e ironía. Simone es casi el protagónico absoluto de Una tragedia florentina y Johnson lo fue. A su lado Deanne Meek (Bianca) se mostró correcta y con poco caudal (quizás con un maestro que cuidara más el balance entre el foso y el escenario, su actuación vocal podría haber sido mejor).

Evan Bowers encarnó a los galanes de las dos historias: Guido Bardi en la de Zemlinsky y Alfonso en la de Korngold. En ambas lució seguro, musical y compenetrado.

 

 



Eiko Senda, con una caudal grande y bello, que no pudo ser tapado por los arrebatos sinfónicos del maestro Lano, se lució vocalmente en su papel de Violanta.

Con autoridad y buena línea de canto el Alfonso del Wolfgang Schöne, bien resueltos los roles menores por Enrique Folger (Giovanni Bracca) y Alejandra Malvino (Bárbara), y adecuados en sus brevísimas intervenciones Mónica Philibert (Bice), Osvaldo Peroni (Matteo), Duilio Smiriglia, Norberto Marcos Marina Silva y Laura Domínguez (soldados y muchachas).

La parte del Coro en Violanta es muy pequeña, pero de gran dificultad, y fue bien interpretada por el Coro Estable que dirige, ahora, Peter Burian.

En suma: dos obras interesantes en buena dupla y con adecuada interpretación.

 

 

Fotografias © 2010 Arnaldo Colombaroli. Gentileza del Teatro Colón de Buenos Aires