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TAN IRREGULAR COMO EN TODA LA TEMPORADA

 

 

Orquesta Filarmónica de Buenos Aires

Teatro Colón

21 de Octubre de 2010

Escribe:Donato Decina

 

 

Decimocuarto concierto del Abono a 18 a Cargo de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Director: Enrique Arturo Diemecke.

Solísta: Illya Kaler (Violín).

 

Programa:

Bax: "Tintagel".

Paganini: Concierto para Violín y Orquesta Nº 2 en Sí Menor Op. 7 "La Campanella".

Respighi: "Las Fuentes de Roma", "Los Pinos de Roma" (Poemas  Sinfónicos).

 

 

Si de algo se puede estar seguro en esta temporada de reapertura del Colón es de dos cosas. Una es que, dejando de lado el Gran Abono Bicentenario, que pagó con creces su contenido, el resto de la programación, a pesar de algunos nombres importantes que la integraron, ha sido muy despareja en su resultado final. La otra es como ha decaído el nivel del público, capaz de premiar la labor de un discreto solista como Illya Kaler y menos justificado aún, el final absolutamente pirotécnico que Diemecke pergeñó para las obras de Respighi.


Este contenido netamente italiano se había armado para un programa de Geografías Musicales.  Inicialmente, se pensó en la obertura de La Gazza Ladra  Rossiniana. Luego, se consideró la idea de reemplazarla por la de Guglielmo Tell, del mismo compositor. Incomprensiblemente y sin explicaciones de por medio, este último quedó como apertura del programa inglés y Tintagel, de Emanuel Bax, con el resto del programa italiano. Debería haberse dado alguna explicación acerca de ese cambio.


De todas maneras, el intensamente post- romántico poema tuvo la mejor interpretación oída en la velada. Tiene fuerza, ese remedo Wagneriano (se remonta a otra de las leyendas de Cornuailles, donde transcurre también la historia de Tristán e Isolda) y no tanta cargazón de "flema inglesa" tan típica en Elgar u otros compositores de la misma época. Buen desempeño de todo el conjunto.

 

Ya en el terreno de la música italiana, se ofreció una despareja lectura de la  Campanella. Illya Kaler es un instrumentista correcto, pero no un virtuoso; menos aún para un concierto como en este de tan endiablada escritura, que deja expuesto al solista. De su instrumento brotó un sonido áspero y por momentos, muy sucio. En el momento más famoso y a pesar del esmero que Diemecke puso para darle un marco correcto,  el divorcio entre el solista y el Glockenspiel que da fama a la melodía de Campanella fue notorio, De ahí que no se entienda la incomprensible ovación del público. Nos preguntamos si estará cambiando o estaremos soportando el snobismo de aquellos que quieren ir al Colón porque reabrió y sólo quieren ver los resultados de la restauración.  Kaler retribuyó con un movimiento de Sonata de violín de Bach, correctamente expuesto.

 

Para el final, Respighi. Quién sabe reconocer la grandeza de sus obras, sabe que Fuentes y Pinos de Roma son la tentación para cualquier director. Se las ofreció juntas y Diemecke pidió que no se aplaudiera hasta terminar. Las Fuentes encontraron una versión ajustada, sin fisuras, con muy buen desempeño, especialmente de los vientos, pero falta de mayor "vuelo poético". En Los Pinos el enfoque de Diemecke fue polémico. No compartimos los gestos cargados de grandilocuencia del Maestro Mexicano y menos aún, cuando se toman licencias que el compositor jamás pidió en la partitura. La innecesaria banda colocada en uno de los palcos para mostrarse dirigiendo hacia dos lados, apianar parte del ataque de la cuerda en Los Pinos de la Vía Appia, y un final más ampuloso que profundo, fueron una verdadera pena, una oportunidad perdida de lograr el máximo lucimiento de una gran obra.


Y así se vuelve al título del comentario: un ciclo muy irregular en el que se suceden las buenas versiones, solistas y directores y chaturas que nos eximen de otros comentarios.

 

                                                            
DONATO FABIAN DECINA