Falstaff: Muy buen cierre para una temporada despareja
El genio verdiano en una brillante versión
Falstaff , de Giuseppe Verdi
Teatro Colón
27 de Noviembre de 2010
Escribe: Graciela Morgenstern (ACMA)
Libreto: Arrigo Boito, basado en Las alegres comadres de Windsor y Enrique IV, de William Shakespeare ,
Elenco:
Alberto Mastromarino (Falstaff)
Elena Pankratova (Alice Ford)
Vladimir Chmelo (Ford)
Fabiola Masino (Nanetta)
Graciela Alperyn (Quickly)
Darío Schmunck (Fenton)
María Luján Mirabelli (Meg Page)
Carlos Natale (Dr Cajus)
Gabriel Renaud (Bardolfo)
Mario De Salvo (Pistola)
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Coro Estable del Teatro Colón. Dirección: Peter Burian
Coro de Niños del Teatro Colón. Dirección: César Bustamante
Orquesta Estable del Teatro Colón. Director: Marco Guidarini.
Régie, escenografía e iluminación: Roberto Oswald.
Vestuario: Aníbal Lápiz. Sala: Teatro Colón
Como cierre de la Temporada Lírica 2010, se presentó Falstaff, la última ópera compuesta por Verdi, ya casi en sus ochenta años. La genialidad de esta obra radica no sólo en el hecho de ser una comedia, sino básicamente en la manera en que trata el humor, sin una llegada directa a través del chiste fácil, sino por medio de la ironía y la sutileza literaria. También desde el punto de vista musical, esta obra es muy diferente al resto de las composiciones verdianas. Prácticamente desprovista de arias, hay abundancia de escenas de conjunto en las que las voces se amalgaman en ensambles difíciles de igualar.
El elenco estuvo encabezado por Alberto Mastromarino, gran protagonista no sólo en lo actoral sino también por la flexibilidad de su canto que le permitió ir de una voz plena a un pianissimo, pasando por una amplia paleta de diferentes colores vocales, hasta llegar al más leve tono, dando la intención precisa a cada frase. También sobresalió la Alice de la soprano rusa Elena Pankratova, con una voz imponente y de bello color, así como también sólida técnica. Sería interesante escucharla en algún otro rol. También el Ford de Vladimir Chmelo impactó por la rotundez sonora e histrionismo. Graciela Alperyn realizó una buena labor actoral como Mrs. Quickly, aunque algún sector de su registro grave se escuchó opaco. Tanto Fabiola Massino (Nannetta) como Darío Schmunk (Fenton) dieron el lirismo que la partitura marca para la pareja de enamorados. María Luján Mirabelli (Meg) se desempeñó con corrección. El resto del elenco realizó un buen trabajo en los roles comprimarios. El Coro Estable y el Coro de Niños cumplieron con sus intervenciones de manera eficaz.
La orquesta cumple un papel fundamental en esta obra y la Orquesta Estable, bajo la precisa batuta de Marco Guidarini, más allá de algún pequeño problema de afinación por parte de los violines, hacia el final, en general, cumplió con todos los requerimientos de la partitura.
La puesta en escena de Roberto Oswald y Aníbal Lápiz es revolucionaria. Con tanta abundancia de escenarios despojados en obras que no se prestan para eso y en el mejor de los casos, escenas libradas a la imaginación del público, cuando no contrarias al libreto, llega al límite la tolerancia del público ante tanta falta de creatividad. Esta es una producción revolucionaria porque es de las que los snobistas llamarían “tradicional”, fiel al libreto y al estilo del compositor, con un estudio minucioso de la época y de los personajes. La marcación, escenografía e iluminación de Oswald y el vestuario de Lápiz se ajustan a la obra shakespereana y la recrean casi de una manera fotográfica. “Ser fiel al libro y al estilo de una pieza no necesariamente es ser tradiciónal. Hay distintos puntos de mira que se cristalizan en distintos ángulos de tiempo y lugar y la interpretación cambia a pesar de que la obra sea la misma, ya que los arquetipos no necesitan ser recreados: ellos simplemente son,” dice Roberto Oswald. Con escenas muy bien logradas, especialmente la del tercer acto, completó un trabajo que realmente da lugar al disfrute. El público reaccionó de manera acorde y la temporada terminó con ovaciones.
Fotografias de A. Colombaroli y M. Parpagnoli