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Orquesta Sinfónica Municipal

Mar del Plata

12 de Mayo de 2012

Escribe: Eduardo Balestena

 

 

 

Orquesta Sinfónica Municipal

Director: Mario Benzecry

Solista: Jorge Smitt (Violín)

 

Programa:

- Benzecry: Colores del Sur

- Beethoven: Romanzas para violín Op 40 y Op 50

- Rimsky-Korsakov: Sheherazade

 

 

Folklore imaginario, clasicismo, color orquestal
El maestro Mario Benzecry dirigió a la Orquesta Sinfónica Municipal en su concierto del 19 de mayo, en el que actuó como solista en violín Jorge Smitt. Los resultados del concierto, con respecto a los del ensayo general en el cual no estaba completo el orgánico de la orquesta, habla de su  trabajo. Entre sus antecedentes cuenta el de haber sido ganador del concurso Dimitri Mitropoulos, siendo director asistente de la Filarmónica de Nueva York, así como otros importantes organismos sinfónicos, en el país y en el extranjero.


Colores de la Cruz del Sur, de Esteban Benzecry (compositor argentino residente en París) abrió el programa. Encargada  por Radio Francia y estrenada por la Orquesta de dicha radio, la obra contiene una rica formulación: utilizar células de la música folklórica –folklore imaginario- en un cuadro evocativo de aspectos precolombinos bajo la forma de un refinado y exigente trabajo en la orquesta que se vale en gran parte de la percusión, a la que expande en timbres y funciones distintos a los de la orquesta tradicional (como un platillo trotado con un arco de contrabajo). De este modo, el uso del gong en un medio aéreo y acuático le confiere sonoridades equivalentes a los glissandos de las cuerdas, o al frulatto de la flauta.  El uso de la baguala –con parte de los violines el pizzicatto- y del malambo,  en homenaje a Ginastera, es dado en el contexto de utilización libre de elementos folklóricos, y en este sentido recuerdan a La Valse de Ravel, o al Vals Triste de Sibelius: formas conocidas que aparecen no directamente sino evocadas y oídas como detrás de un lienzo. De este modo, sufren una suerte de torsión: ya no son formas puras sino que integran un contexto mayor que las utiliza y redescubre.


Centrada más en climas y pinturas que en un desarrollo tradicional tiene una concepción a la vez grupal del sonido –más que solos hay timbres repartidos en un conjunto- e individual, ya que requiere de una gran justeza en la sucesión de esos timbres y de los cambios rítmicos. Los timbres que requiere son muy netos y puros y es muy difícil de poder armar como conjunto homogéneo. Hubo una versión muy trabajada de tan interesante obra, capaz de poder plasmarla y hacer perceptible su rica formulación.

 

Romanza en sol mayor opus 40 y en fa mayor opus 50, para violín y orquesta de Beethoven:

Jorge Smitt forma parte de los primeros violines de la Orquesta Sinfónica es concertino en la de la Ópera de Mar del Plata; integra la Orquesta Municipal del Tango e formaciones como la Liga del Tango, el trío armónico y ha hecho –entre otras actividades- representaciones en España, invitado por el Ayuntamiento de Burgos y ha actuado en el ámbito de camarístico. Versatilidad, justeza, delicadeza en la frase, sentido de la musicalidad son cualidades que pudo mostrar en las romanzas para violín que requieren un sentido de la proporción, ya que se trata de elementos musicales trabajados a la manera de variaciones y las que la frase no debe perder identidad pese a metamorfosearse. Si en algunas obras, como se sostiene, Beethoven aplicó la proporción áurea debe ser en éstas, tan hechas en el clasicismo. No son tanto las notas a doble cuerda, señaló el intérprete, el desafío, sino el propio modo de enunciar la frase en un sentido maestoso y trabajarla de las maneras que piden las obras: distintos acentos, distintas intensidades, distintos modos de decir que abren y cierran con el mismo elemento musical. Quizás el carácter dulce y maestoso sea la opus 50. También el discurso orquestal se expresó en esa misma atmósfera donde el instrumento solista renuncia al virtuosismo a favor de la pura musicalidad. Técnica, sí, pero en una función muy precisa y acotada: la de hacerla invisible en pos de una textura que requiere naturalidad, flexibilidad y sutileza de fraseo.

 


Sheherazade, Suite sinfónica opus 35, de Rimsky-Korsakov:

El maestro Calderón definió al músico ruso como un “maestro en la transformación motívica” y eso se hace evidente en la construcción de esta obra, a partir del tema del sultán Shariar y el de Sheherazade que, expuesto en el violín (Pablo Albornoz) es el que verdaderamente vertebra la obra ya que, además de los elementos puramente musicales –el modo en que es elaborado en los movimientos- obra como introducción. Tal economía de elementos es posible por la maestría con la que están orquestados y combinados. Es una obra muy demandante, tanto en los solistas como en el resto de la orquesta. El último movimiento es el de mayores requerimientos, ya que está dado en una recapitulación sobre los temas, en un ritmo cada vez más frenético. Temas y motivos aparecen combinados en un tejido cerrado que exige una gran rapidez y precisión en los solistas. En este sentido, la dirección del maestro Benzecry fue muy clara –tanto en el enfoque como en las indicaciones de entradas e intensidades- y hubo un total ajuste en solos tan complejos como los de la flauta o el clarinete en el último movimiento.   


           

 

Eduardo Balestena

http://www.d944musicasinfonica.blogspot.com

 

 

Jorge Smitt