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Magnífica velada en la Soirées Musicales de La Bella Música


Excelente recital de Soledad de la Rosa

Hotel Sofitel

Salón Jean Mermoz

12 de Junio de 2012

Escribe: Graciela Morgenstern

 

 

Soledad de la Rosa (soprano)
Perla Wicky (piano)


Programa:

 

- Francis Poulenc: La courte paille: “Le sommeil”, “Quelle Aventure!”, “La reine de cœur”, “Ba, be, bi, bo, bu”, “Les anges musiciens”, “Le carafon”, “Lune d’Avril”

- Leonard Bernstein: I hate music: “My name is Barbara”, “Jupiter has seven moons”, “I hate music”, “A big Indian and a little Indian”, “I’m a person too”

- Arnold Schöenberg; Canciones de cabaret: “Galathea” (Frank Wedekind),  “Gigerlette” (Otto Julius Bierbaum), “Der genügsame Liebhaber” (Hugo Salus), “Einfältiges Lied” (Hugo Salus), “Mahnung” (Gustav Hochstetter), “Jedem das Seine” (Colly), “Arie aus dem Spiegel von Arcadien”  (Emanuel Schikaneder)

 


Las luces se atenuaron y tras los aplausos iniciales, la voz aterciopelada y suntuosa de Soledad de la Rosa flotó en el recinto. Como en un acto de fascinación, la concurrencia se dejó llevar por la belleza de su color vocal y una técnica impecable. Soledad de la Rosa, una de las mejores sopranos con que cuenta nuestro país, fue así desgranando, una a una, las canciones para niños de Francis Poulenc, dando a cada una la intención precisa. Poulenc (1899-1963) compuso unas 146 canciones. La courte paille fue su último ciclo y describe desde el punto de vista de madre e hijo,  historias divertidas y sorprendentes. Originariamente, fueron compuestas para que Denise Duval, intérprete central de las obras de Poulenc, las cantara a su hijo. Poulenc incluyó una gran variedad de figuras, tanto en las frases vocales  como en el acompañamiento, con gran extensión armónica, lo que las hace muy interesantes. Con un perfecto dominio del fiato, apianó su canto hasta llegar a un hilo cristalino en “Le sommeil”, algo difícil de lograr teniendo en cuenta el gran caudal de su material vocal. Lo mismo que en “Quelle Aventure!” y “Ba, be, bi, bo, bu”, donde debió afrontar un ritmo staccato y lució su buena articulación y musicalidad. Esta parte francesa del recital fue una muestra de delicadeza, refinamiento y buen gusto.


Concluído el primer tramo de este programa tan original como interesante, ya que se conformó de obras pocas veces escuchadas en salas de concierto, la soprano abordó  I hate music, de Leonard Bernstein, también integrada por canciones para niños. Una vez más, Soledad de la Rosa mostró su gracia, desarrollando una interesante línea expresiva dentro de este género poco habitual. I Hate Music!: A Cycle of Five Kid Songs está dedicado a Edys Merril, también artista, quien aparentemente, harto de escuchar a Bernstein entrenar cantantes constantemente, a menudo decía odiar la música.

 

Ya en la segunda parte, concluyendo el programa, la “Canciones de Cabaret”, de Arnold Schöenberg, en amplio contraste con lo escuchado anteriormente. Desde 1901 hasta 1903, el compositor estuvo en Berlín donde trabajó como músico y compositor de cabaret Quedó expuesta así, la enorme ductilidad de la artista que en un lapso no demasiado extenso, interpretó obras de carácter tan dispar, en tres idiomas diferentes.


Esa misma cualidad cabe también la pianista entrerriana,  Perla Wicky, que acompañó a Soledad, realizando una labor muy meritoria.


Los aplausos no se hicieron esperar y ante un público efusivo, la cantante regaló, fuera de programa, una magnífica interpretación de “Je te veux”, de Erik Satie, otro autor  que incursionó en el cabaret a comienzos del siglo XX  y que no sólo trabajó como pianista y realizó arreglos de canciones populares, sino que además creó aportes propios, algunos de los cuales fueron también integrados en obras escénicas como La Belle Excentrique. El mismo Satie rechazaría posteriormente su música para el cabaret, pero la influencia de ese trabajo en su particular lenguaje fue indiscutible. Notables son los ejemplos de “La diva de l’empire” y “Je te veux”.


Al finalizar, la sensación general fue de entera satisfacción. Un evento que verdaderamente, se disfrutó.

 

Soledad de la Rosa