"Un giorno di regno" y su estreno en Buenos Aires
Excelente versión de una obra chispeante
de Giuseppe Verdi
Teatro del Globo
M.T. de ALvear 1155
5 de Agosto de 2012
Escribe: Graciela Morgenstern
Fotos: Máximo Parpagnoli
Libreto: Felice Romani
Cavaliere di Belfiore: Ricardo Crampton
Barone di Kelbar: Fernando Grassi
Marchessa del Pogio: María José Dulín
Giuletta di Kelbar: Cecilia Layseca
Edoardo di Sanval: Leonardo Pastore
Signor La Rocca: Fernando Santiago
Conte Ivrea: Lucas Córdoba
Scudiere Delmonte: Alfredo Gonzálz Reig
Dirección Musical: Mastro Dante Ranieri
Dirección Escénica: Maestro Oscar Grassi
Escenografia: Daniel Feijóo
Coral Ensemble - Director: Profesor Gustavo Codina
Es de absoluta relevancia que se haya podido disfrutar Un giorno di regno, la segunda ópera compuesta por Giuseppe Verdi, en Buenos Aires. Esta ópera cómica, está basada en Le faux Stanislas de Alexandre de Vincent Pineu-Duval y está inspirada en un hecho histórico: la pérdida del trono del rey de Polonia Stanislaw Leszczynski y su reemplazo, en actos públicos, por el oficial Beaufleur, para poder retornar a su patria. Mientras Verdi la componía, acaeció la muerte de su esposa, Margarita Barezzi y sus dos pequeños hijos. A pesar de la congoja que este episodio le provocó, el compositor debía completar la obra para cumplir con el compromiso asumido con el empresario y editor. Fue finalmente estrenada en el Teatro Alla Scala de Milán, el 5 de septiembre de 1840 y fue un absoluto fracaso, por lo que sólo se dio una función.
      Fue una brillante idea la del  Ensamble Lírico Orquestal, de estrenar esta obra en Buenos Aires. La versión  ofrecida contó con un elenco homogéneo, una puesta brillante y una dirección  musical inteligente. El barítono Ricardo Crampton puso su voz bien timbrada y  de interesante caudal, al servicio del Cavaliere di Belfiore, dando prestancia  a un personaje que le demanda estar en el centro de la escena gran parte de la  obra. Crampton cumplió con ese cometido con holgura. Fernando Grassi en el rol del  Barón de Kelbar, mostró una vez más, su buena articulación, flexibilidad vocal  e idoneidad para los personajes bufos, tanto en el plano musical como en el  actoral. De la misma manera, el barítono-bajo Fernando Santiago reveló sus  dotes histriónicas y buenos recursos, canto seguro y expresivo.
      La soprano María José Dulin  compuso una Marchessa del Poggio comunicativa y graciosa. Posee una voz de  caudal importante y bello color, aunque deberá cuidar una tendencia al vibrato  excesivo que aún puede mantener bajo control. A su lado, la voz de Cecilia  Layseca como Giulietta, sonó fresca y juvenil. Si bien en algunas escenas su  canto no se proyectó bien hacia la sala, en otras dejó notas flotando en el  aire, de indudable belleza.
      El tenor Leonardo Pastore fue  Edoardo. Evidentemente bajo alguna afección, su registro medio se vio  disminuido y fue notorio el esfuerzo realizado para sobrellevar el papel. Sin duda  lo logró. Su elegante fraseo, los matices de su canto, las notas apianadas, el  manejo del fiato, recuerdan el estilo de Dante Ranieri, el mejor tenor  argentino en cuanto a manejo de la voz. Desde el punto de vista teatral, el  personaje no le da demasiadas oportunidades de lucimiento pero Pastore supo aprovechar  las que tenía. En tanto, Lucas Córdoba y Alfredo González Reig, como el Conte  Ivrea y el Scudiere Delmonte, respectivamente, cumplieron con su labor. El Coral  Ensamble, bajo la dirección del Prof. Gustavo Codina, realizó un trabajo  destacado.
      Párrafo aparte merece la  dirección musical del Maestro Dante Ranieri, no sólo por su chispeante batuta,  la sincronización perfecta entre foso y escenario, el hecho de que la orquesta “respira”  junto con el cantante, la interpretación de matices, sino también por su  versión de la obra, que la hace ágil y entretenida y al mismo tiempo, absolutamente  respetuosa del estilo del compositor.
      Excelente fue también, la régie  de Oscar Grassi, quien manejó espacios reducidos de manera eficaz, en una  versión ágil y divertida, con una puesta realista que no necesitó de artilugios  extravagantes, bajo el falso lema de la innovación. Tal vez lo más  revolucionario de esta puesta es que fue absolutamente respetuosa de época, lugar  y estilo. La escenografía de Daniel Feijóo fue simple pero efectiva, la iluminación  de Ernesto Bechara mostró fondos diáfanos y una ambientación cálida. El  vestuario, diseñado por Mariela Daga, contribuyó a la belleza general del  espectáculo. La única desventaja: muy pocas funciones. Pero en definitiva, un  acierto de Ensamble Lírico Orquestal y todos los que participaron.
Algo que no se puede dejar de ver.

