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Dejan Lazic en el ciclo del Mozarteum

Un extraño recital de piano

Lunes 6 de Mayo

Teatro Colón

 

Escribe: Carlos Ure

 

 

C.F.E. Bach: Fantasía en re mayor, Wq 117 Nº 14, La Boehmer, en re mayor, Wq 117 Nº 26

y Sonata en re menor, Wq 69; Britten: “Holiday Diary”, opus 5, suite para piano; D. Scarlatti: Sonatas en re menor K 9, en re mayor K 430, en mi mayor K 135 (L 224), en mi mayor K 380 (L 23), en do mayor K 420 (L s.2) y  en fa mayor K 82; Bartók: Seis danzas en ritmos búlgaros (Mikrokosmos, Libro VI, Nºs.  148-153), “Trauermarsch”, del poema sinfónico Kossuth BB 31 y Tres rondó sobre temas folklóricos eslovacos Dejan Lazic, piano. El lunes 6, en el teatro Colón

 

Resultó llamativamente original el recital que Dejan Lazic ofreció el lunes en el Colón, en el tercer concierto de abono de la temporada del Mozarteum. Porque por un lado el pianista croata reveló en su debut en nuestro medio sobresalientes cualidades técnicas e impetuosa tensión, agraciada digitación y óptima musicalidad (tocó toda la noche de memoria). Pero por otro, la singularidad del programa elegido, entre cuyos autores disímiles y entremezclados el artista visitante cree ver afinidades donde no las hay, al igual que sus enfoques conceptuales excesivamente subjetivos, dieron la impresión de que el músico tocaba en realidad para si, para su propio gusto y placer, como si estuviera en su casa, con total prescindencia de la existencia de un público por completo ajeno a estos intelectualizados devaneos. Es saludable no repetir trabajos trillados, pero también cabe reparar en que no debe someterse a la concurrencia a la escucha de piezas (una tras otra) traducidas durante toda la jornada con uniforme y reconcentrada aridez.

 

 Pianista certero

La velada tuvo comienzo con una serie de páginas de Carlos Felipe Emanuel Bach, el hijo de Juan Sebastián e indiscutido precursor de la sonata moderna, vertidas todas por el tecladista formado en Salzburgo con un sello de efusividad romántica totalmente impropio, esto es, transportadas estilísticamente a una época posterior. Ello sin perjuicio, por supuesto, de la mágica habilidad de Lazic para el desarrollo de las variaciones y también de su afiligranada pulsación, todo dentro de un contexto de imagen más bien mecanicista.

 

Luego, en “Holiday Dairy”, de Britten, fue notoria la falta de un hilo conductor, ya que su edición, al igual que la de las tres obras de Bartók, transcurrió entre las suavidades más etéreas y los fortes más violentos, esto es, con prescindencia de la rica gama de intensidades intermedias, lo que por supuesto, quebró la unidad de lo que debe ser, aun con sus claroscuros, un discurso enteramente unívoco en su integración estético-expositiva.

 

Scarlatti

En la segunda parte y además de los números del compositor húngaro en los que los “ostinati” más frenéticos se entrelazaron casi sin transición con los pianíssimos más suaves, todo con despliegues más bien aburridos por su constante reiteración contrastante, el instrumentista de Zagreb encaró seis Sonatas pertenecientes a Domenico Scarlatti (el hijo de Alessandro) y lo hizo con exquisita pulcritud y remarcable agilidad y diafanidad, mas con una dinámica sustancialmente confusa.

 

Velocísimo sin necesidad, maquinal, Lazic no se detuvo en estas piezas desplegadas con vivacidad en detalles de fraseo ni en matices (que no buscó para nada), por lo cual sus traducciones quedarán como un esquemático ejercicio, embellecido por la esbeltez del toque y ciertas recurrentes sonoridades tenues, evanescentes, propias de aquellos intérpretes que poseen un dominio superior de su instrumento. Se advirtieron bastantes claros en la sala, y esto, en definitiva, era (y fue) lógico.  

 

           Carlos Ernesto Ure