Con Calderón, el Coro Polifónico y la Sinfónica Nacional
      ESPLÉNDIDA  VERSIÓN DE LA MISA DE RÉQUIEM DE VERDI 
    
      Verdi: Misa de Réquiem. 
Soledad de la Rosa , soprano,
Cecilia Díaz, mezzo,
Darío Volonté, tenor,
Lucas Debevec-Mayer, bajo,
Coro Polifónico Nacional (Roberto Luvini) y Orquesta Sinfónica Nacional (Pedro Ignacio Calderón). El viernes 31, en el Auditorio de Belgrano (Cabildo y Virrey Loreto)
Más de una vez se cuestionó la Misa que Verdi escribió en homenaje a Alessandro Manzoni por su dramática vitalidad, alejada si se quiere de los cánones de la música religiosa. Bajo este prisma, cabe afirmar entonces que el enfoque que Pedro Ignacio Calderón le otorgó al Réquiem del autor de “Aída” (el viernes, en el Auditorio de Belgrano, con mucha gente que lamentablemente quedó afuera), pleno de vigor y de concisión expresiva, resultó, como punto de partida ciertamente válido.
      Ajuste y  solidez 
    Es que con  el valioso concurso de la Sinfónica y el Coro Polifónico Nacionales, el maestro  entrerriano concertó esta obra de singular elocuencia con magnífico ímpetu y  musicalidad y ademán preciso y enérgico, plasmando una versión rotunda,  espléndida por donde se la mire, realmente de muy alto nivel para nuestro  medio. 
    En esta  dirección, fueron notables el concepto unívoco del discurso por parte del  director, su seguro manejo de las dos grandes masas que participaron de la  velada, la rigurosa concentración plástica que imprimió a todo el magno fresco  verdiano y el impecable control de volúmenes, interrelaciones sonoras, acordes  conclusivos. 
    Por su  lado la agrupación orquestal respondió con incuestionable brillo, reflejado  entre otras cosas en la calidad de las filas de violines y cellos, una  percusión terminante, trompetas esmaltadas, contrabajos de justas acentuaciones,  y tal vez por sobre toda otra cosa, una disciplina individual y colectiva que  generó, por supuesto, frutos de óptimo rango. 
      Soberbio  coro 
      En el  elenco de solistas vocales, Cecilia Díaz lució un registro potente,  perfectamente armado, de imperativo color y Lucas Debevec-Mayer acreditó  convicción, volumen y especialmente, un timbre penetrante. Soledad de la Rosa  hizo oír a su vez un metal bonito, de acabado barniz y depurada proyección,  pero debe aplicarse, desde ya,  a mejorar su relación con el diapasón. En  cuanto a Darío Volonté, fue ostensible el deterioro general de su órgano  canoro. 
      Con  respecto al Coro Polifónico Nacional, cuyo titular es Roberto Luvini,  corresponde señalar sin rodeos que cumplió en la ocasión una de las faenas más  destacadas de los últimos tiempos. Poderoso en los fragmentos más intensos,  certero en las partes polifónicas, exquisito en las amalgamas globales de los  trozos de gradaciones intermedias, este gran organismo, sin duda junto con el  del Colón uno de los dos más importantes del país, deslumbró asimismo por su  asombrosa maleabilidad (actuó como si se tratara de un gran instrumento), y lo  que no es menor, exhibió un alma de conjunto de armoniosa, tocante hermosura en  fusiones y reverberaciones. 
      Puntos  negros 
      Los  miembros del Coro se presentaron vistiendo ropas deportivas o informales (sic),  en protesta por la falta de inclusión de algunos ítems salariales. Además, en  la función no se entregaron programas. Ningún programa. No se sabe porqué.                                                                                           
                                                                                        Carlos Ernesto Ure 

