Nabucco por Buenos Aires Lírica en el Avenida
Digno homenaje a Verdi
Tearo Avenida
Domingo 4 de Agosto de 2013
Escribe: Graciela Morgenstern
“Nabucco”, ópera en cuatro actos.
Libreto: Temistocle Solera.
Música: Giuseppe Verdi.
Direccion musical: Javier Logioia Orbe.
Dirección coral: Juan Casasbellas.
Puesta en escena:Marcelo Perusso.
Coro Buenos Aires Lirica y Orquesta.
Cantantes:
Nabucco: Lisandro Guinis
Ismaele: Santiago Burgi
Zaccaria: Hernán Iturralde
Abigaille: Mónica Ferracani
Fenena: María Luisa Merino
Sacerdote: Walter Schwarz
Abdallo: Darío Leoncini
Anna: Laura Polverini
    Nabucco, la tercer ópera que  Giuseppe Verdi compuso, fue estrenada con éxito en el Teatro Alla Scala, el 9  de marzo de 1842. Su nombre original era Nabucodonosor e inmediatamente,  se la asoció con la situación política italiana, equiparando la opresión que  sufría el pueblo hebreo bajo el dominio de los babilonios, con la de los  milaneses bajo la dominación austríaca, en 1842. Así fue como se  tomó el coro Va pensiero, sull’ali dorate como emblema, siendo todavía hoy, considerado por los italianos como un himno  nacional.
Fue una decisión más que adecuada la de Buenos Aires Lírica de ofrecer este título para celebrar el bicentenario verdiano. La versión contó con un muy buen elenco, de óptima calidad interpretativa y homogeneidad. Pilar fundamental fue el coro, al que Verdi otorgó el mismo protagonismo que a los solistas. Bajo la dirección de Juan Casasbellas, cantó de manera precisa y con los matices justos en cada una de sus intervenciones.
      Mónica Ferracani impactó como Abigaille, con un canto  seguro, sorteando las muchas dificultades que la partitura le exige, con gran  presencia escénica y dramatismo. Como era de esperar, fue ovacionada y no era  para menos. Es una de las pocas sopranos de nuestro medio que puede asumir este  tipo de roles, absolutamente demandantes y que requieren un registro amplio,  peso vocal y caudal sonoro. Lisandro Guinis en el papel protagónico, exhibió  buenas dotes actorales así como también canto franco y estilo. Fue un Nabucco  convincente. De la misma manera, se lució el bajo-barítono Hernán Iturralde  como Zaccaria. Dio realce al personaje, tanto en el plano vocal como en el  interpretativo y se constituyó en una de las mejores actuaciones de la noche.  La mezzosoprano chilena María Luisa Merino contribuyó también a la eficacia  general del espectáculo, aportando su bello color vocal al rol de Fenena. El  tenor Santiago Bürgi sonó seguro como Ismaele, si bien sería deseable un mayor peso  vocal para este personaje. El elenco solista se completó con las muy buenas  actuaciones de Laura  Polverini (Anna), Darío Leoncini, como un viejo oficial, y el bajo Walter  Schwarz (Gran Sacerdote de Baal).
      La  producción escénica de Marcelo Perusso, también a cargo del diseño de la  escenografía y vestuario, resultó adecuada, con buena marcación para solistas y  masa coral.  También fue eficaz el diseño  de iluminación de  Rubén Conde.  Se trató de una puesta tradicional,  respetuosa del libreto, en términos generales. Sólo al momento del tan esperado Va pensiero, hubo dos digresiones. En  primer lugar, la proyección de diferentes imágenes de violencia y un cambio de  vestuario de los judíos a uno más actual. Ambas escenas quedaron desconectadas  de lo que se estaba desarrollando en el escenario hasta el momento. En segundo  lugar, se bisó de manera absolutamente innecesaria, el mencionado fragmento  coral, quebrando así la secuencia dramática. El coro fue muy aplaudido por la  óptima interpretación que los coreutas realizaron y por tratarse de un  fragmento muy conocido. Pero el público no pidió que se lo repitiera, ni está  indicado en la partitura. Fue una acción premeditada,  ya que se había insertado el texto en  italiano y castellano, en el programa de mano, con la intención de que la  concurrencia lo cantara también. A pesar de que se encendieron las luces de la  sala durante la repetición, el público no se dio por aludido y no se plegó a la  propuesta. Con esa salvedad, se notó una producción esmerada y laboriosa que  dio buenos resultados.
      La orquesta,  bajo la batuta de Javier Logioia Orbe, estuvo bien ensamblada y realizó una  interpretación precisa y dinámica. Realmente, fue esta una muy buena versión y  un digno homenaje al genio verdiano. Los entusiastas aplausos del final así lo  confirmaron.




