Una Versión de alto nivel
Teatro Avenida
Domingo 18 de Agosta de 2013
    escribe: Graciela Morgenstern
Libreto:Antonio Ghislanzoni
Música:Giuseppe Verdi.
Direccion orquestal: Ronaldo Rosa De Scalzo.
Direccion coral: Pablo Quinteros.
Coreografia:Luciana Prato.
Dirección escénica: Eduardo Casullo.
Escenografia Hugo Ciciro.
Cantantes: Haydeé Dabusti, Edineia Oliveira, Juan Carlos Vasallo, Enrique Gibert Mella, Maximiliano Michailovsky, Rebeca Nomberto, Pablo Gaetaentre otros.
Coro y Orquesta
Aída es una de las creaciones más espectaculares del genio verdiano. En su trama argumental, el amor, el patriotismo, los celos y la venganza se entremezclan en forma constante. Es una de las obras más conocidas y populares del repertorio operístico, lo que hace que sea muy difícil reponerla, ya que todo debe estar calculado a la perfección, para no decepcionar al público conocedor que seguramente, ha visto muchas versiones memorables y de las otras, de esta obra, siendo por lo tanto, inevitable, la comparación.
  Esta versión  presentada en el Teatro Avenida, como  homenaje a Giuseppe Verdi en el bicentenario de su nacimiento, al menos con su  segundo elenco, tuvo un alto nivel de jerarquía artística, basado  principalmente, en un elenco homogéneo, una dirección orquestal sumamente  cuidadosa y una puesta en escena inteligente.
  Con facilidad y seguridad en la  zona aguda y voz estentórea, Juan Carlos Vassallo presentó  un Radamés que sorteó las innumerables  dificultades que su parte presenta. Se manejó con fuerza dramática y ofreció  una buena versión de la difícil aria Celeste  Aída, clave del éxito de cualquier tenor que asuma ese personaje. En el rol  protagónico, Haydeé Dabusti confirmó una vez más, su vena verdiana. Aportó su  sólida línea de canto y su maestría en el uso del legato y el portamento para descollar en sus dos arias “Ritorna  Vincitor” y “O patria mia”. Tanto  su histrionismo como sus intervenciones vocales en dúos y concertantes fueron  de alta calidad, al nivel de cualquier cantante de las que se precian en los  escenarios internacionales.  La mezzo  brasilera Edineia Oliveira como Amneris, hija de faraón y rival de Aída,  fue muy aplaudida al concluir su gran cuadro  del último acto. Suplió alguna falta de caudal sonoro, con belleza vocal,  acabada técnica y gran entrega, sumada a la proyección de una fuerte  personalidad, que terminó por conquistar al público. Otro buen verdiano,  Enrique Gibert Mella, cantó su parte de Amonasro, rey etíope y padre de Aída,  con registro parejo en toda su extensión, dando personalidad y fuerza expresiva  al rol.  Maximiliano  Michailovsky   como Ramfis, exhibió una voz con graves muy interesantes, suficiente  caudal y actuación desenvuelta. En tanto que el Rey de Cristian de Marco aportó  una lucida actuación. Completaron el elenco de solistas, la sacerdotisa de  Rebeca Nomberto, de bello color vocal y el Mensajero de Pablo Gaeta, bien  encarado, con la resonancia necesaria en las notas graves.
  El Coro, bajo las órdenes de  Pablo Quinteros, cumplió una labor destacada, a pesar de algunos desajustes en  las entradas de la rama femenina durante la escena que transcurre en los  aposentos de Amneris. 
  Esta  versión, en la que se interpretó la obertura en su versión original, pocas  veces escuchada, contó además, con la batuta de Ronaldo Rosa De Scalzo, un  director con virtudes de concertador. La marcación de los tiempos fue precisa,  siempre mantuvo el equilibrio entre lo que sucedía en el foso y lo que acontecía  sobre el escenario y supo resaltar tanto los momentos de lirismo de la  partitura como aquellos de grandiosidad.
 
  Ya en el plano visual, Eduardo  Casullo a cargo de la puesta en escena, hizo un uso inteligente del espacio,  escaso para una ópera que requiere grandiosidad y la presencia de gran cantidad  de gente. Con una escenografía mínima, a cargo de Hugo Ciciro y la integración  de escenario y sala para las grandes escenas de conjunto, logró dar la  impresión de magnificencia, con un acertado movimiento de la masa coral y  figurantes. Más allá de algún detalle, como un exceso de escenas danzadas  innecesariamente, comenzando por la obertura o el hecho de que el Rey egipcio  estuviera ubicado en medio de los prisioneros etíopes, no empañaron una  producción que fue muy buena y creativa. La coreografía de Luciana Prato fue  correcta, ajustada al espacio existente. El adecuado vestuario completó el  cuadro visual.
  Calurosos aplausos de un público  entusiasmado frente a un muy buen espectáculo que vale la pena ver, cerraron la velada.



