En el Colón con Alessio Bax, en la temporada del Mozarteum
JOSHUA BELL Y UN RECITAL DE EXCELENCIA
Teatro Colón
Lunes 9 de Septiembre de 2013
Escribe: Carlos Ure (La Prensa)
Mozart: Sonata en sol mayor, K 301
Beethoven: Sonata Nº 9, en la mayor, opus 47, “Kreutzer”
Debussy: Sonata Nº 3, en sol menor
Grieg: Sonata Nº 3, en do menor, opus 45.
Joshua Bell, violín y Alessio Bax, piano.
Nacido hace cuarenta y cinco años en Bloomington, esta presentación de Joshua Bell en nuestro medio alcanzo otra vez contornos realmente magníficos, de superlativa calidad. Es que el violinista de Indiana, que el lunes actuó en el Colón en octava función de abono del Mozarteum Argentino, además de su reconocidas condiciones virtuosísticas, se encuentra a esta altura de su trayectoria, como lo demostró, en un punto ideal que conjuga la perfección técnica con una sensibilidad y una madurez estilística de notable hondura (como muestra de su continuo crecimiento, acaba de ser designado director titular de la célebre Academia de St. Martin in the Fields).
                       Kreutzer
          Con el    acompañamiento pulcro, infalible, del pianista italiano Alessio Bax, la    velada se inició con una amable Sonata de Mozart, perteneciente a la serie de    Mannheim, vertida por el dúo con gracia y elegancia y equilibrada serenidad. Sin    embargo, ya desde el comienzo se pudo advertir que ambos instrumentistas se    manejaban con una sincronización de absoluta uniformidad conceptual e    intuiciones musicales milimétricamente compartidas, lo que cobró mayor    evidencia en la Sonata a Kreutzer, pieza que adquirió amplia proyección con    la novela de Tolstoi (quien sugería que una pareja no podía escuchar el    trabajo beethoveniano sin sentir un estado de verdadero enardecimiento).
          En su    traducción, Bell puso de relieve estupenda seguridad y riqueza de matices,    notable flexibilidad de arco para el manejo de las gradaciones, esto es, del vasto    espectro de las intensidades sonoras, elocuencia, vibración y “mecanismo    descubierto” para encarar una partitura de enorme complejidad, ello sin    olvidar un fraseo casi alado y extraordinaria claridad de articulación aun en     pasajes ligados de vertiginosa velocidad    (el conclusivo “perpetuum mobile”).
            Debussy y Grieg
          En la segunda    parte de la sesión y siempre con el sostén firme y transparente de Bax, de    bellas figuraciones, Bell abordó la última Sonata, de Debussy, y lo hizo con lenguaje    de descarnado lirismo, pleno de plásticas modulaciones y melancólicas    pinceladas impresionistas, ello sin perjuicio de una expresividad profunda a    través de reconcentrados meandros melódicos y una suerte de patético    cromatismo.
          En el final,    en la Sonata Nº 3, de Grieg, esta genuina “criatura musical” estadounidense,    que acompaña su labor con un movimiento corporal permanente, enarboló un arco    pletórico de tensiones, “gruppetti”, trémolos, dobles cuerdas, “glissandi” y    particularmente escalas desplegadas con rapidísimo legato, que resultó estupendo    en su unidad discursiva. Si a ello se añade un arte inigualable para el tañido    de pianos y pianíssimos y la disolución del sonido (Bell produjo con infinita    delicadeza la menor cantidad de decibeles que puede percibir el oído humano),    comunicativa energía, fervor expresivo y también el recorrido de agudos y    sobreagudos con nitidez espléndida, de inmejorable tersura y sin la más    mínima rispidez, bien podrá computarse este recital entre los hechos que    deben ser recordados en nuestra temporada cultural.
            Carlos Ernesto Ure

