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Con la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires

 

 

Excelentes versiones de Prokofiev y Strauss

 

Teatro Colón de Buenos Aires

Miércoles 26 de Septiembre de 2013

 

Escribe: Eduardo Balestena

 

 

 

Orquesta Filarmónica de Buenos Aires
Director:  Enrique Arturo Diemecke
Solista:  Vadim Gluzman, violín


El violinista ruso Vadim Gluzman actuó como solista, con la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, dirigida por su titular, el maestro mexicano Arturo Enrique Diemecke en el concierto del 26 de septiembre en el Teatro Colón de Buenos Aires.


Concierto nro. 2 para violín y orquesta en sol menor, opus 93 de Serguei Prokofiev (1891-1953). Compuesto en 1935, luego de sus exitosas giras y al regreso a la Rusia stalinista, es la obra de un compositor consagrado cuya escritura toma motivos sencillos que expande en desarrollos a través de su rítmica, del juego de timbres y acentos, respetando un esquema armónico muy definido, en sonoridades netas y puras. Pero está muy lejos de agotarse en esta formulación intelectual ya que tal trama sonora contiene un gran potencial de musicalidad que los intérpretes deben saber desplegar. Sus desarrollos, que parecen claros y despojados, requieren exactitud, sentido del balance, la posibilidad de conferir a ese discurso ese sentido de expansión y justeza que constituyen su esencia. El segundo movimiento (Andante assai-Aellegreto-Andante assai), por ejemplo, tras la introducción de la cuerda y del motivo por el violín solista, luego de una entrada de las cuerdas, a un episodio contrapuntístico –con el motivo de las maderas- plantea tres elementos superpuestos (al parecer con distintas métricas), cuerdas, maderas, solista- y, con una sucesión en los instrumentos –luego serán las flautas- se prosigue en esta textura, compleja que parece simple y que es de una enorme y rica belleza.


Solista y orquesta desarrollaron con absoluta claridad esta textura. Particularmente en el tercer movimiento hubiera podido hacerse esa entrada inicial del violín con mayor fuerza y tanto en este como en el primero una mayor energía y un tempo más intenso hubieran permitido un planteo del contraste rítmico también de mayores relieves. En resumen: una versión más cerca de David Oistrakh que de Janine Janssen. Vadim Gluzman abordó con una claridad absoluta ese nutrido pasaje del final que cierra la obra casi repentinamente, sin coda.


Nacido en la ex Unión Soviética en 1973, Vadim Gluzman estudió en Israel y Estados Unidos y ha actuado tanto en Estados Unidos como en Europa. Dueño de  una enorme técnica, su sonido privilegia la claridad y el detalle antes que el espesor sonoro y el volumen. Como bis interpretó parte de la famosa chacona de Bach, momento en que también, y de modo diferente, destacaron sus dotes: la delicadeza en los matices y el sentido de exploración y descubrimiento que tiene esa obra tan impresionante como virtuosa. 
Lo mismo puede decirse de la orquesta, como ejemplo, es primera entrada de la cuerda luego de la primera exposición del violín solista resultó uno de los momentos más bellos de la performace.


Desde Italia (Aus italien) fantasía sinfónica op. 16 de Richard Strauss 1864-1949). El maestro Diemecke  señaló que esta obra, concebida por un Richard Strauss de escasos veintidós años capta la atmósfera italiana desde la luz y la impresión subjetiva. No es una sinfonía programática ni un poema sinfónico, tampoco algo solamente descriptivo. A la manera de un preludio se inicia con el movimiento Auf en la campagna (en la campaña). Su lenguaje propio ya está allí: el tratamiento dividido de una cuerda siempre tersa,  sus matices, así como los de un metal brillante y dúctil que se destaca, anuncia nuevos climas y presta un soporte armónico, los motivos que son desarrollados, cambian e introducen a otros en una línea melódica continua: es la orquesta en su conjunto lo que ya domina en esta obra muy temprana, tan distinta a las profundidades de Muerte y Transfiguración como a los ecos belicistas de Una vida de héroe). Es un tejido sonoro amplio,  en permanente cambio de intensidad, un discurrir de frases que demandan una gran sutileza de fraseo.


El último movimiento, una suerte de humorada a partir del desarrollo del tema  funiculí funiculá, que Strauss supuso anónimo (y que le acarreó un juicio por uso de ese material) rompe la sutileza de la concepción anterior.


Con una orquesta que plasmó perfectamente los matices de una obra pensada, precisamente, en función orquestal, el maestro Diemecke obtuvo una excelente versión de un trabajo que demanda sonoridades intensas pero que requiere, más que nada, la sutileza del fraseo y el matiz.       

 

 

Eduardo Balestena
http://www.d944musicasinfonica.blogspot.com