En el ciclo de Nuova Harmonia, con una pianista electrizante
Magnífico concierto de la Filarmónica de Hamburgo
Teatro Colón
Viernes 4 de Octube de 2013
Escribe: Carlos Ure
Wagner: Preludio al primer acto de “Lohengrin”;
Rachmaninoff: Concierto Nº 2 para piano y orquesta, en do menor, opus 18;
Brahms: Sinfonía Nº 1, en do menor, opus 68.
Hyung-Jung Lim, piano
Orquesta NDR Hamburg Symphonieorchester (Avro Volmer)
Lo primero que cabe puntualizar en orden al concierto que el viernes ofreció en el Colón la Sinfónica de la Radio de Hamburgo, es que el hecho de ejecutarse obras trilladas, de audición harto frecuente, no siempre es sinónimo de rutina, de comodidad, de falta de interés. Porque lo cierto es que integrada por creaciones bien conocidas de Wagner, de Rachmaninoff y de Brahms, la velada, perteneciente al ciclo de abono de Nuova Harmonia, alcanzó nivel musical superlativo y se constituyó decididamente en uno de los acontecimientos significativos de la temporada.
      Animal musical
      Conducida en su  momento por Klaus Tennstedt, Herbert Blomstedt y Christoph von Donhányi (quien  presidió su anterior visita a nuestro medio), la “NDR Hamburg  Symphonieorchester”, sin duda un organismo de muy alta calidad, fue conducido  en la ocasión por Arvo Volmer con autoridad y amplia solvencia. 
      La sesión se  inició con el Preludio al primer acto de “Lohengrin”, desplegado con exquisita  diafanidad en violines y violas (en pianíssimo), flautas atildadas, justeza  perfecta en la interrelación de planos y un desarrollo de progresiones y empastes  elaborado por el maestro estonio con autorizado criterio.
      A continuación,  el Segundo Concierto para piano y orquesta, de Rachmaninoff, vertido por la  agrupación con vigor y armoniosa elocuencia, permitió el lucimiento impar de  Hyun-Jung Lim, pianista coreana llamada sin duda a adquirir gran peso en el  plano internacional. Dueña de un temperamento enérgico, comunicativo sentido  rítmico y mecanismo infalible, se trata de una artista muy joven, de desempeño  electrizante. Verdadero “animal musical” en sus intuiciones y abordajes, debe  señalarse no obstante que su concepción de la célebre partitura del compositor  ruso, muy personal, pareció antes que otra cosa netamente antirromántica, enderezada  por sobre todo a una suerte de plasticidad efectista, cromático-percutiva, lo  que se tradujo en definitiva en un fraseo entrecortado, sin destellos expresivos  y sin hilván.
      Brahms
      En la segunda  sección de esta magnífica jornada, la Primera, de Brahms, fue objeto de una  ejecución de impactante vibración. En lo que hace a la orquesta, trombones y  trompas acampanados, “instrumentinos” de excelente categoría global, un contrafagot  de notas redondas y limpias y también timbales netos, de rotunda claridad y un  concertino de esmaltados diseños se sumaron a ataques colectivos precisos, todo  en el marco de un discurso prolijo y fogoso al mismo tiempo.
      Volmer condujo a  su vez esta pieza arquetípica del sinfonismo universal con ímpetu y equilibrio  (jamás hubo un desborde), fluidez de lenguaje, énfasis exactos y contrastes  manejados con atrayente melodismo. En síntesis: la suya fue una edición contundente,  que se ajustó a los cánones estilísticos, dinámicos y métricos propios de la  mejor tradición centro europea.  
Carlos Ernesto Ure

