Semana Musical Llao Llao
    Llao Llao
Bariloche
12 a 19 de Octubre de 2013
Escribe: Juan Carlos Montero
    La XX edición de Semana Musical Llao Llao, llevada a cabo en el gran salón Bustillo,  tuvo en la temporada  que acaba de  finalizar el valor agregado como en años anteriores de una numerosa asistencia  de publico residente en localidades vecinas, que puso en evidencia la realidad  de la semilla histórica del ciclo musical, que va mucho más allá de ser un  deleite para quienes pueden alojarse en el exclusivo hotel, trasformándose  en un acontecimiento cultural para toda la  comunidad y en especial para los jóvenes estudiantes que en toda la región,  constituyen una significativa mayoría. 
    Acaso, esta llamativa circunstancia  pudiera tener   relación con la historia misma del Camping Musical, situado oca  distancia del hotel,  y a la tradición de  su historial, con toda la carga que genera el conocer algunos nombres de su  pasado, como por ejemplo la significación de   Camerata Bariloche, una marca registrada de calidad.      Y hoy, como en años anteriores  el músico y a la vez empresario Martín  Nijensohn,  secundado por un  gentil grupo de copartícipes en el que se  destaca Marcelo Moscovich y todo un conjunto de asistentes, hicieron posible  que la música, en sus más altas expresiones, continúe resonando en el lugar con  el sano criterio de presentar programas conformados por obras fundamentales de  todas las épocas y estilos. 
    Pero este año, hubo un aporte artístico  de singular trascendencia; la presentación y uso de un piano de media cola  recientemente adquirido, ideal por su  magnifica sonoridad y maquinaria, con lo cual la afinación de los conjuntos  entre instrumentos de cuerdas y vientos, resultó siempre justa. Un tema vital  para los intérpretes, al quedar liberados de ese siempre preocupante detalle. Y  este detalle fue advertido en la primera propuesta, precisamente conformada con  dos quintetos con piano, el del compositor inglés Frank Bridge (1879-1941),  acaso el más trascendente creador británico de música íntima,  y el Nº 2 de Dvorak, partitura compleja y de  difícil lectura que tuvo en Dora Schwarzberg, Haoxing Liang, Nora Romanoff,  Jorge Andrés Bosso y Alexander Mogilevsky a excelentes ejecutantes.
    Otro momento de calidad y perfección se tuvo  con el Swiss Piano Trío, integrado  por Ángela Golubeva (violín), Sebastien Singer (violoncelo) y Martín Lucas  Staub (piano), quienes ofrecieron un valioso programa con páginas de Beethoven,  su trío denominado Ghost, y de  Mendelssohn su Op 66, sumando la curiosidad del estreno sudamericano de una  pieza de Martín Wettstein, nominada Alpentangomanía,  a la vez curiosa y polémica por el uso de giros al modo del inefable Astor  Piazzolla.
    Destacado fue el aporte del violinista y  director de orquesta Rafael Gintoli,  así  como sobrio conductor del conjunto de cuerdas Estación Buenos Aires que secundó al violinista de Rusia Erzhan  Kaulibaev, quien interpretó el Concierto en Re Menor de Mendelssohn con enorme  y  pasmosa seguridad técnica e  interpretativa. Un mago del arco, seguramente al modo de Paganini con todas sus  leyendas, ofreciendo páginas fuera de programa que electrizaron al público.
    El concierto había comenzado con el Andante para orquesta de cuerdas de Tchaikovsky y culminó con Las cuatro estaciones porteñas, de  Piazzolla en arreglos de Leonid Desyatnikov, que tuvo como solistas al artista  ruso y al sensible músico y virtuoso del arco que es Rafael Gíntoli. Con ellos  la composición (claro homenaje del autor al estilo italiano del pasado) fue  ofrecida con perfección y hondura expresiva. 
  
    No se deja de señalar la excelencia del  conjunto instrumental convocado por Semana Musical,  el cual estuvo conformado por profesionales  destacados de nuestras principales orquesta, como los músicos  Pablo Saraví (violín), Oscar Carnero  (contrabajo), D. Crespo (trompeta),   Gabriel La Rocca (fagot), Mariano Rey (clarinete), Pablo Fenoglio  (trombón), J. I. Ferreiros (en la variada percusión), todos ellos de seguro y  criterioso desempeño técnico y artístico.  
    
    Asimismo el esfuerzo de realización que  genera una obra tan polémica como La  historia del soldado de Stravinsky, ofrecida con la batuta de Andrés  Tolcachir al frente de un conjunto de muy eficientes instrumentistas y el  aporte en el relato hablado de Gabriel Centeno con clara dicción y mesura. Fue  formidable la intervención del   clarinetista Mariano Rey que ofreció en la primera parte de esa misma  noche, una antológica versión de la Rapsodia  para clarinete y piano de Debussy, y del violinista Pable Saraví,  igualmente impecable con la Sonata para  violín y piano del mismo renovador creador de la música francesa, sumándose  de un modo muy positivo el acertado criterio estilístico del pianista José Luis  Juri quien dejó escuchar delicadeza y mesura de intensidades.       
 
    En la noche siguiente tuvo lugar el  anunciado recital de violín con piano, a cargo del consagrado dúo de Francesca  Dego (violín) y Francesca Leonardi (piano), y con ellas  se pudo conocer mas a fondo el valor de  composiciones intimistas de Beethoven, es decir, la que se deben encasillar en  el rubro de sus partituras de cámara, pocas veces programadas en las salas de  conciertos, las sonatas Nº 2, Op 12 y la Nº 3, Op 30. Ambas intérpretes  reiteraron sus notables condiciones técnicas, así como la mutua comprensión y  unidad de criterio interpretativo. La segunda parte del programa estuvo  dedicada al sutil y diáfano estilo de la música de Francia, con los apellidos  ilustres de Poulenc, Fauré y Ravel. Un audaz y valioso contraste poco frecuente  en los ciclo de conciertos. Ante la perfección sonora del dúo, se produjo una  espontánea muestra de aprobación, cuyo entusiasmo generó varias obras fuera de  programa.     
    Pero fatalmente llegaron las dos últimas  jornadas; una de ellas audaz por la recreación de la música de Leonard  Bernstein para West side Story, en un  arreglo del pianista Alberto Favero con Marcelo Mayor en guitarra, Arturo  Puertas  contrabajo, y Francisco Marcelo  Cinalli batería, es decir;  un cuarteto  de jazz, con su criterio y manejo del tiempo en libertad, pero que resultó algo  acotado y sin la soltura de esa libertad de improvisación de los amantes del  jazz que tantas veces  se juntan e  improvisan hasta el infinito. Sin embargo,   sí hubo una realidad inapelable; el cuarteto en sus individualidades  dejaron en claro ser sensibles, entusiastas y fanáticos del arte del ritmo  perpetuo.
      La noche del triste final  fue sobria, gentil y valiosa por la  posibilidad de volver a escuchar al conjunto instrumental de Gintoli con su  violín y con las dos Francescas en el desarrollo de un programa con obras de  Francesco Saverio Geminiani, Ermanno Wolf-Ferrari y una joyita acaso algo  olvidada del Mendelssohn jovencito, su concierto para violín, piano y cuerdas  escrito por el talento con solo diecisiete años,  y acaso no valorado en su tiempo en su justa  dimensión. De todos modos,  y más allá de  cualquier tipo de análisis historiográfico, la composición resultó un deleite  para los asistentes  que se hicieron oír  con el estallido de su espontáneo aplauso. Todos los conciertos del ciclo, como en años  anteriores, merecieron  acertados, amenos  e instructivos comentarios sobre las obras y autores en cuanto a sus  características mas destacadas, de los amenos, eruditos y amables Nelson Castro  y Marcelo Arce”.
Juan Carlos Montero

