Un Concierto demasiado desparejo
El jueves 20 de Marzo de 2014
Teatro Colón
Escribe: Carlos Ure
Beethoven: Concierto Nº 5 para piano y orquesta, en mi bemol mayor, opus 73, “Emperador”; R.Strauss:”Till Eulenspiegel”, opus 28, y Suite de la ópera “El Caballero de la Rosa”, opus 59.
Leonid Kuzmin, piano
Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (Arturo Diemecke). El jueves 20, en el teatro Colón
En la segunda sesión de su serie de abono y siempre con gran cantidad de público, la Filarmónica de Buenos Aires protagonizó el jueves en el Colón una velada que llamó la atención debido a sus notorios desniveles.
      Inexpresividad
      En efecto; se oyó  inicialmente el Quinto y célebre Concierto para piano, de Beethoven (el  “Emperador”), en cuya traducción los factores negativos reconocieron variadas vertientes.  En primer lugar, la notoria falta de ensayos y de trabajo “ad hoc” de la  orquesta, trajeron como resultado una ejecución de acordes anchos, desajustes y  un sonido colectivo falto de mínima pulcritud. Además de ello, Arturo Diemecke,  como es habitual, sin batuta, condujo sin mayor convicción y con ostensibles  desencuentros conceptuales y de velocidad con el solista.
      Por su lado, el tecladista  Leonid Kuzmin elaboró una versión de este “concierto-marcial” apoyada  esencialmente en una suerte de juego de transparencias dialécticas, esto es, lineal,  desvaída, transformándolo en una pieza de contenidos alados, si se quiere “romántico-chopinianos”.  Ninguna duda cabe que el instrumentista bielorruso, pese a más de una nota  falsa, es dueño de sólida técnica, refinada digitación y fraseo y una pulsación  de atrayente flexibilidad. Pero su enfoque, sumado a irregularidades de “tempi”  y a la falta de temperamento, de vigor que demostró en esta ocasión,  opacaron por cierto su circunspecta labor, que  desde ya, no será recordada.
      Richard Strauss
      Sorprendentemente,  la jornada experimentó un vuelco radical en su segunda sección, en la que la  Filarmónica abordó dos espléndidos trabajos de Richard Strauss. Ahora si con las  pruebas previas necesarias (fue obvio), la agrupación se escuchó precisa en  ataques y en “tutti”, con mejor categoría sonora global y una articulación de  maleable dispositivo (se destacaron, vale la pena decirlo, el impecable concertino  Pablo Saraví, los cornos y trombones, y por momentos fue de muy grata filigrana  la cuerda alta). 
      En cuanto al  maestro mejicano, cabe afirmar que dirigió “Las Travesuras de Till” con plena  vitalidad colorística, y la suite-compendio de esa inigualable obra maestra que  es “El Caballero de la Rosa” con intensa musicalidad, excelente manejo de las  difíciles transiciones y un vuelo envolvente (en ocasiones excesivo en sus  énfasis), cargado de pasión.
      Acabado balance  de planos, esmaltada dinámica y atinadas gradaciones, contribuyeron en  definitiva a conformar un despliegue sinfónico vibrante, que con sus más y sus  menos, permitió el lucimiento cabal del organismo frente a partituras de tan  extrema complejidad. 
Carlos Ernesto Ure

