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Wagner en La Plata

 

Notable intensidad en “EL HOLANDÉS ERRANTE”

 

Sabado 19 de Abril de 2014

Teatro Argentino de La Plata

 

Escribe: Enrique Sirvén

 

 

“El Holandés Errante”, ópera romántica en tres actos.

Llibro y música de Richard Wagner.  

 

Con Héctor Guedes, Víctor Castells, Mónica Ferracani, Enrique Folger, Claudia Casasco y Patricio Oliveira.

Iluminación de Marcelo Cuervo

Eescenografía de Diego Méndez Casariego

Vestuario de Mónica Toschi

“régie” de Louis Désiré

 

Coro (Hernán Sánchez Arteaga)

Orquesta Estables del Teatro Argentino (Federico Víctor Sardella)

 

El sábado fue la última representación de El holandés errante. En esa ocasión, tuvimos la oportunidad de escuchar nuevamente las notables actuaciones de los solistas convocados por el Teatro Argentino. En el caso de Héctor Guedes, como protagonista a cargo de esa partitura temprana para un bajo-barítono, nos brindó una interpretación rica en matices psicológicos de un personaje como el de El holandés que adelanta al Wagner de la madurez. Destacada fue la labor de Mónica Ferracani, en el difícil personaje de Senta, arduo desde las exigencias vocales, un rol al que la soprano sirvió con creces y total entrega. En tanto que los personajes de Daland y Erik, que se inscriben mayormente en la transición (aquella que tiene que ver más con Carl María von Weber), lo cual no quiere decir que no sean muy atractivos –y difíciles al mismo tiempo–, sobre todo el de Erik, que el tenor Enrique Folger resolvió muy bien. Al parecer por lo que escuchamos, el bajo Víctor Castells, como Daland, no se encontraba en su mejor noche.


Un factor francamente positivo fue la labor del Coro Estable, particularmente sólido en la cuerda de los tenores por su afinación, potencia y calidad de sonido, y asimismo el empaste logrado por todos bajo la conducción de Hernán Sánchez Arteaga. La dirección musical de Federico Sardella fue muy eficaz y tuvo presencia desde la obertura, logrando de la Orquesta Estable un bello sonido de las cuerdas, particularmente tersos en la fila de los violines durante el pasaje de Daland.


Menos parejo resultó el interés suscitado por la puesta en escena de Louis Désirée, que deja un sabor a algo incompleto, y a esta altura remanido –también–, particularmente en el abuso de la metáfora del velo rojo. Desde el punto de vista del espacio, confinado a cubículos de los cuales se libera en la tercera parte con mejores resultados menos en el final, en donde no queda claro la decisión de Senta. El público premió la labor de todos con sostenida ovación final.

 

En síntesis, fue un verdadero placer reencontrarse con esta versión de la ópera de Wagner y volver al Teatro Argentino después de los conciertos notables ofrecidos desde la temporada de verano. La misma continuará, en cuanto a la ópera, con la representación de La italiana en Argel de Rossini.

 

 

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