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Con la Orquesta Sinfónica Municipal de Mar del Plata

 

Rolando Prusak, director y solista

Teatro Colón de Mar del Plata

Sábado 10 de mayo de 2014

 

Escribe: Eduardo Balestena

 

 

 

La Orquesta Sinfónica Municipal se presentó en su concierto del 10 de mayo en  el Teatro Colón; con la dirección y actuación solista en violín del maestro Rolando Prusak.


El programa se inició con la Obertura del Rapto del Serrallo, de Wolfgang Amadeus Mozart

 

Prosiguió con el Concierto nro. 1 en do mayor de Franz Joseph Haydn. Segunda obra de este programa, podemos pensar que la música del período propiamente clásico resulta más accesible –en la escucha y en la interpretación- por su carácter bello, amable y diáfano, y  que la división entre el conjunto orquestal y el solista hace a un grado de dificultad menor. Si armados de estos falsos preconceptos accedemos a un trabajo serio con este repertorio esta impresión inicial se romperá inmediatamente ante demandas muy concretas: por empezar la dinámica que las lleve no a una interpretación encajonada, siempre igual, sin relieves –precisamente la capaz de generar esos preconceptos- ya que requieren esos relieves todo el tiempo, junto a la pureza sonora, a la delicadeza de la articulación y al fraseo y la acentuación.


El concierto de Haydn –que en la versión de Joshua Bell incluye el cémbalo, que enriquece mucho la textura- es una obra de un virtuosismo elegante. Comienza con un tema danzante en la orquesta  que el instrumento solista re expone con un aire maestoso. Rolando Prusak tiene un sonido acorde: pleno, delicado, no incisivo, claro y una técnica que le permite abordar ya sea las figuraciones iniciales, como las cadencias o el demandante movimiento final con una fluidez absoluta. Lo demostró en el ensayo, al repasar exhaustivamente la entada de las cuerdas tras una de las intervenciones solistas para establecer claramente esa entrada, difícil de marcar cuando se esta interpretando de cara al público. La dirección de la orquesta e interpretación solista implica atender a estos detalles, acordarlos previamente con los solistas de cada sección, principalmente con el concertino y establecer referencias previas de manera clara.


Si algo requiere el fraseo es el sentido claro, enfático, como si cada articulación se precipitara hacia la siguiente con un sentido de improvisación, y en otros lugares, como el adagio central, que debe ser uno de los más bellos para el género, una sutileza extrema.


Formado con inicialmente con Ljerko Spiller hasta la obtención de su beca con la Menuhin Internacional Academy Gstaad, que le significó la formación con Alberto Lisy y Yehudi Menuhin, (con quienes tocó en numerosas oportunidades) que prosiguió luego con su formación en Alemania en su ya extensa carrera, Rolando Prusak mostró su dominio de la técnica, del lenguaje, del buen gusto en el trabajo con una orquesta que se mostró acorde a esa exigencia.

 


Sinfonía nro. 4, opus 60 de Beethoven
La segunda parte del programa estuvo dedicada a esta rica sinfonía perteneciente a las pares del catálogo beethoveniano, generalmente caracterizadas por la ausencia de tensión de las impares  y una concepción más cercana al puro clasismo.


Ello está muy lejos de connotar que, al menos en este caso, sus exigencias sean menores sino que se encuentran planteadas en otros aspectos: motivos que pasan de un instrumento solista a otro y a la cuerda y que deben estar dados en un sentido de continuidad que, en pasajes rápidos, requiere un gran sentido del conjunto, por ejemplo. Es muy clara la concepción de formular un clima en base a un elemento y con apenas un cambio transformarlo en algo diferente: diferencia, continuidad, matices, la dulzura de ciertos pasajes, como los extensos del clarinete en el segundo movimiento, hablan de un todo en permanente cambio que hace que los elementos sean poco predecibles. Es una obra muy rica en este sentido pero también muy exigente: en su relieve; articulaciones; dinámicas y  sentido de la proporción.


Pasajes muy breves en el conjunto son sin embargo difíciles de armar, marcar y ejecutar, como por ejemplo el rápido y prolongado stacatto del fagot y del clarinete en el cuarto movimiento (en el primer caso la doble lengüeta lo hace más ejecutable, en el otro la caña y la boquilla lo hacen prácticamente imposible, en ambos, la rapidez del pasaje los hace comprometidos: da la sensación de que existen  muchos lugares sí en una obra que resulta más de lo que parece). Ese Allegro ma non troppo final es ya muy exigente desde el propio comienzo, con ese acentuado pasaje de la cuerda. Fue muy claro todo este trabajo en el exhaustivo ensayo general en una obra que lució muy acabadamente interpretada.


El allegro vivace estuvo planteado más como un andante, pero estas cuestiones de enfoque y otros aspectos aislados no desmerecen una interpretación que permitió apreciar la riqueza de esta obra que Rolando Prusak abordó a fondo, con un conocimiento acabado de la partitura, lo que fue posible apreciar por su abordaje de ella o el modo en que fundamentó la marcación de determinados pasajes y su propuesta de repasar todo otro pasaje en el cual alguien no se sintiera seguro, ya que en música, postuló “la inseguridad luce como un error.”


Destacaron Mario Romano (clarinete); Mariano Cañón (oboe); Gerardo Gautin (fagot), Federico Gidoni (flauta).

 

 

RPrusak

 

 


Eduardo Balestena
http://www.d944musicasinfonica.blogspot.com