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“Réquiem para una monja” en el Colón

 

ESTRENO DE UNA OBRA LÍRICA DE AUTOR ARGENTINO

Teatro Colón

Martes 10 de Junio de 2014

 

Escribe: Diego Montero

Fotos: Arnaldo Colombaroli

 

 

“Réquiem”,  ópera en un prólogo y dos  actos, con libro de Matthew Jocelyn, y música de Oscar Strasnoy.

Con:

 - Jennifer Holloway

- Siphiwe McKenzie,

- James Johnson,

- Brett Polegato,

- Christian De Marco,

- Santiago Bürgi,

- Damián Ramírez

- Mario De Salvo.

Iluminación: de Enrique Bordolini,

Escenografía: Anick La Bissonière y Eric Oliver Lacroix,

Vestuario: Aníbal Lápiz

  “régie” de Matthew Jocelyn.

 

 Coro (Miguel Martínez) y Orquesta Estables del Teatro Colón (Christian Baldini).

 

 

 

Creemos importante aclara que “lo difícil” no está relacionado necesariamente con “lo bello”. Parece ya muy común la expresión “es una obra muy difícil” para darle a dicha obra un valor inmensurable e inalcanzable para nuestras mentes ignorantes e inferiores.

 

Réquiem es sin lugar a dudas una obra difícil pero también fea.

 

Su complejidad sonora; la dificultad técnicas para la ejecución de los instrumentos integrantes de la orquesta; el uso del coro a la manera griega (!!);el recurso de intercalar muy breves y de manera casi imperceptible sonoridades folclóricas (jazz, blues) o propias de la salmodia; el uso de instrumentos folclóricos y varios otros elementos que réquiem posee,solo demuestran que Oscar Strasnoy es un compositor más,de laboratorio. No hay en su obra un solo rasgo de inspiración y por ende carece de belleza.

 

Estructuras armónicas repetitivas, un libreto plagado de expresiones vulgares y soeces lejos de la poética que busca desarrollar dignas ideas con términos bellos, incoherencias en los diálogos, reacciones psicológicas inverosímiles y ridículas solo generan hartazgo y aburrimiento. El argumento se llena de confusión con pequeñas “frases célebres” para que alguien pueda asegurar que la obra es profunda. Referencias más que vagas y superfluas a ideas universales sobre “la verdad” o “la redención” o “la fe” o “Dios”, intentan inútilmente darle un poco de sentido a la obra. La falta de síntesis literaria y la pésima traducción del libreto profundizaron, si eso es realmente posible, la calidad de la obra.No existe ningún valor moral, ningún valor ético o estético y, menos que menos,ningún valor filosófico. Pero eso sí, es una obra que representa perfecta y fielmente a nuestros tiempos. Está a nuestra altura.

 

El siglo XXI parece que necesita crear cosas a toda costa. Y esas cosas tiene que ser originales. No importa si son bellas o no (ya esto nadie se lo cuestiona ni analiza), lo que importa es que sean originales. Siempre habrá algún erudito que aplaudirá ferviente y groseramente estas creaciones como tratando de demostrarnos que Monteverdi, Mozart, Wagner, Puccini oJanáček, por citar a uno pocos, fueron superados. Estas obras están condenadas a desaparecer con el tiempo porque no poseen ningún elemento trascendente, que en música solo se manifiesta en la melodía. Así nació y murió el dodecafonismo que el mismo Giorgio Ligetti tildó de “música horrible”. Son obras que no han sido inspiradas. Son el producto de la humana lógica y no del angélico amor.

 

 

 

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