El Festival Barenboim y un balance conclusivo
Escribe: Néstor Echevarría
Concluido el Festival Barenboim de música y reflexión en el Teatro Colón que, según lo anunciado, seguirá dos años más conformando un trienio de actividades en el teatro, cabe resaltar algunos aspectos del mismo a manera de balance, comenzando por destacar el hecho de que constituyó sin duda un referente importante de la actual temporada del primer coliseo.
    Su  convocatoria fue amplia,  las funciones  se fueron sucediendo con llenos completos de la sala, incluso con sillas  agregadas en el escenario en el caso del dúo de pianos Martha Argerich-Daniel Barenboim,  uno de los conciertos más atractivos por su naturaleza misma de reunir a dos  talentos compatriotas del teclado por primera  vez en el mismo escenario para una   actuación pianística.
      El  concierto de apertura  significó, además,  la reaparición de Argerich  con el  Concierto para piano y orquesta Nº 1 de  Beethoven en una ejecución de incuestionable jerarquía, demostrando como bien lo  señaló en estas páginas Carlos Ernesto Ure, que “a esta altura de su carrera  las cualidades que la hicieron famosa se mantienen tal cual.”
    También  merece un especial destaque la lograda versión del preludio, acto segundo y  muerte de amor de la ópera  wagneriana  “Tristán e Isolda” presentada  en forma  de concierto. Contó por supuesto con la West-Eastern Divan  Orchestra, integrada en su mayoría por  instrumentistas  jóvenes palestinos e israelíes,  en  un eficaz rendimiento en  la partitura de Wagner, con  homogeneidad y ajuste, y con  solistas vocales de incuestionable jerarquía  internacional. 
      La  soprano alemana Waltraud Meier en su retorno luego de tres decenios, y  debutantes del mismo origen tan sólidos como Peter Seiffert (tenor) y René Pape  (bajo) además de  la ascendente  mezzosoprano rusa Ekaterina Gubanova en su segunda visita, completando el  cuadro solista nuestro compatriota Gustavo López Manzitti. Todos en una excelente sincronía.
    El  ya mencionado dúo pianístico protagonizado por Argerich y Barenboim  creó sin duda un atractivo especial  justificado  y de atrayente nivel en un  escenario también repleto de público frente a los dos instrumentos, dispuestos  en una atípica posición paralela a elección de los propios tecladistas.
      Por  otra parte, el curioso programa humorístico, donde ambos intérpretes  se reunieron con otros reconocidos y  talentosos animadores del espectáculo como el conjunto Les Luthiers con  un programa dedicado a Stravinski y Saint-Saens,  se convirtió mayormente en un divertimento  con resoluciones propias de los intervinientes. 
    Ahora  bien, la reflexión a que alude el subtitulo del festival, también  llegó a   la escena con el diálogo del músico y el ex presidente español Felipe González   , impulsor de la iniciativa de crear la  orquesta. Centraron el motivo en el conflicto de la Franja de Gaza que tanto  involucra a israelíes y  palestinos en un  momento espinoso como el actual, ratificando   la esperanza por generar la paz.
  
      La  participación popular, con el concierto gratuito al aire libre en Puente Alsina  con una fuerte adhesión del público y las participaciones en  dos conciertos del Mozarteum Argentino en el  Colón, que incluyeron como novedad una obra de un compositor sirio y otra de un  israelí en primera audición, cerraron estas participaciones que sin duda  motivaron alto interés artístico e inquietud,  recordando las palabras de Barenboim  acerca  del incuestionable valor de la música que  “debería ser una parte orgánica de la  sociedad”.

