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La Novena, con Calderón y la Nacional en el Auditorio de Belgrano

 

ÚLTIMA RONDA DE UN CICLO ATRAYENTE

Auditorio de Belgrano

Viernes 8 de Agosto de 2014

 

Escribe: Carlos Ure

 

 

Beethoven: Sinfonía Nº 9, en re menor, opus 125, “Coral”.

Con Paula Almerares, Guadalupe Barrientos, Enrique Folger y Lucas Debevec Mayer.

Coro Polifónico (Roberto Luvini)

Orquesta Sinfónica Nacionales (Pedro Ignacio Calderón).

 

Mostró en verdad altos y bajos la clausura del ciclo integral de las Sinfonías de Beethoven, que la Nacional viene desarrollando desde hace varios meses con la batuta de Pedro Ignacio Calderón. La velada tuvo lugar el viernes en el Auditorio de Belgrano, con entradas agotadas, ante una sala que terminó aplaudiendo de pie, ocasión en la que tampoco hubo programas de mano (o casi no los hubo), ya que el Ministerio de Cultura, quizás por razones de economía, sólo alcanzó a imprimir muy pocos.

 

Revisión de las filas
Lo primero que cabe afirmar, frente a la exigente ejecución de la Novena, es que la Orquesta Sinfónica Nacional tiene que realizar sin más dilaciones una revisión (o llamado a concurso) en algunas de sus filas. No es el caso de entrar en detalles, pero en función de lo que se pudo comprobar en esta oportunidad, tanto las flautas como los oboes, fagotes, cornos y algún otro metal parecen necesitados de una urgente renovación o refuerzo.


No es ésta la situación de las cuerdas, ya que si bien los primeros y segundos violines podrían adquirir mayor tersura en algunos pasajes, los arcos graves (violas, violoncellos y contrabajos) local) se proyectaron con absoluta solvencia, abordando incluso con timbre sedoso y de homogénea calidad el célebre “adagio cantabile” del último movimiento.


El maestro y los solistas
Ello no obstante, cabe apuntar que el concierto resultó sin duda atrayente, no sólo debido a la envergadura de esta obra monumental (“un mensaje humanitario, de valores absolutos en el campo del espíritu”), sino también como consecuencia de la excelente labor desplegada por su concertador. En efecto; Pedro Ignacio Calderón condujo la enorme Sinfonía “Coral” con gesto siempre dominador, enérgico y seguro; su discurso encuadró en todo momento dentro de los cánones de la más pura tradición académica centroeuropea, y lució prestancia y exactitud. Nervio y tiempos justos, perfecta cuadratura dinámica y gradaciones impecablemente manejadas, fueron también otros rasgos de esta versión que no se caracterizó precisamente por su sesgo romántico, sino por su tensión y virilidad.
En el cuadro de cantantes solistas, el bajo Lucas Debevec Mayer mostró voz intensa y tonante y el tenor Enrique Folger acreditó registro recio y esmaltado; la soprano Paula Almerares abordó su comprometida parte con decisión y notas agradables, mientras que la mezzo Guadalupe Barrientos completó el cuarteto con incuestionable solidez.


El Coro Polifónico Nacional cumplió por su lado un cometido de primera línea. Preparado por Roberto Luvini, este gran organismo (en su especialidad, sin duda el primero del país) demostró vigor y belleza canora, ajuste, lozanía global, todo lo cual le sirvió para trasmitir con tocante convicción el penetrante mensaje de Schiller y de Beethoven: “todos los hombres se vuelven hermanos donde palpita la bella chispa divina de la alegría”.


Carlos Ernesto Ure