Con Buenos Aires Lírica en el Teatro Avenida
Don  Giovanni de Mozart
    
    
    Teatro  Avenida
Viernes 22 de Agosto de 2014
Escribe: Diego Montero
Elenco:
Nahuel Di Pierro (Don Giovanni),
Oriana Favaro (Doña Anna),
Santiago Bürgi (Don Ottavio),
Hernán Iturralde (El Comendador),
María Victoria Gaeta (Doña Elvira),
Iván García (Leporello),
Cecilia Pastawski (Zerlina),
Mariano Fernández Bustinza (Masetto).
Puesta en escena: Marcelo Lombardero.
Dirección musical: Pedro-Pablo Prudencio
La nueva puesta en escena de la ópera más emblemática de la historia del arte lírico tuvo como responsable en la faz musical al joven director chileno Pedro Pablo Prudencio. Su visión se posó en mantener tiempos rápidos y ágiles quitándole a la obra su hermosa musicalidad, salvo en algunos pasajes en donde se vio forzado a desacelerar la marcha por los propios cantantes que trataron de imponer tiempos más acordes al espíritu de la obra. Como al igual que su anterior presentación en el Wagnerfest, no logró que la sonoridad de la orquesta fuera pareja. Fue llamativo, durante toda la representación, que los músicos, especialmente el sector vientos de metal, no pudieran mantener acordes al unísono y en el mismo plano sonoro. Igual de llamativo fueron los desajustes y una inadmisible afinación.
      En cuanto al cuadro de cantantes ninguno de  ellos estuvo a la altura de los requerimientos mozartianos pero su desempeño  fue decoroso.
Sobre la faz visual:
Primera  reflexión:
      Es indudable que el nudo fundamental de la obra  gira en torno a las conquistas amorosas del protagonista. Sin embargo Mozart  deja ver con claridad que su personaje no es un vulgar sexópata. Su aguda crítica  social está dirigida a aquellos nobles que se consideraban dueños, amos y señores  de todo y de todos, y que lo manifestaban, entre otras maneras, “enamorando” a  todo tipo de mujer.
      Éste es el Don Giovanni de Mozart. Un semidiós.  Un ser que jamás viola la ley porque sus acciones “son la ley”. No existe  conciencia alguna más que la satisfacción de todos sus apetitos y, en lograr  esas satisfacciones, está su sentido de lo justo y bueno. Su actitud  “sobrehumana”; su conciencia de ser más que un simple mortal; su fina y vasta  educación y sus modos refinados y exquisitos, son las características que  generan el inmediato respeto y sumisión de quienes lo conocen. Todos se postran  involuntariamente ante su arrolladora personalidad reconociéndolo como “El  Señor”.
      Hasta aquí una rápida visión del original Don  Giovanni.
      La perspectiva de Marcelo Lombardero lo  presenta primero como un “pibe chorro”, un “rolinga” enmascarado de oscuro  cangurito, pendenciero y “fierita”. Finalmente como un desaforado cocainómano y  vulgar gánster al modo “Tony” Montana.
Por otro lado consideramos mejor no analizar el enfoque puesto sobre las mujeres, como tampoco la enorme cantidad de gestos y movimientos sexuales que van desde Zerlina masturbando a Massetto hasta Leporello tratando el falo Giovanninense como un chupetín.
Segunda  reflexión:
    La ópera está muerta, o por lo menos herida de  muerte. Y el mortal golpe fue asestado por el cine. Como entretenimiento, la  ópera no puede competir contra el dinamismo visual y los infinitos recursos que  el cine posee. Para fortalecer este argumento basta solo con comparar la  afluencia de público a uno u otro género en obras a estrenar, aunque las óperas  de “repertorio”, es decir aquellas que han logrado una gloriosa reputación, aún  pueden dar batalla en esta desigual contienda. Queda claro que “lo visual” es  el aspecto predominante al gusto del público de hoy. ¡Qué ironía!! En los  siglos anteriores se discutía si era más importante la música o la palabra. Hoy  ambos aspectos fueron directamente aplastados.
      En este sentido, en cuanto al aspecto visual,  la propuesta de Lombardero es sobresaliente. No recordamos ninguna presentación  anterior de la ópera Don Giovanni poseedora de tanta cantidad de detalles,  cambios escénicos, movimientos actorales, combinaciones lumínicas y efectos  especiales. Las ideas son claramente cinematográficas y la realización de esos  efectos, impecable.
Tercera  reflexión:
    Los humanos podemos desarrollar actividades de  dos naturalezas. Aquellas que requieren toda la potencia de nuestra  inteligencia y aquellas que requieren la voluptuosidad de nuestras pasiones. En  estas dos “facultades” navega diariamente el género humano y en esta dualidad  se define “lo clásico” y “lo barroco”.
Corolario:
    Fue un  espectáculo maravilloso para quienes quieran sumergirse en el vertiginoso mundo  de lo visual, colorido y barroco. Un constante devenir de “tomas” cinematográficas  ocurrentes, algunas divertidas pero también otras groseras y ordinarias; en  cambio fue un espectáculo paupérrimo para quienes buscan la trascendencia de la  belleza clásica.
Diego Montero

