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Con la Sinfónica Nacional y el autor, en el Auditorio de Belgrano

 

ATRAYENTE CONCIERTO DEDICADO A LUIS BACALOV

Auditorio de Belgrano

Viernes 29 de Agosto de 2101

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

 

 

 

Bacalov:

- Concerto grosso, para soprano, violín, clavicémbalo y cuerdas

- Salmos Nºs. 23 y 1, para solistas, coro y orquesta

- Concierto, para piano y orquesta

- “Seduction”  y “Libertango” (arreglo).

 

Luis Bacalov, piano, Luis Roggero, violín, Diana Lopszyc, clavicémbalo, Vanesa Thomas, soprano, Laura Domínguez, mezzo, Martín Caltabiano, barítono, Coro Polifónico Nacional (Roberto Luvini)  y Orquesta Sinfónica Nacional (José María Sciutto). El viernes 29, en el Auditorio de Belgrano

 

Lo primero que se debe tener en cuenta es que Luis Enrique Bacalov es un creador contemporáneo importante. Nacido hace ochenta y un años en nuestro país, donde estudió con Barenboim padre, instrumentista, director y compositor prolífico y polifacético, su recorrido, pleno de éxitos, se desarrolló fundamentalmente en Italia, donde se encuentra radicado hace añares. Especialista en la elaboración de bandas sonoras para películas, Lattuada, Fellini, Passolini, Scola, Wertmüller se contaron entre las luminarias con quienes colaboró (además de "Django", con Quentin Tarantino, entre muchísimas otras), pero el gran golpe de fama lo obtuvo en 1996, cuando le fue otorgado el "Oscar" de la Academia de Hollywood por la música de "Il Postino".


Bach y Piazzolla

El teatro Argentino, de La Plata, presentó en 2007 su ópera "Estaba la Madre", consagrada a las progenitoras de todas las víctimas del terrorismo de la década de 1970. La Sinfónica Nacional, por su lado, tanto en 2012 como en 2013 abordó la "Misa Tango" y otros trabajos de nuestro compatriota, y dedicó ahora su sesión del viernes a la exposición de algunas más de sus piezas.


Si bien el sello personal de Bacalov pareció a lo largo de la velada antes que otra cosa "ad usum delphini", lo cierto es que su dominio de la instrumentación es de primera y sus ideas resultan claras, al igual que el equilibrado manejo de la orquesta y unas conjugaciones armónicas siempre gratas. Se trata, en definitiva, de un autor de notable facilidad imaginativa, gobierno acabado de contenidos y formas, dotado casi de manera congénita con una prodigiosa facundia productiva.


La jornada de Belgrano se abrió con un Concerto Grosso (de la película "La Vittima Designata"), revisado en 2011, en el que se entremezclaron acordes piazzollianos o de "light-rock" con variaciones, imitaciones, cadencias y un continuo propios de Bach, todo con algunas resoluciones dulzonas. Luis Roggero encaró con absoluta agilidad y notas limpias y redondas la complicada parte solista del violín, y Diana Lopszyc se destacó aquí por la diafanidad y el intenso soporte rítmico de un clave excesivamente metálico.


Luego, dos Salmos inspirados en la Madre Teresa de Calcuta, de corte absolutamente diferente, resultaron tal vez las entregas más valiosas de la noche. Bien modelados en su estructura, plenos de fervor religioso, cálidos e insinuantes en sus expresivos despliegues melódicos, Vanesa Thomas, Martín Caltabiano y Laura Domínguez fueron los eficientes solistas vocales, al tiempo que el Coro Polifónico Nacional, preparado por Roberto Luvini, exhibió una vez más la belleza tocante e individual de sus cuerdas, su afinación y su relevante empaste global, técnica y canoramente impecable.


Lo nacional: el tango
La segunda sección del concierto, siempre conducido por José María Sciutto con precisión, seguridad y correctas acentuaciones, incluyó un arreglo de "Libertango", de Piazzolla, despojado de mayor interés, y también una página de lenguaje fino, agradable y delicado: "Seduction", del filme "Assassination Tango" (protagonista: Robert Duvall).


La traducción de mayor envergadura fue en esta parte el Concierto para piano y orquesta (2011), obra de perfiles netamente tangueros aunque manifiestamente irregular en sus alcances. En efecto; incisivo en sus síncopas y acordes, aunque de tendencia expresionista en muchos de sus giros a lo largo del primer movimiento, el segundo, vertido con una pulcritud expresiva y un cromatismo de exquisita sensibilidad por parte del propio autor en el teclado, es sin ir más lejos un soliloquio de profunda belleza, reflexivo, plagado de colorida plasticidad y sentimiento. El tiempo conclusivo, en cambio, más efectista que otra cosa, carece de trascendencia. En cuanto a la orquesta, en la que se destacaron el concertino Norberto García y el violista Gustavo Massun, su desempeño, sin entrar en detalles, fue correcto.