Madama Butterfly (elenco argentino)
Teatro Colón
Sábado 29 de Noviembre de 2014
Escribe: Eduardo Balestena
Madama Butterfly, ópera en tres actos
      Música: Giacomo Puccini
    Libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa
      Dirección musical: Ira Levin
      Elenco: Cio-Cio San, Mónica Ferracani (soprano);  Pinkerton, Enrique Folger (tenor); Suzuki, Alejandra Malvino (mezzo soprano);  Sharpless, Alejandro Meerapfel (barítono) y otros.
      Puesta: Hugo de Ana
      Orquesta y Coro Estables del Teatro Colón,
      Director de coro: Miguel Martínez
    
  
    Madama Butterfly cerró la temporada  lírica 2014 del Teatro Colón de Buenos Aires presentada en las distintas fechas,  entre el 25 de noviembre y el 2 de diciembre, con dos elencos. El 29 de  noviembre tuvo lugar una de las presentaciones del elenco argentino.
    Puccini hizo en  esta ópera del choque cultural y el amor no  correspondido el motor de una construcción dramática en el sentido más puro:  una acción progresiva donde ningún elemento está de más; una vez puesto en  movimiento el mecanismo dramático nada puede detenerlo. Tal concepción asume a  la música no como un acompañamiento sino como un elemento narrativo que se  imbrica con el canto. En el lenguaje orquestal los timbres confluyen en una  cuidada construcción armónica donde la orquesta siempre es un todo, acentuado  por distintas secciones según las necesidades dramáticas. Sólo hay timbres  puros con un fin específico. El rico elemento melódico es abierto y expansivo  en el primer acto y en parte del segundo, pero a medida que la acción va concentrándose  y acercándonos al desenlace Puccini se vale no de la  melodía sino de la frase musical, escueta,  referida a una acción puntual, en función de resolución narrativa y con  sonoridades graves y oscuras.
    Este lenguaje, tan expresivo como cambiante;  intenso y dulce como tensional y oscuro; tan delicado como tajante importa por  sí mismo exigencias de distinto orden: una de las mayores parece la de la  articulación de un fraseo que debe tener siempre continuidad aunque pase por  inflexiones y colores muy distintos, una capaz de llevarlo por diferentes  intensidades y alturas del registro sin perder el balance, el sentido del todo  y la sincronización entre los cantantes y una orquesta que casi siempre suena  con intensidad. 
    Es un lenguaje en el cual reside la  propia emotividad de la obra: las sensaciones, el carácter de la tragedia  siempre surgen de la claridad, la flexibilidad, la belleza de un discurso y  todo lo que nos hace sentir: la música de Puccini, siempre honda y humana, lo  es por su perfección formal y por cómo sean interpretados tantos matices y  relieves. En el final se produce una recapitulación de distintos motivos del  comienzo, cuando ya la realidad del drama es otra, lo cual plantea la sutileza  de la concepción musical.
      La  interpretación
    El de Cio-cio San constituye un gran  desafío para la cuerda de soprano: durante más de dos horas su presencia es  constante,  debe atravesar todas las  gradaciones posibles: de la fragilidad y la dulzura a la fortaleza y a la  decisión extrema de un papel dramático que implica un fraseo que, en lapsos muy  breves, la lleva por toda la amplitud de su registro en pasajes lentos y  rápidos, que requieren un absoluto control del fiato). Al final de tal esfuerzo  es cuando más pareciera exigirse a su resistencia y a la potencia de la voz.  Mónica Ferracani, de una extensa carrera en distintos roles del repertorio  operístico (de Glück a Wagner) desde lo lírico y lo actoral, compuso  acabadamente a este gran personaje en todas sus exigencias, en una versión  donde el sentido de la musicalidad prevaleció por sobre el puro volumen de las  voces. Le dio carnadura desde un acabado dominio técnico. Nunca fue desbordada  por las exigencias de un rol que supo plasmar del modo en que la obra lo  requiere. Un ejemplo es Un bel di vendremi: que la lleva desde pasajes  lentos en el registro medio a un rápido ascenso a los agudos en medio de un  tutti orquestal para luego bajar nuevamente.
    Enrique Folger, por su parte, compuso a  un Pinkerton cuya línea de canto debe moverse entre ese doble carácter de los  momentos de gran belleza de sus intervenciones en el primer acto (como el duo Vieni la sera, con Butterfly), por un  lado, y a su absoluto desdén hacia una cultura a la que subestima por el otro.  Mucho del mecanismo del drama parece vinculado a este doble carácter. En el  discurso musical las exigencias son también múltiples: dulzura e intensidad en  toda la amplitud de su registro (el dúo Addio, fiorito asil, con Sharpless es un ejemplo). 
    Alejandro Meerapfel confirió, desde una  eficacia actoral como la que tuvo en su versión de Cavalleria Rusticana en Mar  del Pata, a un Sharpless cuyo carácter es también dual: entre el rasgo  bondadoso y el engaño, cuyos matices son muy necesarios al drama (el duo Douvunque al mondo, con Pinkerton es una  muestra de ello). De la solidez de su cualidad vocal hablan no sólo esta  versión sino muchos otros de sus trabajos (Orfeo o la impactante Dialogo de  Carmelitas de Poulenc).
    Múltiples también son las exigencias del  papel de Suzuki, que Alejandra Malvino cumplió en un papel que le requiere  transitar con mucha intensidad el registro más grave de su tesitura  (¿Che giova?  ¿che giova? Y el extenso trio con Pinkerton y  Sharlpess del tercer acto). Gabriel Centeno compuso con toda eficacia al  siempre detestable personaje de Goro. 
    Muy lucida fue la labor del coro  estable. Al él le están confiados pasajes de los más  bellos, como el Coro a boca chiusa e inflexiones tan distintas como las que acompañan  a la aparición del Butterfy o del Tío Bonzo.
      La orquesta Estable que al inicio  exhibió carteles referidos a la situación laboral que motivaron el aplauso de  adhesión del público no llevó tal malestar a una interpretación siempre acorde  al relieve de una partitura que no permite desajustes.  
      La  puesta 
    Hugo de Ana abordó la puesta con un  sentido abstracto: en lugar de la clásica casa y la colina de la interpretación  realista dispuso tres espacios escénicos en forma de cubos, sobre el fondo de  un mar y de motivos que cambian, conjuntamente con tonalidades acordes con las  peripecias del drama. Logró momentos de gran originalidad y belleza, con  figuras estáticas en el escenario que constituían un verdadero cuadro  o momentos, como la proyección de La gran Ola del pintor Kanagawa, sobre  el cubo donde se encontraba Butterfly.
      Hubo varios aciertos teatrales en la  dinámica de la narración que diferenciaron esta puesta de otras.
    No obstante, incluyó elementos ajenos y  distractivos: unas figuras a la manera de guerreros, blandiendo unas tablillas,  que anunciaban la acción. También el tono caricaturesco del Príncipe Yamadori  resintió el carácter de ese personaje que pretende sinceramente a Cio-Cio San.
    Asimismo, el entreacto, entre el segundo  y tercer acto deparó proyecciones cuya congruencia con la acción es muy cuestionable:  en un momento previo al desencadenamiento del drama, ante la figura extática de  Buttefly tras un velo en el cubo central surgió la proyección –y el desfile por  el escenario- de variadas figuras que rompían ese ensimismamiento y que resultaban  ajenas al planteo sobrio y despojado de la escena, en una inútil sobrepresencia  de elementos.
    Una de las innovaciones eficaces fue la  de la escena de la muerte: si en las versiones habituales consiste en el simple  gesto de clavarse una daga, se optó por el harakiri –o más propiamente seppuku- en la  forma en que era llevado a cabo por las damas nobles (seccionándose la  carótida) valiéndose de un asistente, en este caso Suzuki y cumpliendo  determinados pasos que fueron reflejados fielmente en la escena.
      Musicalidad
      Si algo puede sintetizar a la  interpretación que dirigió el maestro Ira Levin es su musicalidad, entre los  personajes centrales, la orquesta y el coro, la articulación, una técnica en  función expresiva; no voces grandes peso sí voces protagónicas de perfecta  proyección y solidez capaces de llegar a un volumen adecuado en todas las  alternativas de roles que no podrían haber desempeñado sin un dominio técnico y  expresivo acabado y por sobre todo, capaces de plasmar una obra de tales  características.    
    
  
    
Eduardo Balestena
      http://www.d944musicasinfonica.blogspot.com
	

