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WERTHER


Abono Extraordinario
Teatro Colón

 

Escribe: Diego Montero

 Werther, de Jules Massenet
Elenco: Gustavo López Manzitti, Mickael Spadaccini , ClémentineMargaine, Anna Caterina Antonacci, Jacquelina Livieri, Oriana Favaro, Cem Beran Sertkayay, Hernán Iturralde y otros.
Coro de Niños del Teatro Colón. Director: César Bustamante
Dirección de escena, Iluminación, escenografía, vestuario y régie: Hugo De Ana.
Orquesta Estable del Teatro Colón. Director: Ira Levin

 

 Nuestra Opinión: REGULAR

 

Funciones: GA, 2º FE y ANN

 

El Teatro Colón de Buenos Aires comenzó su temporada 2015 con la puesta en escena de la ópera Werther de Jules Massenet basada en la creación del genial dramaturgo alemán Johann W von Goethe Las desventuras del joven Werther que marca la cúspide de uno de los errores más significativos de la humanidad que perdura nuestros tiempos y que es elemento esencial del romanticismo. Aquel que confunde el Amor con el enamoramiento. Mientras que el primero es el resultado de una acción pura de nuestra inteligencia, por eso se puede amar al enemigo, el segundo es una pasión desordenada de nuestros apetitos que desborda la voluntad y nubla la inteligencia hasta la locura.

 

Los libretistas Édouard Blau, Paul Milliet y Georges Hartmann adaptaron la famosa obra al género lírico, con altibajos, pero el refinamiento, buen gusto e inspiración de Massenet lograron que esta ópera llegara a ser considerada unánimemente como una de las más gratas de la historia del género.

 

El Teatro Colón contó con la dirección orquestal del también pianista y compositor norteamericano Ira Levin quien logró un óptimo rendimiento de la Orquesta Estable, traduciendo con elegancia los delicados momentos de la partitura pero sin el vuelo del estilo francés. Fue muy agradable escuchar al sector vientos de la orquesta, especialmente a las trompas que tienen momentos de gran dificultad técnica, y al saxo que dio una lección de fraseo y buen gusto. También fue delicada la intervención del coro de niños a cargo de César Bustamante.

 

En los roles protagónicos el primer elenco estuvo integrado por la prestigiosa mezzosoprano italiana Anna Caterina Antonacci como Charlotte, de irregular desempeño, con claras muestras de fatiga vocal y reemplazada en la última función de abono. (no es la primeara vez que la gestión García Caffi ha contratado a grandes artistas en su decadencia).


Sin embargo fue excelente el trabajo de la mezzosoprano Clémentine Margaine en el mismo personaje del segundo elenco y reemplazante de la última función. Poderosa voz, bello color tímbrico, refinada y conmovedora línea de canto, clara vocalidad y una presencia escénica convincente y hermosa como su figura.

 

El papel de Werther estuvo a cargo del tenor belga Mickael Spadaccini que cantó con buena resonancia en la zona grave y media del registro pero con dificultades en la zona aguda y con una particular “dureza” en la emisión para una obra de por sí cristalina.


El mismo personaje fue interpretado por Gustavo López Manzitti en el segundo elenco (quien sorpresivamente renunció a su compromiso con la institución Juventus Lyrica para cantar Andrea Chénier) con gratas condiciones para cantar esta ópera, que le permitieron acercarse más al estilo de la lírica francesa.

 

Exquisitas fueron las sopranos Jaquelina Livieri y Oriana Favaro en el rol de Sophie. Ambas con muy hermoso timbre, precisa afinación y ajustadas perfectamente al personaje por la belleza e inocencia en un rol nada fácil que requiere, aunque no lo parezca, del perfecto control de la técnica vocal.

 

Hernán Iturralde y Cem Beran Sertkaya no tuvieron dificultad para asumir el papel de Albert, y Alexander Vassiliev y Cristian de Marco mostraron soltura y movilidad en el personaje de Bailli.


Muy bueno fue el trabajo del barítono Fernando Grassi, heredero de una hermosa tradición familiar en el amor a la ópera, como Johann, al igual que los tenores Santiago Bürgi e Iván Maier como Schmidt.

 

El aspecto visual del espectáculo no fue una decepción al tratarse de Hugo De Ana como director de escena, diseño de escenografía, iluminación y vestuario, porque su agotado criterio estuvo en franca oposición al buen gusto, elegancia y delicadeza de Jules Massenet.


De Ana exageró el drama con una misma estructura metálica fija para todas las escenas, llena de paneles de vidrios que inexorablemente reflejaron las luces sobre los espectadores; con una preponderante y aburrida coloración gris mortecina; con constantes y absurdas distracciones visuales cuando se requiere concentración en la hipnótica música, y con el empecinamiento de transformar a la ópera en cine. Varios descuidos en los detalles como la aparición de Werther y de Albert con el mismo traje luego de tres meses (no así Charlotte), y algunos insólitos como la lluvia de “cartas”, que desde lejos se asemejaron a la salida de un equipo de fútbol, plagaron la escena. El desorden y la desprolijidad fueron las ideas protagónicas de otra paupérrima producción escénica de Hugo De Ana.

 

Por último creemos importante mencionar la poca afluencia de público en la segunda función extraordinaria producto, posiblemente, de la falta de una política cultura que incluya con precios populares a nuevos públicos.

 

Diego Montero