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La Orquesta  Filarmónica de Buenos Aires  en el  Teatro Colón.

 

Teatro Colón
Jueves 23  de abril de 2015

 

Escribe: Alejandro A. Domínguez Benavides

 

 

Orquesta  Filarmónica de Buenos Aires.

Programa:
- Tres piezas en estilo antiguo de Henryk Mikolaj Górecki.
- Concierto para flauta y orquesta de Aram Khachaturian.
- Concierto para orquesta de Witold Lutoslawski.
Direccion: Antoni Wit.
Solista: Claudio Barile (flauta)

Nuestra calificación: Muy Bueno.

 

La Orquesta Filarmónica de Buenos Aires dirigida por el maestro polaco Antoni Wit, ofreció un concierto de indudable jerarquía, sorteó las dificultades de partituras complejas con virtuosismo y solvencia y nos internó en un mundo musical donde los aires folklóricos eslavos adquieren un alto grado de estilización sinfónica.

 

El reconocido maestro polaco Antoni Wit es un apóstol de la música de su tierra. Con batuta firme, sobria y no exenta de elegancia, logró momentos de indudable belleza en la ejecución de Tres piezas en estilo antiguo de Henryk Mikolaj Górecki- uno de los mayores exponentes del estilo minimalista en Europa- recuerdo haber escuchado hace dos años la Sinfonía de las lamentaciones.

 

A diferencia de aquélla, demasiado extensa y pretensiosa, estas composiciones de ricas armonías, tienen ciertas reminiscencias del periodo de la polifonía medieval.  Puntual y brillante con ligereza y equilibrio, se interpretaron estas obras, bajo la escrupulosa y segura mano de Wit que con precisión minuciosa calibró  tempos y timbres, y logró que las experimentadas cuerdas de la Orquesta Filarmónica sobresalieran por la  expresión, por momentos enérgica y por sobre todo por una luminosa y cristalina musicalidad.


Esas características se encontraron en el concierto para flauta y orquesta de Aram Khachaturian que el flautista Claudio Barile logró transmitir con seguridad y solvencia desde el primer movimiento, Allegro con fermezza, donde desplegó  su energía. Barile encarno esa suerte de  lucha entre el solista y la orquesta en pleno. Sobresalieron los delicados pianísimos súbitos e imprimió de musicalidad los rápidos y a la vez nítidos pasajes de notas.

 

La cadencia, excelente, pudimos apreciar una exhibición de los tres registros de la flauta, que sonaron por igual. En definitiva, un primer tiempo caracterizado por la agresividad que le supo infundir al primer tema y la dulzura con la que interpreto el segundo, melancólico y lírico.

 

El solo de fagot con que comienza  el segundo movimiento, Andante sostenuto, fue interpretado a modo de recitativo con singular belleza. Y Barile, con sensibilidad,  brilló en esa especie de vals lento y de carácter marcadamente melancólico, estuvo muy bien acompañado por la orquesta y su director. El tercer y último movimiento, Allegro Vivace, interpretado con una gama de colores y alegría, marcando un acusado contraste con el precedente. Barile estuvo a la altura de las circunstancias y resolvió  con elegancia y soltura los pasajes más difíciles.


En la segunda parte, Antoni Wit, dirigió de memoria el complejo “Concierto para orquesta” de Witold Lutoslawski, obra escrita para una enorme orquesta, repleta de dificultades, por sus constantes cambios dinámicos, de carácter y tempo, lo que obliga al director a una férrea conducción, para darle unidad. Wit fue el director preciso, por su sólido conocimiento de la partitura, demostrado en sus gestos precisos, y en extremo sobrios.


Brillantes los bronces y la percusión, muy bien timbradas las maderas, mientras que las cuerdas mostraron ampliamente, el alto nivel que habían logrado en Las tres piezas de Górecki. El inicio fugado, en las cuerdas, con el solemne timbal, casi en ostinato, anticiparon la solidez musical del resto, impresionante fue el final del primer movimiento, casi esfumándose. Bellísimo es el inicio de la segunda parte “Capriccio notturno e ariso” en dinámica piano, que conduce al forte de la parte central, a estas alturas, la totalidad de la orquesta ya ha sido exigida casi al máximo de su capacidad. El genial final nos lleva al tercero, “Passacaglia, tocata e corale” que se inicia con hermoso y sugestivo pizzicato en los contrabajos, que es casi hipnótico, a ellos se suman las cuerdas graves, que se contrapone a una melodía del corno inglés, de allí una solemne y gran progresión dinámica que envuelve a toda la orquesta.

 

Sin lugar a dudas una gran noche para la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires por la ejecución, la dirección, y las obras elegidas.