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Con una puesta extravagante

 


MOZART EN EL TEATRO DEL LICEU, DE BARCELONA

Teatro Del Liceu

Miercoles 20 de Mayo de 2015

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

 

 

            Barcelona (especial)- Como nueva expresión del “teatro de régie”, que  Daniel Kehlmann denunció hace unos años en los Festivales de Salzburgo (“una mafia que en lugar de servir al universo de los autores, lo prostituye”), el Liceu estrenó el sábado una edición de “Così fan tutte” distinguida fundamentalmente por su estrafalaria “mise-en-scène”. Ubicada en la actualidad y situada en un hotel (?), la puesta del veneciano Damiano Michieletto incluyó, entre otras cosas, escenas de “karaoke”, un preservativo usado exhibido de manera notoria, travistió a Ferrando y Guglielmo en dos hawaianos-metrosexuales que terminaron cantando con desagradables aplicaciones de suero e hizo dormir juntas en la misma cama a las dos hermanas de Ferrara (?). Cabe añadir a ello una acumulación permanente de objetos y personas (aún en las arias que los protagonistas deben entonar a solas), secuencias teatrales confusas y una preponderante falta de gracia, para caracterizar este espectáculo tan decididamente original.


Los cantantes
En el palco escénico se destacó en primer lugar el tenor madrileño Joel Prieto (Ferrando), dueño de un registro muy terso y sin fisuras y de una línea estética de impecable escuela, mientras que la soprano alemana Juliane Banse (Fiordiligi) lució voz bella y bien colocada, graves débiles (“Come scoglio”) y cierta estrechez en algunos agudos. También acreditó atrayente color la mezzo navarra Maite Beaumont (Dorabella), que viene actuando en muchas salas importantes y posee un caudal poco expansivo pero penetrante, bien redondeado y manejado.


En los otros papeles, Sabina Puértolas (Despina) se condujo con mayor desenvoltura escénica que musical; el catalán Joan Martín-Royo (Guglielmo), cumplió con corrección y emisión franca, sin ir más lejos, y el barítono romano Pietro Spagnoli (Don Alfonso), estentóreo y de fraseo llamativamente ordinario, desplegó una labor por completo olvidable.


En el foso
Pese a sus breves intervenciones, llamó la atención la deslucida faena del coro de la casa, preparado por Conxita Garcia (recordemos que en su momento fue un organismo de excelencia, cuando tuvo a su frente a maestros tan vinculados con nuestro medio como Romano Gandolfi y Vittorio Sicuri, Andrés Máspero y José Luis Basso). En cuanto a la Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu (la directora artística de la compañía es Christina Scheppelmann), su quehacer puso en evidencia incuestionable falta de ensayos. En el podio y con énfasis sobreactuados estuvo Josip Pons, de pobre desempeño por su notorio desconocimiento del estilo y del fraseo mozartianos y sus tiempos velocísimos (en “Smanie implacabili” destruyó por ello prácticamente a la mezzo). “La sencillez y la verdad son los principios de la belleza en todas las manifestaciones del arte”, dice una leyenda colocada en el espléndido foyer del recinto de las ramblas.


Carlos Ernesto Ure

 

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