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"Quartett", ópera épica en un acto

Luca Francesconi - Texto y música.

 

Comentarios de Diego Montero

 

 

Uno de los tantos problemas que la humanidad padece en la actualidad es la falta de orientación y definiciones claras. En arte, este dilema también es un duro y difícil problema a resolver, y la crítica "especializada" no aporta luz que nos permita dejar de vivir en la incertidumbre.


Esta desorientación se manifiesta en la enorme cantidad de “frases célebres” que se han popularizado que generan, por ejemplo, la falsa idea de que en cuestiones artísticas, todo es relativo según la calidad del observador. Frases como “en gustos, no hay nada escrito” o “todo depende de con qué cristal se lo mire”, etc., no hacen más que generar más dudas e inseguridades a la hora de evaluar la belleza de una obra de arte.

 

Bello es todo aquello que nos llena de gozo por su sola existencia.

 

Este intento de definición podría ser el puntapié inicial para un muy rápido e incompleto análisis. Como primera medida podemos observar que la conciencia de la existencia de algo o alguien, se produce luego de un acto reflexivo y claramente inteligente; es decir que la inteligencia, con sus dos "herramientas", la intuición y la razón, es la encargada de analizar la realidad y "mostrarnos" que efectivamente algo o alguien existe. Solo a partir de esta instancia de la participación de la inteligencia, podemos llegar a conclusiones o profundizar el análisis.


Es entonces claro que en el gozo por la existencia de algo, participa directamente nuestra inteligencia y que ese gozo no es sensible. Es el producto de la inmensa dicha que nos genera el "descubrir" esa verdad; un éxtasis intelectual que satura de felicidad nuestra mente. No participan ninguna de las percepciones sensibles. Por lo menos, no a priori.

 

También hay una relación sumamente estrecha entre la Belleza y el Bien. Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que algo esencialmente bueno lo es también bello.

 

Partiendo entonces de estas dos premisas, nos preguntamos: ¿Hay algo de bueno en ver a una mujer masturbarse? ¿Hay algo de bueno en ver a dos personas practicar todo tipo de desviaciones y perversiones? ¿Hay algo de bueno en ver a dos seres humanos humillarse y destruirse mutuamente hasta el exterminio? Creemos que no. Y por esta razón nos atrevemos a decir que la obra Quartett de Luca Francesconi carece de belleza. Todo en ella es fealdad porque no hay ni un solo elemento bueno.
Toda esta caterva de manifestaciones pornográficas, viles y enfermas solo sirven para mostrar que el hombre es capaz de sobrepasar los niveles de la extrema animalidad, alterando el orden natural. Cosa que la humanidad sabe desde que el mundo es mundo.


Quartett es otro fraude de la vastísima producción del modernismo. La enorme lista de pseudo obras artísticas que la continuidad de las escuelas “modernas”, en franca extinción, nos siguen dejando, solo serán un vergonzoso recuerdo de una humanidad que se niega a aceptar que la Belleza y el Amor son, en el plano del Ser, lo mismo, y que esto es lo que las obras de arte bellas legan.

 

Ahora bien: Si analizamos, no la belleza trascendente sino la belleza aparente, entonces exclamaciones como “a mí me gustó la música” o “qué bien actuaron el acto sexual” o “me copó el vestido rojo” o “qué maravilla los sonidos que salían de todos lados”, tienen un valor relativo al gusto y sensibilidad del observador. Y en ese sentido no hay manera de llegar a un acuerdo porque cada individuo agota su especie y hay tantas percepciones subjetivas como hombres existentes. Desde esta plataforma, el libreto es incoherente, con oraciones inconexas y "conceptos" sin profundidad, con un sentido "esotérico" que sólo pueden darle aquellos que poseen una divagante imaginación, más producto de un capricho naif o el efecto de algún estimulante, que el de un verdadero acto reflexivo.

 

Una última reflexión:

Los recursos tecnológicos al igual que las diferentes técnicas de composición o de canto o de ejecución son de una misma categoría y están absolutamente subordinados a la esencia de una obra de arte. Esos recursos son barroquismo signado al olvido. Lo que queda; lo que perdura a través de los tiempos, son solo los valores eternos, es decir, los clásicos.


Para decirlo de un modo más fácil: Un cuadro realizado por un pintor de la más exquisita escuela, con los colores más ocurrentes y originales, con múltiples y variadas líneas delicadas y refinadas, con maravillosos efectos 3D, es un verdadero desperdicio si el objeto o motivo del cuadro es un inodoro. Indefectiblemente todo se va por el quartett.

 

Diego Montero