Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, abono 11
Teatro Colón de Buenos Aires,
Jueves 24 de septiembre de 2015
Escribe: Eduardo Balestena
Orquesta Filarmónica de Buenos Aires
      Director: Enrique Arturo Diemecke
      Solistas: Fernando Ciancio (trompeta y flugelhorn) y Angel  Frette (bombo)
    
La Orquesta Filarmónica de Buenos Aires desarrolló un ecléctico, extenso e interesante programa en su concierto de abono nro. 11 que incluyó dos estrenos, uno de ellos mundial.
      En la primera parte fue interpretada la Sinfonía nro. 83 en sol menor, de Franz Joseph  Hydn (1732-1809) cuya abundante literatura en el género (renglón aparte merecen  su grandes oratorios, que son un universo en sí mismos) no va en desmedro ni de  la inspiración, la variedad de elementos y su belleza melódica. Requiere un  timbre puro, claro, con inflexiones y colores, en una versión que, aunque no  fuera dada dentro de las técnicas de la interpretación histórica de la música,  mostró la exactitud, las gradaciones sonoras y las distintas formas que  alternan en su desarrollo.
    La siguiente obra, en estreno mundial,  fue Buenos Aires íntimo, casi secreto,  para trompeta, flugelhorn y orquesta) de Claudio Alsuyet (1957) destacado  compositor y docente, cuyas obras fueron interpretadas por importantes  orquestas y directores en distintas partes del mundo, como la    TCU Symphony Orquestra de Texas, La Orquesta Sinfónica  Nacional –entre muchas otras-, organismos que actuaron bajo la batuta de  directores como Pedro Ignacio Calderón; Michael Seal y muchos otros. Es  Coordinador del área de extensión y vice director del Instituto superior de  Arte del Teatro Colón y docente de Morfología y Análisis Musical de la Ópera.  Su labor compositiva es extensa y abarca una gran variedad de géneros y obras.
    Buenos Aires íntimo, casi secreto está  concebida dentro del sistema tonal como un trabajo de fusión entre formas del  jazz y del tango; sin referencias demasiado obvias al lenguaje de esos géneros  el resultado es un paisaje sonoro rico, particularmente en los efectos  orquestales: con un amplio y sutil manejo de la percusión, así como de efectos  en la cuerda, tales como el comienzo en contrabajos. En el movimiento central  el flugelhorn brinda un timbre más opaco y de mayor espesor sonoro que la  trompeta, con gradaciones de color e intensidad. Es acaso el momento más íntimo  de una obra cuya exploración de los sonidos de la trompeta hubiera podido ser  más amplia y sutil. El uso del instrumento solista está marcado por  intervenciones de intensidad, por pasajes rápidos –como los del tercer  movimiento- que se suceden en lapsos no muy extensos, separados por silencios,  que importan una pérdida en la continuidad del discurso instrumental. Cómo  hubieran sonado, en el movimiento evocativo “de quienes ya no están” (como  declara el compositor), tesituras como las de Miles Davies: despojamiento,  pureza, suavidad y sencillez de la línea sonora.
      Fernando Ciancio, solista y formador de  una extensa y destacada trayectoria, en el país   y en el exterior, formado en Francia y que ha intervenido con destacados  organismos, y participado en distintas giras por Japón, Estados Unidos e Islas  Canarias, tanto en prometa barroca como en otros repertorios exhibió el  carisma, la energía y la musicalidad que lo caracterizan.  
      En la segunda parte fue abordado el Concierto para bombo y orquesta  de Gabriel Prokofiev (1975). Utilizado con  funciones muy definidas en la orquesta, pese a las limitaciones como  instrumento solista, ofrece una amplia gama de sonidos y efectos que varían  según se lo percuta no sólo en el parche sino también en su estructura, por  diferentes elementos: distintas baquetas; dedos y uñas; un dedal; una pelota de  golf o angostos palillos unidos; o deslizársele una cuerda sobre el parche (el  rugido del león). Asimismo la sonoridad puede ser atenuada con toallas. Es  decir que este abanico de posibilidades reside en la posibilidad de distintos  efectos, ajenos (por su propia naturaleza) a un desarrollo melódico.
      Sin embargo, concurren dos elementos  más: el manejo rítmico de tan particular instrumento, y el de la orquesta. En  este último es posible apreciar las influencias de Ligeti y Stravinsky: en la  armonía, en el manejo del elemento rítmico y en la nutrida orquestación.
      Si bien las particularidades del  instrumento solista conllevan el riesgo de que su uso sea el de un muestrario  de efectos –como de algún modo sucede en el primer movimiento- en el siguiente  la intervención luce más a partir de la exactitud y de pasajes de estabilidad  rítmica. Percutido sólo con una pequeña baqueta y palillos, va estableciendo,  en esa regularidad, un clima poderoso y envolvente, centrado en su propio  movimiento, exteriorizado en una paleta orquestal intensa pero sutil.
      Angel Frette, que ha realizado estudios  en Nueva York es un muy reconocido en marimba, con una extensa carrera nacional  e internacional. Las demandas de la obra no residen solamente en la exhibición  del instrumento en sus efectos sino que parecen centrarse en la precisión,  gradación y diferentes intensidades de sus intervenciones y en como éstas se  imbrican con las de la orquesta. Es quizás en esto donde las posibilidades del  bombo como instrumento solista luzcan más y nos sirvan para cambiar un hábito  sonoro en donde le cabe una función muy diferente.    
      El programa concluyó con la Suite de El pájaro de fuego, (versión de  1919) de Igor Stravinsky (1882-1971). Obra de una singular riqueza, podemos  tomarla como una suerte de tributo a Rimsky Korsacov, maestro y mentor de  Stravinsky: la sutiliza extrema de una orquestación puesta en función  narrativa; los cambios (breves, sencillos e imaginativos) de un motivo a otro y  de un clima a otro así como la transformación motívica que la sucesión de  dichos motivos sea diversa y a la vez tenga unidad.
      La reducción del enormemente rico y  excelentemente articulado material del ballet va en detrimento de esa riqueza,  no obstante que permite apreciar los momentos más significativos (Erico Stern  sostuvo en una oportunidad, en sus programas radiales previos a los conciertos  de la OSODRE  que el autor ruso había concebido esta versión para percibir sus derechos,  cierto o no, la ruptura de esa exquisita continuidad se hace notoria en lugares  como La ronda de las princesas y la Danza infernal del rey Katschei.
      Se trata de una obra muy mandante: en la  justeza de las intervenciones sucesivas dentro del desarrollo de un mismo  motivo, típicas del color orquestal,  como de la belleza del timbre y –dada la función narrativa donde a cada sonido  corresponde una acción muy específica- las exigencias de un color preciso. Ya  desde el comienzo, con glissandos en  los cellos que contribuyen, con esas acepciones de los sonidos de los metales,  sutiles e inquietantes la música nos lleva al universo fantástico del cuanto  por un lado, pero más que nada al preciosismo de una orquesta que se desempeñó  a la altura de tan particular obra.
      Destacaron especialmente las/los  solistas de oboe; trompa; fagot; las secciones de maderas; metales y percusión. 
Eduardo Balestena
      http://www.d944musicasinfonica.blogspot.com

