“Carmen” en el cierre de la temporada de Juventus Lyrica
Teatro Avenida
Viernes 15 Noviembre de 2015
Escribe: Eduardo Balestena
.Carmen, ópera en cuatro actos
      .Música: Georges Bizet
      .Libreto de Henri Meilhac y Ludovic Halévy (basado en la nouvelle  de Prosper Mérimée)
      .Dirección musical y de coro: Hernán Sánchez Arteaga
      .Elenco: Carmen (mezzosoprano) Rocío Arbizu; Don José  (tenor), Marcelo Gómez); Micaela (soprano), María Groso; Escamillo (barítono),  Juan Salvador Trupia y Rodríguez; Frasquita (soprano), Ana Sofía Romagnoli;  Mercedes (mezzo soprano), Verónica Canaves; Zúñiga (bajo), Federico Rodríguez  Salcedo; Dancairo (tenor) Sebastián Sorarrain; Remendado (tenor) Santiago  Martínez, y otros 
      .Orquesta y coro de Juventus Lyrica
      .Coro de niños, preparación Federico Neimark 
      .Dirección de actores y puesta en escena: Ana D ´anna y María  Jaunarena
      .Diseño de vestuario: María Jaunarena 
      .Diseño de iluminación: Gonzalo Córdova
    
  
    Una muy cuidada y lograda versión de la  ópera Carmen, de Georges Bizet marcó  la culminación  de la temporada 2015 de  Juventus Lyrica en el Teatro Avenida.
    “Mentía, señor, mentía siempre, pero  cuando ella hablaba yo la creía” lee Antonio Gades el fragmento de Merimée en  la película de Saura (1983): ésta sola frase basta para marcar el carácter de  la obra –que en la oportunidad fue interpretada con los diálogos hablados  originales-: la inevitablemente trágica historia de una mujer no fiel a nada  que no sean su propia naturaleza y sus propios impulsos, capaz, por su  exuberante atracción, de arrastrar como una fuerza ciega e irresistible y  destruir a su paso toda convicción y toda fidelidad, es el centro de la acción  y de la música.
    Este asunto, nuevo en la ópera, chocante  (en 1875) y apasionado, que en el texto se desata con un mecanismo que recuerda  a la tragedia griega de la época clásica, del siglo V antes de Cristo, se  encuentra plasmado en una expresión musical también indetenible (propia del  romanticismo musical), como la pasión que testimonia: la música tiene a la vez  una función narrativa –en cuanto plantea las bisagras del texto teatral- y  significativa ya que su belleza melódica, con elementos siempre diferentes e  igualmente logrados, es el vector ideal para la intensidad de los distintos  elementos de la tragedia.
    Del mismo modo que Edipo pone en marcha el mecanismo de la fatalidad al pretender  evitar la profecía, Don José es arrastrado a aquella apenas se propone casarse  con Micaela, momento en que conocerá a Carmen. 
      Solistas,  orquesta y coro
    La expresión de la idea de la obra se  traduce en diferentes elementos musicales que es necesario abordar con un  sentido de totalidad aunque resulten en sí muy diferentes. De este modo,  mientras las líneas de canto de Carmen  parecen obedecer más a una improvisación cuya intensidad va cambiando, en  frases con fuerza y que suelen concluir en notas graves y abiertas, donde el  canto muta en un fonema intenso que apela a la acción, al reproche o a la  burla, las que corresponden a Don José como a Micaela (que obedecen ya a la  romanza o al aria clásica) se desarrollan en una exposición melódica con partes   discernibles y diferenciadas enunciadas  como frases musicales armónicas y con sentido conclusivo. En el caso de Don  José, las apelaciones a la fuerza y a la violencia resultan así opuestas al  carácter de canto. El suyo es un personaje en esa permanente tensión: la de  verse obligado a actuar en contra de su naturaleza y la de su propia pasión  irrenunciable.
    La obra discurre en esta rica  alternancia: nunca los duetos corresponden a personajes destinados a entenderse  sino a diferenciarse primero y chocar después y que aun parecen discurrir en  diferentes tonalidades.
    Rocío  Arbizu planteó, en una ajustada y efectiva dirección teatral, esta naturaleza  de su personaje: un canto instintivo, enérgico, claro, de acentos muchas veces  irregulares, de provocación permanente, con un sentido desbordante de la  emisión y una gestualidad acorde a esa naturaleza: “El amor es un niño gitano  que no conoce la ley; si me amas no te amo, pero si te amo, cuídate” (L´amour est un oiseau rebelle): Verdadera  clave de la obra que contrapone deseo, legalidad y encuentro, marca también –o  más que nada- una demanda musical: Una línea que nunca puede ser impostada, que  debe parecer irregular pero mantenerse dentro de una afinación y un fraseo  musicales (ya que si bien sigue al habla no deja nunca de ser canto) y ser  siempre espontáneo, producto no de una técnica sino de una naturaleza. Ella  instaura el mecanismo de la tragedia. Ya desde su aparición inicial, casual, de  espaldas al público, marcó esta impronta que supo mantener a lo largo de toda  la obra. Egresada del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, con una  sólida carrera, las condiciones de Rocío Albizu para el rol son evidentes en  todo sentido.
    Marcelo  Gómez se movió con comodidad en los requerimientos de un rol en permanente  lucha interna y tensión, con pasajes tan diferentes como el dueto Parle-moi de ma mére  o la Romanza  de la flor : la belleza de una línea fluida y demandante en aspectos como  el fraseo y la respiración. Una línea rica que no debe ser virtuosa sino  parecer sencilla, pero que exige también en una potencia y proyección vocal que  permitan expresar los rasgos de un personaje cuya naturaleza misma está en ese  canto. Fue muy lograda la actuación de este tenor también egresado del ISA del  Teatro Colón.
    María  Groso (también formada en el ISA) exhibió, en lugares como la bellísima aria Je dis que rien ne m´epouvante, tanto  delicadeza como potencia vocal y fraseo, en notas largas y ligadas, en una muy  lograda técnica. Mostró la inocencia del personaje agregado a la historia por  los libretistas en un canto siempre claro y expresivo.
    A Ana  Sofía Romagnoli; Verónica Canaves; Sebastián Sorarrain; Pablo Urban  y Rocío Albizu compusieron el preciso, rápido  (máxime en el tempo utilizado) quinteto Nous  avons en tete una affaire. Con demandas vocales diferentes a las de los  personajes centrales, les cabe abordar puntos de inflexión de la historia. En  este caso, es un extenso quinteto con notas destacadas en líneas sumamente  rápidas que abordaron perfectamente. 
    Juan  Salvador Trupia y Rodríguez, de una gran prestancia escénica y claridad en la  extensión grave del registro perdió pronunciación, afinación y continuidad en Votre toast, je peuz le rendre (“….Qu´un  ceil noir te regarde”)  que demanda  frases extensas que plantean el problema del fiato, el de la pronunciación y el  de la ubicación en la tesitura. Ello fue así en el acto II y en el III (la  misma frase fuera de escena).
      Parecidos  problemas hubo en la intervención de Federico Rodríguez Salcedo como Zúñiga.
    Fue  excelente la actuación del coro cuya disposición en el primer acto al  producirse el tumulto en la tabaquería le permitió mostrar claramente los  pasajes de pregunta / respuesta por los dos grupos de cantantes que pide la  obra, situadas a ambos lados del escenario: “C´est la Carmencita/ Non, non ce  n´est pas elle! Pas du tout” en un bello cuadro de conjunto.
    A un tempo  vivo y preciso que nunca decayó  la  música brindó todos los matices de la obra: desde sus partes más famosas a su tratamiento  en distintos lugares de la narración: por ejemplo sobre el tema festivo del  cuarto acto se ciernen acordes oscuros de la cuerda que anticipan la tragedia.  Hernán Sánchez Arteaga fue muy claro y seguro en todas sus indicaciones. El  bellísimo entreacto del acto III, con esa dulce polifonía entre arpa y maderas  (perturbada violentamente por dos teléfonos celulares) fue una prueba de que la  orquesta interpretó todo esos matices y la riqueza de una partitura musical que  supo buscar sus referencias en la música popular española tanto como en la  mejor tradición francesa. 
      Puesta, dirección, iluminación, vestuario
      Escueta, clara, directa y efectiva, la  puesta dio a la obra un soporte físico donde poder desarrollarla muy  adecuadamente, dotándola de diferentes planos sin interpolar simbolismos ajenos  a ella ni elementos de dudoso buen gusto. Apoyada por una iluminación sutil  (sugirió, mostró, subrayó y creó atmósferas), que le confirió claroscuros, que  contribuyó a destacar un vestuario nunca sobrecargado fue el espacio ideal para  un cuidado esquema de movimientos en el escenario que permitió valorar el detenimiento  de una dirección actoral siempre efectiva que no dejó nada librado al azar. Una  prueba de ello fue el trabajo con idioma, una de las fallas que suele  apreciarse aun en versiones de referencia.
    En el acto  final la entrada a la plaza de toros por los banderilleros, la guardia de  toreros y los “chulos” se produjo por la platea, vinculada así al espacio  escénico y produjo un efecto de informalidad y “realismo inesperado y muy  efectivo.
      Juventus  Lyrica finaliza su temporada con una obra que evidencia un serio y sostenido  trabajo.   
       
    
    
Eduardo Balestena
      http://www.d944musicasinfonica.blogspot.com
    


