“Don Giovanni” en el Teatro Colón
      
    
Teatro Colón
Viernes 8 de Abril de 2016
Escribe: Eduardo Balestena
Don Giovanni, ópera en dos actos (1787)
      Música: Wolfgang Amadeus Mozart
      Libreto de Lorenzo Da Ponte
      Dirección musical: Marc Piollet
      Elenco: Don Giovanni, Erwin Schrott (bajo); Donna Anna, Paula  Almenares (soprano); Donna Elvira, Maria Bayo (soprano); Don Ottavio, Jonathan  Boyd (tenor) Leporello, Simón Orfila (bajo); Zerlina, Jaquelina Livieri (soprano);  Masetto, Mario De Salvo (bajo); Comendador, Lucas Debevec Mayer (bajo).
      Orquesta, Coro Estables del Teatro Colón; 
      Director de coro: Miguel Martínez
      Director de escena: Emilio Sagi
      Diseño de Escenografía: Daniel Bianco
      Diseño de iluminación: José Luís Fiorruccio
      Diseño de vestuario: Renata Schussheim  
    
La profundidad musical, en una permanente presentación de gran diversidad de intuiciones e ideas; originalidad de su postulación artística y su génesis hacen de Don Giovanni un hecho musical único.
      Muchas circunstancias confluyeron para  ello: la presencia del asunto literario en el drama y la tradición popular, que  adoptó diferentes modalidades en distintos países (en Italia, por la influencia  de la commedia dell´arte se enfatizó  en los aspectos farsescos, lo que fue diferente en España e Inglaterra); la  comisión de la compañía del hábil Pasquale Bondini (cuya esposa fue la primera  Donna Anna en el estreno de Praga), tras el éxito de Las Bodas de Figaro; el libreto de Da Ponte, que ofreció la  historia a Mozart seguro de que su genio podría ofrecerle sus mayores  posibilidades y unas aventuras muy conocidas en la época. El libretista fue comisionado  por distintos compositores para óperas con el mismo asunto literario; pudo  concebir el libreto sin tiempo de un trabajo profundo de documentación, lo que  prueba su conocimiento previo de la historia, en gran parte basada en el  libreto de Giovanni Bertatti para una versión anterior. Pero, más que nada, en  ese contexto, la obra adquiere su real magnitud en lo Mozart pudo concebir y  plasmar ante esa propuesta: un permanente flujo musical contrastante donde todo  es hondamente inspirado.
      Los evidentes altibajos en los aspectos  líricos de la presente versión son indicativos de las demandas que la obra  depara a la voz: exigencias en el registro; el fraseo; la expresividad en  líneas en que esos requerimientos se acentúan al conducir, por ejemplo, a  extensos pasajes de agudos o a graves presentes junto a elementos orquestales  también muy definidos, en personajes con variados matices que debe plasmar el canto.
      Las  voces
      Con  momentos mejor logrados (generalmente las intervenciones grupales, lo que  obedece a la correcta afinación y a la construcción musical de Mozart más que  al aporte de cada color vocal) o partes de duetos más rápidas, donde las  exigencias sobre las deficiencias vocales no implicaron riesgos en aquellos  aspectos más vulnerables, hubo una marcada heterogeneidad en el material vocal.
      Simón Orfila, bajo nacido en Menorca,  con una carrera que incluye a varias óperas de Mozart, mostró una emisión sin  el volumen, densidad, matices y proyección   en un fraseo sin una línea de continuidad fluida, dado en un vibrato que  quitó espontaneidad a momentos como el comienzo (Notte e giorno faticar) o a la  siempre esperada “Madamina, il catalogo é questo” (Escena V, acto I) en la cual  esa falta de fluidez en el discurso se evidencio particularmente. No obstante  abordó muy correctamente momentos con notas rápidas en stacatto.  
      Edwin  Schrott, bajo uruguayo cuya ya extensa carrera incluye obras de Mozart así como  de otros repertorios, pudo plasmar al personaje en el aspecto actoral. En lo  vocal, no obstante la belleza del registro, careció en gran medida del volumen,  proyección y matices de que requiere un personaje al cual le están reservadas  pocas arias solistas pero que mantiene una presencia tan vital y gravitante en  toda la obra. En “Laci darem la mano”,   dueto con Zerlina, por ejemplo, con un mejor resultado en hacia el  final, donde la línea concluye en otro elemento musical (Escena IX, acto I).
      Paula Almenares, como Donna Anna, tuvo  un fraseo muy cuidado, un control de la emisión parejo y un timbre acorde a las  demandas de un rol central, en intervenciones muy comprometidas, con un fraseo  en un registro agudo cuya intensidad y brillo fueron menores que en los medios  y graves y que, de tal modo, sonó algo opaco. (“Or sai cho l´onore” Escena  XIII, acto I).
      Maria Bayo, en el papel de Donna Elvira,  exhibió un perfecto fraseo y el sonido tan típico de la cuerda de soprano  mozartiana, con déficit en el volumen y cuerpo de su canto y opacidad en los  graves del registro, y brindó una aria (segundo acto) de gran musicalidad aun  dentro de estos aspectos de su emisión (Mi tradi quell´alma ingrata) (Escena  XIV, acto II).
      Jaquelina Livieri, soprano uruguaya  egresada del ISA del Teatro Colón, estuvo a la altura de los requerimientos de  gracia y musicalidad del rol de Zerlina, aspectos que primaron sobre el volumen  y el relieve del papel, en un fraseo muy cuidado.
      Jonathan Boyd, tenor norteamericano, de  una amplia trayectoria compuso a un Don Ottavio correcto en los aspectos de  fraseo y de los diálogos que funcionan como elementos de la acción teatral pero  careció de claridad, volumen y espesor sonoro. Ello fue especialmente notorio  en el aria “In mio tesoro”, agregada en la versión vienesa a pedido del tenor  Francesco Morella (Escena XIV, acto II).
      En el rol de Masetto, Mario De Salvo  expuso una emisión con volumen y espesor vocal limitados y un vibrato presente  en su fraseo.
      Lucas Devebec Mayer como el Comendador  evidenció ser el más solvente en la cuerda de bajo, con asimismo solvencia  actoral.
      Orquesta  y Coro   
      La música de Mozart, siempre cambiante,  con una variedad de matices muchas veces inesperados, crea tanto climas como  estados interiores y nunca es mero acompañamiento. 
      Así abordaron la obra el experimentado  maestro parisino Marc Piollet y la Orquesta Estable, ajustadamente, plasmando  el brillo y encanto del sonido mozartiano en aspectos, como el arranque de las  notas en la cuerda, muy cuidados. Intensidad que no se vincula necesariamente  con el volumen, el discurso musical está siempre presente y siempre con una  función definida.
      Prueba del sentido de la música son los  finales del primero y del segundo acto. Fiesta en casa de Don Giovanni (peimer  acto); se forman tres parejas, Donna Anna y Don Ottavio que bailan un minué  (danza propia de la nobleza, en ritmo de 3 por 4); Don Giovanni y Zerlina, que  bailan una contradanza (típica de la clase no noble, en ritmo de 2 por 4) y  Leporello y Masetto, una teitsch (típica de la plebe, en 3 por 8). Cada una es  interpretada por un elemento orquestal diferente, agregándose la indicación  “ellos afinan”. Ello, a finales del siglo XVII constituye un magistral ejemplo  de polifonía rítmica dada por la polirritmia vertical de elementos diferentes  en un mismo espacio sonoro (much antes que Stravinsky).
      Algo semejante sucede en el final del  tercer acto, donde Mozart cita varias obras: “Cosa Rara”, de Martini; “Los  litigantes” de Giuseppe Sarti, quien había criticado en 1785 el cuarteto K.  465, y su propia “Las bodas de Figaro”.
      Una vez más, el coro estable dio  muestras de su solvencia y preparación en un pasaje tan significativo como el  final.
      La  Puesta 
      Lejos de la tendencia actual que busca  resignificar la ópera con elementos ajenos a su sentido, planteados a sí mismos  como un elemento central, Emilio Sagi buscó la funcionalidad y austeridad de un  espacio indefinido, con reminiscencias de la época, que hace de la cuestión del   lugar algo secundario: importan la  música y lo que sucede, musical y escénicamente.
      Un lugar que no representa, no  resignifica sino que simplemente sustenta las acciones, ámbito en el cual la  iluminación resulta central, al sugerir, enfatizar o sugerir en el espacio.
      El criticable, sin embargo, el recurso  final: La presencia de la estatua es lo más significativo en el propio sentido  de “el convidado de piedra”, en su mano la que produce ese desenlace, de ser  alterado ese final debería serlo por algo aun más importante, lo cual es  imposible y hacerlo del modo en que lo fue tergiversa ese sentido.
      Igualmente no invasivo fue el vestuario  de Renata Schussheim.
      Un Don Giovanni musicalmente logrado que  estuvo vocalmente por debajo de una de las mayores partituras de Mozart.   
Eduardo Balestena
      http://www.d944musicasinfonica.blogspot.com
    
    

