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En el Colón, la única ópera que escribió Beethoven

 


PÁLIDA EDICIÓN DE “FIDELIO”


Teatro Colón

Martes 17 de Mayo de 2016

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure (La Prensa)

Fotografias: Prensa Teatro Colón - Arnaldo Colombaroli / Máximo Parpagnoli

 

 

“Fidelio”, opera en dos actos, opus 72b, con texto de Joseph Sonnleithner y Friedrich Treitschke, y música de Ludwig van Beethoven.

Con Carla Filipcic Holm, Zoran Todorovich, Homero Pérez Miranda, Manfred Hemm, Jaquelina Livieri, Santiago Bürgi y Hernán Iturralde.

Iluminación de Rubén Conde, escenografía, vestuario, multimedia y “régie” de Eugenio Zanetti.

Coro (Miguel Martínez) y Orquesta Estables del Teatro Colón (Francisco Rettig).


No fue verdaderamente feliz la nueva producción de “Fidelio, Leonora o El Triunfo del Amor Conyugal”, que el Colón presentó el martes en segunda función de gran abono de la temporada lírica oficial, pese a la actuación de algunos elementos interesantes. Cabe destacar entre ellos, por empezar, al Coro Estable, organismo preparado con incuestionable eficiencia por Miguel Fabián Martínez, que tanto en su sector femenino como en el masculino expuso bellas amalgamas, vigor, ajuste, calidad sonora.


Tenor y soprano
En el palco escénico, el serbio Zoran Todorovich (Florestan), genuino “tenore di forza” acreditó registro parejo y bien timbrado, de color quizás algo claro para un “spinto”, y sorteó con gallardía las enormes dificultades de pasaje superior de “In des Lebens Frühlings Tagen”. A su lado, nuestra compatriota Carla Filipcic Holm (Leonore), cabal soprano dramática, reemplazante de Nadja Michael quien desertó durante los ensayos, exhibió metal potente, homogéneo y bien proyectado, y fraseó con esmerado estilo.


Jaquelina Livieri (Marzellina) cantó con agraciado lirismo, pero debe contratar con urgencia un profesor de alemán que le enseñe dicción; el bajo austríaco Manfred Hemm (Rocco) se manejó con corrección, sin ir mucho más lejos, al igual que Hernán Iturralde (Don Fernando) y el tenor “di grazia” Santiago Bürgi (Jaquino). Resultó en cambo deslucido el cometido del bajo-barítono cubano Homero Pérez Miranda (Pizarro), notoriamente incómodo en su tesitura.


Factores negativos
Los dos componentes insanablemente negativos de esta representación beethoveniana despojada de nervio y de pasión, fueron sin duda alguna la orquesta y la puesta.


“Director de arte, ilustrador, escenógrafo, pintor, diseñador, dramaturgo, director de cine y curador” (sic), Eugenio Zanetti plasmó en efecto una “mise-en-scène” discepoliana-hollywoodense, fantasiosa, plagada de innumerables e incomprensibles “boutades” y estampas recargadas sin ton ni son, carentes de toda cohesión dramática.


Por su lado, al frente de una Orquesta Estable que puso en evidencia des-ajustes variados incluso con el tinglado (tal vez por insuficiencia de ensayos), el chileno Francisco Rettig desplegó un discurso de articulación pálida y plana, que fluctuó de manera dominante alrededor del “singspiel” mozartiano, sin perjuicio de algunos trozos de estructuras bien macizas. Cada uno sabrá sacar sus propias conclusiones.


Calificación: regular


Carlos Ernesto Ure

 

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