Orfeo y Eurídice en el ciclo de Juventus Lyrica
Teatro Avenida, Buenos Aires, Premiere,
Viernes 19 de agosto de 2016
Escribe: Eduardo Balestena
Foto: Juan Inglemo
Ópera en tres actos (versión de1762)
      Música: Christoph Willibald. Gluck (1750-1787)
      Libreto: Rainiero de Calzabigi
      Cantantes: Orfeo (contratenor), Martín Oro; Eurídice (soprano),  María Goso; Amor (soprano) Victoria Gaeta.  
      Orquesta de Juventus Lyrica
      Dirección musical: Hernán Schvartzman
      Coro de Juventus Lyrica
      Director del coro: Hernán Sánchez Arteaga
      Puesta en escena; dirección artística y vestuario: María  Jaunarena
      Escenografía e iluminación: Gonzalo Córdova
    
La segunda puesta del año de Juventus Lyrica significó la posibilidad de acceder a la estética poco frecuente del pre clasicismo en la ópera, en toda su riqueza musical, en lo que fue uno de los aspectos más logrados de la producción.
      El propósito de plasmar en la ópera la  fuerza del drama clásico despojado de todo lo que no resulte esencial y movido  por una acción progresiva e indeclinable encuentra su expresión en la música:  líneas melódicas suaves y delicadas, sin adornos, una instrumentación no concebida  en términos de volúmenes sonoros sino en timbres precisos, a la medida de la  acción singularizan esta textura.
      La  música
      El joven maestro Hernán Schvartzman cuenta  ya con una extensa experiencia en la música de los siglos XVII y XVIII,  habiendo sido alumno, entre otros maestros, de Ton Koopman e intervenido en  Holanda –donde transcurrió parte de su formación- en el ciclo de las óperas de  Mozart-Da Ponte; La Flauta Mágica; Medea, de Cherubini y La trouppe de Orphée, de Charpentier. 
      La sola posibilidad de asistir a una  ópera con música interpretada según criterios históricos es de por sí valiosa e  importante. Un sonido más pequeño, íntimo y de permanente trabajo en las  intensidades,  con fidelidad a una  estética que hace de la belleza del sonido una finalidad, fue lo que permitió  apreciar la orquesta. 
      El arpa y violines en pizzicato,  situados en un palco a la izquierda del escenario representaron los pasajes de  lira de Orfeo: la orquesta plasmó los colores propios de esta tesitura, tan  diferente, ceñida a los aspectos esenciales: la gracilidad e inflexiones de la  línea en sí; motivos que no se resuelven en un elemento conclusivo y que se  centran en la propia belleza de la frase y que, cuando la acción lo requiere,  se intensifican en líneas descendentes.
      Las voces
      La soprano María Goso, que entre sus  muchos antecedentes musicales (Fiordiligi en Così fan Tutte o Musetta en la Bohème)  ha interpretado el rol de Micaela, en Carmen,  (Juventus Lyrica, 2015), además de su intervención en obras sinfónico corales  (como el Magnificat de Bach o el Requiem de Mozart) fue la voz más  destacada.
      Las exigencias vocales implican el tono  desgarrado de la pregunta sobre su destino: por qué es rescatada sin poder ser  oída (Orfeo le pide silencio: Eurídice es conducida pero no puede ser escuchada  y vale la pregunta sobre el sentido y la incertidumbre acerca de ese rescate);  también la pregunta de sí si la muerte pudo cambiarla y si Orfeo aún la ama. Un  canto intenso, emotivo, sin digresiones. Con poder expresivo, un manejo de su  técnica que le permitió claridad, potencia y expresión, María Goso mostró  nuevamente sus condiciones vocales.
      Escrita originalmente para un castrato, en ocasión del estreno para la  ópera francesa en 1774  (donde no se  estilaba utilizar castrati)  el rol le fue conferido a un contratenor,  cuerda a la que le eran reservados los papeles heroicos.
      Con una formación musical amplia (como  violista fue miembro de la Orquesta   Filarmónica del Teatro Colón y de la Orchestre de las  Nations, además de haber formado parte del coro de niños del Teatro Colón) el  contratenor Martín Oro mostró claridad en el registro medio y agudo y  discontinuidad en el pasaje hacia los graves, transiciones en las cuales  pareció quedar sin apoyo y  su registro  perder claridad y volumen.
      Personificando al amor, la soprano María  Victoria Gaeta, premio a la revelación musical 2013 por parte de la Asociación de Críticos  Musicales de la Argentina,  integrante de la Ópera de Cámara del Teatro Colón, mostró el claro timbre que  demanda su intervención: grácil, festiva y dotada de un poder concedido por los  dioses. Vocalmente no expresa emociones sino que anuncia y concede: un timbre  claro, sin matices pero muy propio. A ello hay que sumarle su eficacia actoral  en pasajes en los que debe llevar a cabo amplios y rápidos movimientos mientras  canta.      
      Inspirada en el drama griego clásico,  con una constelación reducida de personajes, la importancia del coro en Orfeo y Eurídice  no es de ningún modo secundaria.
      Preparado por el maestro Hernán Sánchez  Arteaga el coro de Juventus Lyrica mostró la musicalidad de un canto siempre  homogéneo, con voces sin vibrato, en una formación de pocos integrantes en la  cual cada aporte es importante, con cometidos muy definido dentro de los  requerimientos dramáticos.
      La  puesta
      El orfismo y la narración del viaje en  busca de Eurídice tienen un contenido universal que va más allá del propio  mito.
      Bajo este postulado, que entraña el  rescate de ricos y significativos textos órficos, la puesta se propuso dar una  vuelta de tuerca y ensayar una nueva interpretación, muy válida en sí misma,  pero que significó choques e interferencias con el desarrollo musical y de la  acción.
      El mito órfico y lo que significó:  concebir el hades como un territorio situado por debajo –una representación  espacial de la muerte- al que el viaje iniciático permite acceder gracias al  propio poder divino de arte, fue más allá de la concepción de la religión  olímpica y de los mitos de Eleusis en tiempos anteriores a la Grecia clásica. 
      La lectura de la puesta es múltiple: lo  único que vence a la muerte es la memoria y, en esta idea, la pura literalidad  de la historia es secundaria: Eurídice efectivamente murió y la acción es un  espacio que se abre en el recuerdo y la imaginación (es una de las  posibilidades). Orfeo puede ser cualquiera encerrado en sí mismo y que repara  en lo que ha perdido sólo cuando lo ha perdido y ya es demasiado tarde.
      Válido en términos interpretativos los  problemas que se suscitan residen en el orden de la narración: En primer lugar,  ante una estética despojada –tal es precisamente la poética de Gluck al  proponerse dejar atrás la abundancia barroca- centrada en el solo poder de la  acción y del relato no cabría agregar nuevos sentidos: el drama ya de por sí es  capaz de contenerlo todo –porque el contenido universal es suyo- y será la  recepción por el espectador la que sea capaz por sí misma de establecer el sentido.
      De este modo, la abundancia de elementos  escénicos ajenos a la propia acción del drama se vuelve sobreabundante y no  congruente con la propia acción. Uno de ellos es la acción de escribir de Orfeo  mientras se propone retornar del Hades guiando a Eurídice; otro que se siente  al piano cuando ella canta desgarradamente su interrogante acerca de lo que  sucede (lo que recuerda de algún modo el punto de vista de Peter Conrad en Canto de amor y muerte, donde postula  que Orfeo en realidad no ama a Euridice y sólo se propone reivindicar el poder  divino de su propio canto).
      Asimismo, la convivencia de elementos  modernos (sirenas, luces, etc.) no parece encontrar un correlato en las  referencias a los dioses, las musas y el propio mito. La inclusión de  personajes ajenos al drama que establecen una instancia interpretativa resta  poder a las posibilidades que tiene la narración de connotarlos por sí misma.
      La objeción más seria es que diálogos y  lecturas de proyecciones interfieren con la música y la relegan, siendo ella el  elemento primordial.
      Una obra de excelencia musical que, al  precio de chocar con la acción, plantea profundos puntos de vista.            


