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Tosca en la Temporada Lírica del el Teatro Colón

 


Teatro Colón de Buenos Aires, Premiere, función de Gran Abono

Sábado 20 de agosto de 2016 a la hora 20.

 

Escribe: Eduardo Balestena

Fotos: Arnaldo Colombaroli, Máximo Parpagnoli

 

 

Tosca, ópera en tres actos (1900)
Música: Giacomo Puccini
Libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa, basado en la pieza homónima de Victorien Sardou


Dirección musical: Carlos Vieu
Elenco: Floria Tosca, Eva-María Westbroek (soprano); Mario Cavaradossi, Marcelo Álvarez (tenor); Barón Scarpia, Carlos Álvarez (barítono); Sacristán, Luís Gaeta (barítono); César Angelotti, Mario De Salvo (bajo-barítono)
Orquesta y Coro Estables del Teatro Colón;
Director de coro: Miguel Martínez
Coro de Niños del Teatro Colón,
Director del Coro de Niños: César Bustamante
Concepción Escénica, diseño de Escenografía e iluminación: Roberto Oswald 
Dirección de escena: Aníbal Lápiz
Escenógrafo asociado: Christian Prego
Reposición de iluminación: Rubén Conde
Diseño de vestuario: Aníbal Lápiz 

 

 

El Teatro Colón honró al maestro Horacio Salgán con un minuto de silencio antes de la función y rindió homenaje con esta puesta a Roberto Oswald, uno de los más importantes directores de escena, creador de la Oficina de Producción de ese escenario lírico, sentando las bases de las áreas existentes hoy.


La obra es en sí misma un gran mecanismo de precisión compuesto por muchas instancias y ninguna puede fallar: la música tiene una función connotativa y otra narrativa; la acción se vale de planos que se articulan –musical y actoralmente- en el escenario y fuera de él; carece de elementos reiterativos; es en sí misma una progresión indeclinable y ello es posible en gran medida por una concepción musical tan rica como efectiva.


Pocas veces en la lírica hay momentos tan potentes y dramáticos como el segundo acto y los personajes parecen obedecer a un designio violento e irreprimible. Todo ello se encuentra expresado musicalmente en una intrincada textura.


La música
Elemento central de la acción dramática, está dada por una parte como una textura de elementos que son citados –uno de los motivos de Tosca, central en Vissi d ´arte, es parcialmente expuesto varias veces en el primer acto, por ejemplo, una de las veces por el propio Scarpia- y alternados para connotar climas en los momentos en que se pasa de una acción a otra; apoya la acción dramática y subraya el sentido del canto cuando suceden las acciones; anticipa un clima en el oyente y guía ciertas acciones de una forma absolutamente precisa.


Puccini explota las posibilidades de todo el orgánico orquestal: acordes de los metales en los cuales los timbres se funden en una intensidad y suelen ser sucedidos por los graves de la cuerda, por ejemplo. Instrumentos solistas que –como el clarinete- anticipan el clima de aria; acordes de clarinetes bajos para subrayar un elemento oscuro. Uso de leimotivs vinculados a personajes, que chocan, se alternan y superponen (como el motivo de Scarpia y el de Angelotti en el primer acto) y forman un tejido cerrado y preciso.


La orquesta es siempre un todo, la construcción sonora no admite fisuras, de este modo, los permanentes  cambios dinámicos deben ser parejos en todas las secciones, en pasajes muchas veces rápidos y acentuados. La entrada de Scarpia –por citar un lugar- es un ejemplo: un brusco acorde que sucede al motivo festivo –que pareciera estar en pie ternario- de metales y percusión que virtualmente interrumpe el pasaje anterior: un cambio orquestal brusco y tajante en un brevísimo lapso. Es un paisaje musical donde todo sucede rápidamente y requiere cambios permanentes. El contexto dramático demanda esa intensidad creciente a lo largo de la acción. Sin una música capaz de transmitir esa intensidad el drama no sería posible.


Otro lugar de gran interés es la polirritmia vertical del segundo acto donde se superponen una escena callejera y la música de la acción central. Los recursos de Puccini parecen, además de novedosos, inagotables y siempre cumplen una función.


Con un sonido homogéneo en los cambios dinámicos, un perfecto fraseo y una paleta de colores absolutamente clara, la Orquesta Estable tuvo un sonido pleno e intenso que permite inferir –además de su reconocida profesionalidad- el trabajo de preparación llevado a cabo con un maestro tan experimentado como Carlos Vieu. Director de la Orquesta Estable del Teatro Argentino de La Plata, ha intervenido en numerosas producciones al frente de distintos organismos. Entre los títulos abordados se cuentan Carmina Burana; Simón Boccanegra; Il Trovatore; Madama Butterfly y otros numerosos títulos. Fue titular –por concurso- de la Orquesta Sinfónica de Mar del Plata, organismo con el cual, por primera vez en Mar del Plata, dirigió la Cuarta Sinfonía de Bruckner; también fue uno de los pocos difusores de la obra de Washington Castro a quien dedicó, en 2003, un concierto de homenaje; dirigió la Gala Zurich; obras como la Novena Sinfonía de Beethoven. Muchas veces me fue posible apreciar su exhaustivo trabajo de ensayos generales de distintas obras: no sorprende así el resultado obtenido en esta oportunidad.


Tosca requiere concisión y fuerza dramática. Nada es superfluo y no admite una ejecución mediocre.


Las voces
Puccini confiere a su heroína, una sola aria, Vissi d ´arte y el carácter contrastante de una mujer celosa que termina asesinando al hombre ante el cual “temblaba toda Roma”.


La soprano alemana Eva-Maria Westbroek, de una muy extensa carrera internacional, con obras como Otello; Andrea Chenier; Cavallería Rusticana y La Valquiria, entre muchos otros títulos, mostró en esta oportunidad potencia en la zona aguda de su registro durante el primer acto y un acentuado vibrato. En la zona grave del registro pudo apreciarse cierta opacidad, lo que incidió en su aria, que requiere un fraseo muy sutil y expresivo, con notas ligadas hacia la zona grave del registro y delicados pasajes ascendentes. En el tercer acto su voz pareció a punto de quebrarse en dos oportunidades en el dúo con Cavaradossi y sus agudos –en un momento de gran exigencia en lo alto del registro y en el volumen- resultaron muy tajantes. Mostró un eficaz desempeño actoral que le permitió plasmar el carácter muy diferente que su personaje va adquiriendo por imperio de las circunstancias dramáticas de uno en otro acto, dramatismo que asciende a uno de sus puntos más altos en el asesinato de Scarpia.


La línea de canto del tenor cordobés Marcelo Álvarez, que lleva a cabo una exitosa carrera internacional, permitió apreciar su musicalidad,  particularmente en E lucevan le stelle, aria que abordó con una acentuación y fraseo que le permitió lucir los matices de su voz, de gran finura y elegancia, que priman sobre el volumen sonoro. Tuvo asimismo un desempeño actoral muy espontáneo y efectivo.


El barítono malagueño Carlos Álvarez compuso su personaje de Scarpia con una línea de canto dúctil, expresiva y afinada, aunque con un volumen que no permitió plasmar completamente a una presencia tan siniestra. El peso de su presencia, el modo en que, juntamente con la música, ocupa el espacio escénico y lo significa es uno de los elementos más gravitantes de la ópera. En momentos como el del Te Deum del final del primer acto, fue virtualmente tapado por la orquesta.
Una objeción similar puede formularse al Angelloti de Mario de Salvo.


El Coro Estable y el de Niños tuvieron una muy lucida actuación. El resto del elenco cumplió con suficiencia sus roles.


La puesta
Son diferentes las variables que hacen de la puesta lo que es: la disposición espacial; una escenografía elaborada en el más mínimo detalle, lo mismo que iluminación, colores y vestuario y el movimiento escénico.


Tanto la iglesia del primer acto, como el Palacio Farnese en el segundo, fueron espacios concebidos en diferentes planos –en el palacio fue el escritorio juez situado tras una arcada- y en una perspectiva de líneas fuera de escuadra que acentuaban la amplitud del espacio. Colores apagados en los ambientes, un tono claro en la ventana, formaban un contraste de gran atractivo visual. Lo mismo puede decirse del cielo del amanecer en el tercer acto, con una iluminación también muy cuidada.


Una de las funciones de la música es la de indicar las acciones y movimientos en escena. Puccini se vale de este recurso de manera milimétrica: por ejemplo en el asesinato de Scarpia, donde se indica con elementos sonoros la ubicación de los candelabros y del crucifijo.


La puesta aprovechó en todos sus detalles esta circunstancias en momentos tales como la entrada de los asistentes al Te deum, que permitió apreciar la belleza y los detalles del rico vestuario. La música conduce a los movimientos y eso demanda un ritmo de esos movimientos.


Ello nos plantea que una gran puesta es aquella que, con valor estético en sí misma, se encuentra concebida en función de las necesidades de la obra.


Fue una versión absolutamente lograda desde lo musical y lo estético, resultado de un trabajo profundo que lució en un homenaje a Roberto Oswald que no hubiera podido ser mejor.

 

 

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