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A cuatro siglos y medio de su nacimiento

 

 

DISCRETO HOMENAJE A MONTEVERDI

Teatro Coliseo

Jueves 20 de Abril de 2017

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

 


“L’Incoronazione di Poppea”, ópera en un prólogo y tres actos, con libro de Giovanni Francesco Busenello y música de Claudio Monteverdi. Con Cecilia Pastawski, Santiago Bürgi, Victoria Gaeta, Martín Oro, Luisa Francesconi, Iván García, Gloria Rojas, Josué Miranda, Mariano Fernández Bustinza, Agustín Gómez, Adriano D’Alchimio, Rocío Arbizu y Juan Pablo Labourdette. Iluminación de Horacio Efrón, escenografía de Daniel Feijóo, vestuario de Luciana Gutman y “régie” de Marcelo Lombardero. Compañía de las Luces (Marcelo Birman).

 

No fue afortunada la apertura de la temporada de Nueva Harmonia, el jueves, en el Coliseo, ocasión en la que se re-editó “L’Incoronazione di Poppea”, de Claudio Monteverdi en conmemoración de los cuatrocientos cincuenta años de su nacimiento. Y ello se debió fundamentalmente a dos escollos insalvables. Por un lado, una puesta de muy dudoso gusto. Y por otro, un discurso orquestal que en más de un momento pareció irredimiblemente plúmbeo.


Aspectos musicales
En lo que hace a la orquesta, integrada por menos de treinta miembros pertenecientes a la agrupación denominada Compañía de las Luces, conducida con empeño por Marcelo Birman, cabe apuntar que se trata de un grupo que adscribe a la denominada escuela historicista. Como resultado, y a partir del uso de la afinación mesotónica, de colores densos, oscuros, los acordes de un continuo ríspido (tiorbas, laúdes, viola da gamba, arpas, claves y cello) se oyeron permanentemente gruesos, desabridos. tediosos. Situación por cierto agravada si se piensa que esta magnífica ópera contiene en su proteica partitura muchos más recitativos que sinfonías o ritornellos (Alberto Zedda habla de “la rigidez maniática del purista” que recurre en esta obra a “componentes instrumentales filológicos”).


Además de esto, y sobre la base de una versión propia, despojada de sus refinados equilibrios tonales, la eliminación de algunos personajes (Nodriza, Mercurio, Pallas Atenea, Venus) privó a la representación de las apariciones celestes, elemento casi primordial en la ópera del barroco. La entrega de los tres actos en sólo dos partes tampoco fue feliz, ya que la tirada sin respiros del prólogo, el primer acto y parte del segundo demandó alrededor de cien largos minutos. Otro tanto puede decirse respecto de la decisión de asignar el papel de Nerone a un tenor, cuando las más bellas tradiciones lo defieren a una mezzo, con sus hermosos reflejos en el entrelazamiento de los registros femeninos de ambos protagonistas.


La producción y las voces
Orientada por Marcelo Lombardero, la “mise-en-scène”, plagada de “boutades” y dislocadas pretensiones de originalidad, estuvo dominada por la cursilería. A ello cabe sumar una concepción estética abismalmente diferente respecto de la planteada por el maestro Birman. Y tal vez, lo que es mucho peor: tratándose de la creación lírica más madura de Monteverdi, desde ya uno de los grandes humanistas del renacimiento, sus criaturas fueron mostradas de manera caricaturesca, lo que desde luego desnaturalizó radicalmente las bases del melodrama.


En el cuadro de cantantes, todos ellos se manejaron con sus más y sus menos. Cecilia Pastawski (Poppea) lució metal cristalino, no demasiado caudaloso, mas no exhibió cualidades especialmente seductoras (y arrastró excesivamente algunas notas); Santiago Bürgi (Nerone), confinado a hacer de “machiétta”, acreditó atrayente timbre y algunas dificultades de tesitura; Iván García (Seneca), Victoria Gaeta (Drusilla) y Gloria Rojas (Arnalta) se desenvolvieron con corrección, al igual que el contratenor Adriano D’Alchimio (Amore), mientras que su colega Martín Oro (Ottone; nadie podría pensar que se trataba de un futuro emperador) mostró voz plana y monocorde.


De cualquier modo la figura más destacada en el palco escénico fue desde ya la mediosoprano brasilera Luisa Francesconi (Ottavia): dueña de un material homogéneo, de apreciable cromatismo, bien colocado, puede decirse que fue la única que emergiendo de este panorama difícil, fraseó con interesantes acentos y trasmitió certeros contenidos emocionales.


Calificación: regular

 

Carlos Ernesto Ure