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"L'Orfeo", de Monteverdi, con John Eliot Gardiner


UNA VELADA ESTELAR EN LOS FESTIVALES AUSTRÍACOS

 

Festival de Salzburgo

Martes 26 de Julio de 2017

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure


 

Salzburgo (especial). Dejamos atrás los jardines y el palacio Mirabell, cruzamos el Salzach por el Staatsbrücke, con las banderas de los Festivales flameando, y nos instalamos en la Felsenreitschule (Escuela de Caballería de las Rocas), vasto recinto convertido en teatro.

 

Allí asistimos a una velada de mayúscula categoría musical dedicada a Claudio Monteverdi, digna de reafirmar el alto prestigio de las tradicionales temporadas de esta ciudad.

 

Bellísimos empastes
En calidad de homenaje al ilustre compositor de Cremona con motivo de cumplirse este año cuatro siglos y medio de su nacimiento, la organización programó tres títulos líricos, todos con el mismo elenco. El ciclo incluye "Il Ritono d'Ulisse in Patria" y "L´'Incoronazione di Poppea", y se inició con"L'Orfeo". Sin extraños inventos de renovación teatral, se ofreció en este caso una producción semi-escenificada por Elsa Rooke, absolutamente meritoria en punto a su esbelta austeridad, a lo que cabe sumar la concisión y belleza de movimientos y trajes y su ceñida adhesión al estilo de la que fue una de las primeras óperas que se conocen (1607).

 

En absoluta coincidencia con esta propuesta estética, John Eliot Gardiner, al frente de los English Baroque Soloists y el Monteverdi Choir, plasmó una ejecución que quedará en la memoria por su exquisita belleza.

 

En primer lugar, el maestro británico dividió la orquesta con sabiduria colocando la cuerda alta, arpa, clave y dos guitarrones por un lado, y flautas, clave, órgano, cornetas, sacabuches, dulzaina, pandereta y cuerda grave, por otro. Este esquema, apoyado en un desarrollo en el cual la afinación se mantuvo siempre igual sin necesidad de correcciones, generó empastes soberanamente armoniosos, en un contexto de conjugaciones sonoras milimétricamente enlazadas. Colorida, medida, inclaudicable a lo largo de las dos horas sin intervalos en que se vertieron los cinco actos y el prólogo de esta "fábula musical", la traducción se destacó asimismo por su fidelidad conceptual y su impecable equilibrio.

 

El coro y los solistas
El coro fue asimismo uno de los elementos fundamentales de la función. Integrado por tenores y contratenores, sopranos y bajos, y también por los solistas (todos como corifeos), fue notable el manejo de los trozos polifónicos y madrigalescos, la hermosura canora global, su potencia, ductilidad y reberverantes amalgamas, plenas de finos armónicos.

 

Entre los cantantes, el tenor polaco Kristian Adam encarnó al protagonista con registro grato pero demasiado plano; Lucile Richardot (Mensajera) y Francesca Boncompagni (Proserpina) desplegaron óptimas líneas estilísticas y el bajo lombardo Gianluca Buratto (Caronte y Plutón) sorprendió por su voz recia y bien timbrada, rotunda, homogéneamente armada. Nuestro conocido Furio Zanasi (Orfeo en el Colón en 1991), ahora como Apollo, lució asimismo un metal de calidad. El espectáciulo culminó con una "muriada", danza celebratoria medieval de origen árabe, pletórica de alegría.

Carlos Ernesto Ure