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Zukerman, Forsyth y Valdés en el ciclo de la Filarmónica

OBrahms y Mendelssohn en impecables versiones

 

Teatro Colón

Jueves 24 de Agosto de 2017

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

 

 

Brahms: Doble Concierto para violín, violoncello y orquesta, en la menor, opus 102;

Mendelssohn: Sinfonía Nº 3, en la menor, opus 56 “Escocesa”.

Pinchas Zukerman, violín

Amanda Forsyth, cello

Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (Maximiano Valdés).


El concierto del jueves de la Filarmónica fue realmente de alto nivel. Dos solistas de primerísima categoría (Pinchas Zukerman y Amanda Forsyth) se sumaron a un director de incuestionable relieve (Maximiano Valdés), y si a ello agregamos la envergadura de las obras abordadas (de Brahms y de Mendelssohn), bien podrá imaginarse que la velada, undécima de la temporada sinfónica de abono del Colón, debía resultar de trascendente calidad.


Brahms
La función se inició ante una sala repleta con el vigoroso doble Concierto para violín, violoncello y orquesta, de Johannes Brahms. Sin duda uno de los violinistas de mayor prestigio en el plano internacional, Zukerman, aparte de acabada destreza técnica, mostró en la ocasión deslizamientos de natural fluidez, delicadas voces medias y elocuente cantábile. Diáfano en todas sus notas, certero en los ataques, ejemplar en sus sobreagudos en pianíssimo, el brazo del músico de Tel Aviv, por lo demás, no aflojó casi en ningún momento: parejo en la sonoridad, sus difíciles figuras tuvieron siempre clase y finas líneas.


A su vera, su esposa cumplió una labor descollante en punto a su exquisita expresividad. En efecto; la cellista sudafricana-canadiense. Aparte de sonido pastoso, lució tañido seguro, graves de reverberantes armónicos, arco de bien modeladas resonancias. Pero por encima de ello, lo notable de Amanda Forsyth fue su intenso poder comunicativo. A favor de un legato de llamativa calidez, apoyado en notas perfectamente redondeadas, su fraseo, verdaderamente, alcanzó magnífica vibración, subrayada en sus arrebatadoras síncopas.


Mendelssohn
Compacta en su más positiva acepción, con énfasis apropiados y estilo si se quiere dentro de la mejor tradición academicista, la orquesta desplegó por su lado un enfoque estético compartido. Formado con Celibidache y Ferrara, a su frente estuvo Maximiano Valdés, quien puso en evidencia un trabajo mayúsculo en el armado y la traducción en la segunda parte de la “Escocesa”, de Mendelssohn.


Intérprete distinguido, el maestro chileno manejó esta gran sinfonía inspirada en la tierra de los ”Highlanders” con pulcritud y pulso firme, gradaciones de jerarquía e impecables acentuaciones. Claroscuros, sostenida tensión y límpidas cadencias contribuyeron a crear climas envolventes, criteriosamente balanceados.


Con rendimiento homogéneo en todas sus filas, la Filarmónica de Buenos Aires plasmó a su vez una edición de correctísima articulación. De los cuatro movimientos de estas páginas evocativas de una excursión juvenil a las Hébridas, la versión del “scherzo” (“Vivace”) fue decididamente una joya por su gracia y vivacidad, su levedad por momentos ingrávida, la refinada, ingenua transparencia de sus aires de danza telúrica.


Calificación: muy bueno

 

Carlos Ernesto Ure