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En la apertura del ciclo de la Sinfónica Nacional

 

 

MAHLER Y UNA POTENTE “RESURRECCIÓN”

Sala Sinfónica (CCK)

Miércoles 14 de Marzo de 2018

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

 

 

Mahler: Sinfonía N° 2, en do menor, “Resurrección”. Carla Filipcic Holm, soprano, Florencia Machado, mezzo, Coro Polifónico (José María Sciutto) y Orquesta Sinfónica Nacionales (Günter Neuhold). El miércoles 14 en el CCK

 

Despejados los conflictos de política interna que trascendieron (Lombardi, Avelluto), la Orquesta Sinfónica Nacional pudo iniciar su serie de este año con un concierto consagrado a Mahler que tuvo lugar el miércoles en el ex Palacio de Correos. También superados, al parecer, los problemas salariales de la agrupación (esta vez no hubo protestas), la velada, de acceso gratuito, lo que resulta sumamente ponderable, fue conducida por un músico austríaco de comprobada experiencia, y bien puede decirse que alcanzó atrayente nivel.

 

La Segunda Sinfonía

 Con motivo de los funerales de Hans von Bülow (esposo de Cósima Liszt antes que Wagner), que falleció en 1894 y a quien quería tanto, Gustav Mahler se sintió muy conmovido por un poema de Friedrich Klopstock (1724-1803). Los versos de “Auferstehung” (“Resurrección”) fueron incorporados entonces a la sinfonía que estaba escribiendo, estrenada por el propio compositor en Berlín en Diciembre del año siguiente.

 

Se trató, por supuesto, de una nueva aparición de la voz humana y de un texto oral en el marco de una sinfonía, después de la Novena: desde ya, algo revolucionario. Pero conviene aclarar de  todos modos que la Segunda, pieza si se quiere todavía levemente verde en comparación con las magnas creaciones posteriores, alberga un entramado de calificado rango, un poco superficial en más de un pasaje que tiende a la grandilocuencia y al “fortissimo”, pero sólido sin rodeos en sus densas elaboraciones, sus giros angustiosos, sus trágicas intertextualidades.

 

Muy buen vuelo

 Lo primero que cabe decir en orden a la interpretación de esta pieza en cinco movimientos es que su traducción supone una faena enormemente ardua para la orquesta, debido a las complejidades de la partitura y la riqueza del orgánico (dos cornos ingleses, cuatro fagotes, órgano, ocho trompetas, sin ir más lejos). 

 

No caben dudas que la Nacional emergió airosa de este gran compromiso. El sonido global tuvo calidad y transparencia, y salvo algunos episódicos deslices en trompetas y trombones, todas las familias se manejaron dentro de un esquema de pareja solvencia.

 

El maestro Günter Neuhold (71) dominó a su vez esta pieza de toques por momentos grandiosos con elevado vuelo y absoluta seguridad, lo que le permitió plasmar una versión ceñidamente cohesionada, de cabo a rabo. Es cierto que en el “allegro” inicial la impronta pareció por momentos excesivamente sonora (¿la fatalidad del destino nos debe repercutir como mazazos?), para desenvolver luego líneas amables en un “andante” un tanto dulzón. El “scherzo” (“Plegaria de San Antonio a los Peces”) mostró por su lado lenguaje singularmente agraciado, de contrastes bien llevados, mientras que el cuarto tiempo (“Urlicht”) exhibió reconcentrada profundidad expresiva. En cuanto al último, el despliegue del conductor estirio produjo un entramado de excelente articulación, potente pero siempre controlado, vibrante en todos sus insinuantes meandros.

 

Carla Filipcic Holm y Florencia Machado, como solistas vocales, aportaron metales bien redondeados y firmes, y el Coro Polifónico Nacional, preparado por su nuevo maestro, José María Sciutto, más allá de su reconocida profesionalidad, hizo oír medias voces de seductora belleza.

 

Calificación: muy bueno                                                   

                                                                                      

Carlos Ernesto Ure