Menu principal

 

El Colón festejó sus 110 años

 

 Aída, en la temporada lírica del Teatro Colón

 

Teatro Colón

Martes 29 de Mayo de 2018

 

Escribe:Eduardo Balestena

Fotografias: Teatro Colón

 

 

 

 


Aída, Opera en  cuatro actos (1871)
Música: Giuseppe Verdi (1813-1901)
Libreto: Antonio Ghistanzoni
Cantantes: Aída (soprano), Latonia Moore; Amneris (mezzosoprano), Nadia Krasteva; Radamés (tenor), RiccardoMassi; Amonasro (barítono), Mark Rucker; Ramfis (bajo) Roberto Scandiuzzi; Rey de Egipto (bajo) Lucas Debevec Mayer, y elenco 
Orquesta Estable del Teatro Colón
Dirección musical: Carlos Alberto Vieu
Coro Estable del Teatro Colón
Director del coro: Miguel Martínez.
Ballet Estable del Teatro Colón.
Directora del Ballet Estable: Paloma Herrera.
Coreografía: Alejandro Cervera
Concepción escénica y escenografía: Roberto Oswald.
Dirección de escena, reposición y diseño de vestuario: Aníbal Lápiz.
Iluminación: Rubén Conde

 

           
Cuando Verdi recibió el libreto de Aída –atribuido a Khedive de El Cairo y al egiptólogo Mariette- adivinó algo que nunca pudo ser probado de manera definitiva: que el texto obedecía a la mano maestra de Temistocle Solera, el libretista de Nabucco (que trabajaba para el Khedive), de quien estaba irremisiblemente distanciado porque había dejado inconcluso el texto de Attila. Las fuentes del argumento son numerosas y extensas para tratarlas aquí, también las coincidencias con distintas obras.


En el largo  proceso de aceptación de la oferta de componer una ópera para el Teatro de El Cairo, Verdi convocó a Sant´ Ágata a Antonio Ghistanzoni, con quien trabajó estrechamente, modificando gran parte de sus versos en favor de lo que llamaba la palabra escénica: aquellas expresiones breves, con poder sobre el público, capaces de despertar el interés y suscitar sentimientos de manera inmediata: una palabra que privilegia por sobre la versificación, sosteniendo que en los momentos álgidos, bajo el poder de la situación o de la música, cabe utilizar el verso libre: “el poeta no siempre debe escribir poesía ni el compositor  siempre debe escribir música”. Queda claro que la música a veces no es un fin en sí misma sino que le cabe una función: crear un clima, acentuar un sentimiento o incrementar la expresividad de un texto.


La frase musical breve, concisa –“la tinta musical”- es una unidad con el texto que siempre desarrolla acciones, de lo cual surge que la ópera es un verdadero mecanismo de relojería, progresivo e indeclinable.


La escritura de Aída coincidió con el interés de Verdi por las partituras de Wagner y su escucha y estudio de Lohengrin, que fue representaba en el teatro Comunale de Bolonia en julio de 1871, dirigida por Angelo Mariani, con quien se había enemistado.


La música
            El lenguaje musical de Aída está constituido por motivos sencillos, de gran belleza en  frase que discurren muy libremente o que están dadas por la repetición de un elemento; el uso de motivos identificables con personajes, cuyas intervenciones consisten frecuentemente en otros motivos derivados de aquel propio del personaje. No se trata propiamente de un leimotiv porque no tienen una función narrativa sino connotativa. Otro recurso –de los numerosos de Verdi- es el de los timbres instrumentales, como el del oboe, la flauta o el arpa, para dar intimidad a una intervención solista, en una acción que suele estar pautada por cambios de compás y de dinámicas en las entradas de las distintas secciones, en un contexto de enorme encanto sonoro.


A modo de ejemplo, las líneas de canto de Amneris suelen comenzar en el registro medio y bajar abruptamente al final de la frase, en secciones claras de comienzo, desarrollo y fin, que le confieren gran dramatismo. Las de Aída, semejan más a la melodía infinita: discurren en forma abierta, como si fluyeran, cambiando las intensidades en las distintas situaciones. De todo ello derivan puntuales exigencias para las cuales la Orquesta Estable evidenció su trabajo de preparación.          


Carlos Vieu marcó con todo detalle no sólo las entradas de la orquesta, los cantantes, el coro y los elementos fuera del escenario sino los aspectos dinámicos, con mucha claridad en eso y en los frecuentes cambios de compás, así como en los finales de los cuadros con cantantes, coro, orquesta y elementos fuera del escenario, muchas veces tajantes. Finales acentuados y precisos, sin desfasajes, en una interpretación, con los colores y matices propios de la acción y el clima de la obra.En su versatilidad, que lo ha llevado a trabajar el repertorio sinfónico y de concierto para instrumento solista y orquesta, en una vasta experiencia, Carlos Vieu revela ser un excelente director de ópera.


Las voces
            Latonia Moore se destacó ampliamente en el rol protagónico, con un dominio absoluto de todo el registro: potencia, elegancia y flexibilidad en el fraseo, colores capaces de exteriorizar los sentimientos desgarrados del personaje y una impecable técnica.


En su papel de Amneris, Nadia Krasteva evidenció su volumen, el perfecto pasaje de las secciones medias a las graves y la expansión de una voz siempre dramática y capaz de transitar desde la duda, a la ira y al dolor. El dúo de ambas en el primer cuadro del acto segundo fue un momento de gran intensidad y belleza dramática. El de su personaje, como el de Aída, suele expresar aquello que el personaje no dice o que dice para sí: la emoción es distinta a aquella que muestra cuando enuncia un sentimiento o una acción: las líneas se mueven permanentemente en esta duplicidad de sentimientos.


Riccardo Massi, por su parte, fue un prolijo Radamés. Mostró cierta opacidad en la zona media y aguda del registro y un adecuado volumen en la zona aguda en lugares de mucho compromiso, como el final del segundo cuadro del acto segundo. El barítono Mark Ruckert mostró un adecuado fraseo y un déficit de volumen y potencia en su rol de Amonasro. Fueron muy destacadas las intervenciones de Lucas Debevec Mayer como el Rey de Egipto y Roberto Scandinuzzi como Ramfis.


Coro y ballet
            Dividido frecuentemente en elementos dentro y fuera del escenario, elemento que no obstó para nada a su perfecta articulación, el coro mostro una perfecta homogeneidad y afinación en todas sus intervenciones. La actuación del  ballet fue, por su parte, elegante, fluida y perfectamente sincronizada, con un desplazamiento de gran riqueza visual.


La puesta
            Con un cuidado extremo en el detalle y en el diseño del rico vestuario, gran imaginación en la disposición de planos y perspectivas, la puesta fue de un gran refinamiento estético, con una iluminación que destacó tanto los climas como el diseño de las figuras, componiendo un marco perfecto para cada escena, en un perfecto esquema de movimientos en escena.


El Teatro Colón brindó una brillante versión de Aída, digno marco del  centésimo, décimo aniversario de su inauguración.

 

Eduardo Balestena
          

 

 

Elenco Extranjero

 

Conjunto01

 

 

Ext02

 

 

Ext05

 

 

Ext07