En el Colón, en el ciclo del Mozarteum
Gaechinger Cantorey - Internationale Bachakademie Sututtgart
Teatro Colón
Lunes 28 de Mayo de 2018
Escribe: Eduardo Balestena
“Mozarteum Argentino”, Temporada 2018
Presentación de la “Gaechinger Cantorey y la Internationale Bachakademie Stuttgart”
Bach:
- Cantata “Ich habe viel Bekümmernis”, BWV 21
- Magnificat, en re mayor, BWV 243.
Director: Hans-Christoph Rademann
Solistas: Miriam Feuersinger (Soprano), Sophie Harmsen (Contralto), Patrick Grahl (Tenor), Tobías Berndt (Bajo).
        
La cantata Ich hatte viel Bekümmernis, BWV 21 y el Magnificat, en re mayor BWV 243, de Johann Sebastian Bach (1685-1750) fueron las obras interpretadas por la Gaechinger Cantorey, originalmente fundada en 1954 y la Orquesta Barroca de la Internationale Bachakademie de Stuttgart.
        Lejos de agotarse en la liturgia  para la que originalmente fueron concebidas, las obras de Bach, como la que  abrió el programa, escrita, cuando el compositor estaba al servicio del Duque  Wilhem Ernst, en Weimar, para el primer domingo después de la fiesta de la Trinidad, constituyen un  universo propio, de inspiración y recursos. Uno de ellos es el madrigalismo en  la línea instrumental y en las voces –el término coro, aludía entonces al grupo  de voces instrumentales y de canto-: la música suscita un sentimiento en sí  misma y  expresa el de los textos;  sentimiento no subjetivo sino trascendente, a la vez hondo y conmovedor. De  este modo se inicia la obra: con una bellísima y extensa melodía del oboe sobre  un bajo continuo descendente. La función y el lenguaje del continuo lo llevan  desde fundir las sonoridades del órgano, el contrabajo, el fagot y los cellos,  a hacerla nítida en otros pasajes, o subrayar la melodía de otro instrumento. En  una afinación más baja -410 hz- respecto de la orquesta moderna -440 hz-, las  sonoridades son cálidas, íntimas, difuminadas –una nota es un sonido central y  un espectro de armónicos, de contornos no claros pero absolutamente  perceptibles-. La sección inicial es sucedida por la primera intervención  coral, en cuatro partes, los colores de la orquesta no se limitan al mero  acompañamiento. Sigue el aria de soprano, con una nueva intervención del oboe:  como sucede en el resto de la obra, las intervenciones instrumentales enmarcan  la voz humana, la hacen resaltar. Nada es repetitivo, cada recurso está en  función de algo y expresa una gran belleza por sí mismo. Coro y solistas, de  voces medias y sin vibrato, permiten apreciar la particularidad de los timbres,  los intervalos entre las distintas cuerdas y sus líneas flexibles, de honda  musicalidad. Pasajes melismáticos, introspección y una línea depurada  destacaron a los solistas. Intervenciones del coro, (Was betrübst du dich, meine Seele, und bist se unruhig in mir?),  por ejemplo, van desde la profunda tristeza a  la interrogación, expresada por distintos medios: con el acompañamiento del  oboe, en secciones fugadas y en un cambio al modo mayor, que denota serenidad.
        Diferente en su concepción, el Magnificat (1723) que experimentó cambios en la instrumentación en  1728, fue escrito, y estrenado con otros dos trabajos, para la festividad del  25 de diciembre como una obra de magnificación de Dios, cuando el compositor se  desempeñaba como Kantor en la   Iglesia de Santo Tomás, de Leipzig.
        Libertad en las líneas melódicas,  siempre avanzando hacia la sorpresa: cómo resuelve, articula y hacia dónde se  dirige una frase, el despojamiento de todo aquello que no resulte esencial y la  flexibilidad de un conjunto sonoro sin tensiones, singularizan a una obra tan  ferviente como imaginativa. Un ejemplo es el   dúo de flautas en el aria de contralto Esurientes implevit bonis et divites dismisit inanes, por la  espontaneidad y belleza de las líneas que discurren junto al canto y por cómo  se resuelve el pasaje. Otro bellísimo lugar es el pasaje de oboe d´amore en el  aria para soprano Quia respexit  humiliatem ancillae suae, Lo mismo el extenso solo de cello en el aria para  bajo en Quia facit mihi qui potens est en el cual el instrumento se desplaza en una intervención que le demanda  amplios intervalos y acentos muy definidos, así como un sentido de continuidad. 
          Las  grandes demandas de la actividad litúrgica eran abordadas por la familia Bach,  en una suerte de permanente producción y transformación de motivos que  significa la máxima expresividad de elementos en sí simples, pero en permanente  cambio.
        En una excelente versión  historicista, hubo un especial cuidado en la afinación de las secciones –por  ejemplo el continuo- cellos, contrabajo, órgano, cuerda. El timbal, cuyo  intérprete evaluaba la afinación aun durante la ejecución. Las trompetas  barrocas –naturales, con orificios y sin llaves-, con un sonido más rústico y  penetrante (visceral, como dice John Eliot Gardiner) y una cuerda difuminada,  en una concertación muy cuidadosa, también de los aspectos dinámicos,  perceptibles en las distintas intensidades a veces en una misma nota, nos dan  la idea de cómo sonó esa obra al momento de ser escrita y conforman un todo de  matices cálidos, netos pero siempre en un arco de recogimiento e intimidad, con  un excelente color, gradación y afinación de las voces.
          El maestro Hans-Chiristoph Rademan logró con  un conjunto muy experimentado excelentes versiones que rescatan la riqueza de  Johann Sebastian Bach
        
Eduardo Balestena

