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BUEN RETORNO AL PODIO DE YENY DELGADO

 

Parroquia San Juan Bautista de la Merced.

Salta

Viernes 3 de agosto de 2018


Escribe: José Mario Carrer


 

 

 Divertimento para orquesta de cuerdas Sz.113 (*) de Bela Bartok (1881-1945).

Sinfonía nº 30 en re mayor K. 202 (*) de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791).

 

Orquesta Sinfónica de Salta.

Directora Asistente maestra Yeny Delgado.

Ciclo “Otros Escenarios”.

 

(*) Estrenos en Salta.


Desafiando el frío de la calle y el propio de un templo, numeroso público se reunió para escuchar estos dos estrenos ofrecidos por la orquesta salteña y su directora asistente. Primero fue el Divertimento para cuerdas de 1939 una de las últimas obras escritas por Bartok en Europa, concretamente en Suiza donde había sentado raíces en busca de la paz y tranquilidad que el enrarecido ánimo reinante en Europa por el nazismo, los envolviera con el manto negro de la desgracia que él preveía. Bartok era un hombre que amaba la libertad y dentro de ella un socialismo que protegiera al campesinado que tanto quería. Hombre pacífico, de enorme cultura, sobresalía en su entorno por la mirada que esa cultura le proveía. Su vida hasta ese momento no había sido fácil pero estaba cargada de hechos que lo marcaron para siempre. La muerte de su madre, su temprano casamiento con una niña de dieciséis años, sus continuos sobresaltos económicos, su profundo conocimiento de las necesidades de los campesinos, sus trabajos de investigación musical con Zoltan Kodaly, influían en sus fantástico pianismo y su singular estilo compositivo que lo llevaban a destacarse en su época. A fines del 39, fue a una gira de conciertos armada por el ya afamado conductor Sergio Kussevitzky en los EEUU. Allí conoció al notable violinista Yehudi Menuhin. Volvió a su país, solo para levantar sus cosas e instalarse en el país del norte. Entre ambos lo ayudaron a vivir los seis años norteamericanos y como rechazaba todo lo que pudiera parecer una limosna, Menuhin lo llevó a vivir a su casa donde vivió un tiempo prolongado hasta su muerte en 1945. Este divertimento es típicamente húngaro. Un “allegro” de ánimo apacible, seguido de su visión trágica de lo que se venía en su tierra ante la invasión alemana, un “allegro” final que la partitura pide “muy” pero que en rigor no tiene ese carácter, sino que más parece una danza típica de su tierra.


Siempre tuve la sensación que a partir de la muy interpretada sinfonía nº 29, Mozart cambió su modo de escribir sinfonías. La nº 30 de poco uso interpretativo ya es una muestra de lo que seguiría después. El autor solo tenía dieciocho años y por supuesto conocía la música de Haydn. Es probable que esas circunstancias influyeran en  una vida relativamente divertida y despreocupada en su Salzburgo natal y por consiguiente generara expresiones de esta naturaleza. Haydn se preocupaba por el contrapunto en el hallazgo de sus temas mientras que Mozart priorizaba la tonalidad como elemento descriptivo de su música. Si fuera consciente o no de ello, se desconoce pero, al menos para mí, juega siempre el detalle. Solo tres ejemplos. El La Mayor es una tonalidad triunfante, el Do Menor es una tonalidad oscura y dramática, el Re Mayor es la tonalidad de la gloria y este es el espíritu de la hermosa sinfonía de esta noche.


Buen trabajo preparatorio, la decisión de traernos música que por algún motivo no había llegado al escenario local, la atención permanente del tempo de ambas obras, el profundo estudio de las mismas y la integración de época del grupo orquestal,  son los méritos principales de la presentación de la maestra Delgado en esta noche. Como dije, buen retorno.