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El gran barítono galés, recital y show musical

 

BRYN TERFEL EN EL COLÓN

Teatro Colón

Miércoles de Septiembre de 2018

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

 

 

Obras de Idris Lewis, Owen Williams, Meirion Williams, Frederick Keel, Chris Hazell, Weill, Boito, Schumann, Schubert y John Charles Thomas.

Natalia Katyukova, piano y Bryn Terfel, barítono. 

 

El recital que Bryn Terfel ofreció el miércoles en el Colón requiere una doble mirada. Porque por un lado el célebre barítono de Gales, con sus más y sus menos, expuso alta musicalidad, línea de calidad, un órgano importante. Pero desde otro costado, sus pasos y gestos, sus permanentes diálogos con el público, sus divertidas explicaciones acerca del repertorio abordado generaron una espontánea corriente de simpatía, y ello no fue, precisamente, una de las claves menores de la jornada.

 

Canciones británicas

Nacido en Pwllheli en 1965, Terfel ha venido desplegando a lo largo de más de un cuarto de siglo una carrera estelar, que lo llevó al Metropolitan y la Scala, el Covent Garden, Salzburgo, la Ópera de París, entre tantos otros escenarios de primera magnitud internacional. En su primera presentación en nuestro medio, ya en una etapa un tanto crepuscular de su trayectoria, bien puede decirse que exhibió trascendente material vocal, registro terso y bien timbrado, color siempre homogéneo, ello aparte de sus espontáneas condiciones de extrovertido “showman”.

 

La primera porción de la velada, segmento sin duda un poco extenso, estuvo dedicada a la canción británica y el folklore galés. Siempre medido y cómodo en la zona central, nuestro visitante puso en evidencia ya desde el comienzo dicción y articulación sobresalientes, virtudes que se mantendrían a lo largo de toda la noche.

 

Con voz bien colocada, enfática pero controlada expresividad y matices delicados, tal vez lo más destacado de esta serie fueron la conocida “Trade Winds”, de las “Salt Water Ballads”, de James Frederick Keel, y la tradicional “Loch Lommond”, ello aparte de un fraseo global, pianíssimos y “diminuendi” de incuestionable categoría.

 

Schubert

No fue feliz sin embargo la elección de la única aria de ópera incluida en el programa (“Son lo spirito che nega”, de “Mefistofele”, de Boito), cuyas exigencias de tesitura y de “fiato” superaron las actuales posibilidades del otrora Wotan de Bayreuth.

 

Unas canciones “pasatistas”, con recitado de comedia musical de Broadway, pertenecientes a John Charles Thomas, se deslizaron sin mayor trascendencia ya en la segunda parte, sección en la que ciertas páginas de Schumann mal seleccionadas, impusieron a Terfel un esfuerzo amplio de alturas y entonaciones para el que ya no parece estar en condiciones.

 

El punto más alto de la función fueron sin duda los “lieder” de Schubert, vertidos con ricas inflexiones y exquisito, alado legato. Terfel coloreó aquí todas y cada una de sus notas, y con estética de la mejor escuela y alta musicalidad, se destacó especialmente en la Plegaria para los Fieles Difuntos (“Litanei auf das Fest aller Seelen”), verdadero modelo de belleza manejado con intensa comunicatividad.

 

La pianista rusa Natalia Katyukova, asistente en el Met, acreditó por su lado impecable técnica, toque justo y transparente, sensible pulcritud.

 

Calificación: muy bueno

 

Carlos Ernesto Ure