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Con destacado marco escénico, pero sin mayor emoción

 

UNA CORRECTA “BOHÈME” EN EL COLÓN

 

Teatro Colón

Miércoles 17 de Octubre de 2018

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

Fotos:Teatro Colón - Arnaldo Colombaroli, Máximo Parpagnoli

 

 

“La Bohème”, ópera en cuatro actos, con texto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa, y música de Giacomo Puccini. Con Mariana Ortiz, Atalla Ayan Jaquelina Livieri, Fabián Veloz, Fernando Grassi, Carlos Esquivel y Luis Gaeta. Escenografía e iluminación de Enrique Bordolini, vestuario de Imme Möller y “régie” de Stefano Trespidi. Coro de Niños (César Bustamante), Coro (Miguel Martínez) y Orquesta Estables del Teatro Colón (Joseph Colaneri). (ATENCIÓN: PUEDE SER: el viernes 12, el domingo 14 o el miércoles 17 en el teatro Colón)

 

Si hay una ópera escrita con el corazón, ésa es precisamente “La Bohème”, evocación plena de sentimiento de estrecheces y aspiraciones, amores juveniles, vidas poco ordenadas, fuertes vocaciones artísticas. Es importante encuadrar sobre esta base sustancial la obra maestra que catapultó definitivamente a Puccini a la fama universal, porque ello permite apreciar cual fue el rasgo distintivo de la nueva edición que acaba de ofrecer el Colón, en sexta función de abono de la temporada lírica oficial. Correcta en casi todos sus aspectos, con sus más y sus menos, la representación sin embargo no pasó de allí, porque como resultado de diversos elementos concurrentes, pareció limitarse interpretativamente a un recorrido pulcro, si se quiere “lavado”, con postergación casi absoluta del componente emocional, meollo vital de este intenso título verista.

 

El elenco vocal

Figura en franco ascenso en el plano internacional, debutó en la oportunidad en nuestro medio Atalla Ayan (Rodolfo), dueño de una voz no demasiado corpulenta pero sin duda bella, tersa y homogénea en toda la extensión de la tesitura. Sin embargo, paralelamente con ello, y sin perjuicio de la apertura de muchos giros descendentes, el tenor brasileño mostró una suerte de carencia de fraseo debido la linealidad de su canto, despojado por completo de énfasis, de “slancio” y de matices, problema que podrá ir superando, aplicadamente, con el correr del tiempo.

 

A su lado nuestro compatriota Fabián Veloz (Marcello) lució en cambio registro potente, bien armado, de cálida elocuencia, al tiempo que Fernando Grassi (Schaunard) y Carlos Esquivel (Colline) cumplieron trabajos discretos.

 

Desde el costado femenino, Jaquelina Livieri (Musetta), con alguna leve incomodidad inicial en el sector superior, exhibió atrayente metal, consistente, de caudal y color siempre en progreso, mientras que su colega la soprano venezolana Mariana Ortiz (Mimì) acreditó estimables armónicos y por momentos interesante timbre y legato (“Sono andati?”), pero su labor resultó afectada por las irregularidades de su emisión y de su técnica, la decoloración de los agudos y su falta de comunicatividad expresiva.

 

Logrado marco escénico

La versión no se vio precisamente beneficiada por la actuación del concertador Joseph Colaneri, maestro estadounidense de pálidos acentos y frías sutilezas, además de tiempos lentísimos, carentes de esa viva incisividad que hace a la esencia de la dinámica pucciniana: sus desencuentros con todos quienes estuvieron en el palco escénico se mantuvieron durante toda la jornada.

 

Meritoriamente preparado por César Bustamante, el Coro de Niños desplegó por su lado impecable labor en su difícil cometido del “Café Momus”, al tiempo que el Coro Estable, conducido por Miguel Martínez, confuso en el interno del tercer acto, expuso general vibración y precisión en el resto de su faena.

 

La “régie” de Stefano Trespidi se manejó dentro de los cánones tradicionales (aunque fue excesivamente abigarrado el planteo del segundo acto), con el agregado de detalles (todos) insanablemente “kitsch”, y se vio realzada por la agradable escenografía creada por Enrique Bordolini, favorecida a su vez por el atildado vestuario diseñado por Imme Möller.

 

En efecto; sin desviaciones propias del “Regietheater”, el cuadro visual se ajustó con fidelidad en tiempos, espacios y situaciones a lo prescripto por los autores, y ello fue desenvuelto con arte de calificada y fina imaginación, adecuados volúmenes y armoniosa iluminación.

 

Calificación: bueno

 

Carlos Ernesto Ure

 

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