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Todos los Strauss en el jubiloso Concierto de Año Nuevo

 

CHRISTIAN THIELEMANN Y LA FILARMÓNICA DE VIENA

Vienna

1ero de Enero de 2019

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

 

 

Sin perjuicio de la intensa dedicación al arte de Santa Cecilia de tantas otras naciones, Austria es por excelencia “el país de la música”. Autores célebres nacieron o compusieron allí o descansan en el Cementerio Central de Viena, la creatividad de sus artistas se manifestó en todos los géneros (desde Mozart a Schönberg, pasando por “El Murciélago” y “El Danubio Azul”), y a lo largo de las décadas fueron varias las instituciones musicales de primerísimo nivel que se fundaron en el otrora poderoso imperio de los Habsburgo. Una de ellas es la Filarmónica de Viena (1842), desde siempre una de las orquestas más importantes del mundo. Otra el selecto “Musikverein” (1870), manejado por la Sociedad de Amigos de la Música de la misma ciudad (“Gesellschaft der Musikfreunde in Wien”), sin duda un recinto consagratorio, casi el “non plus ultra” para cualquier conjunto o instrumentista.

 

Velada tradicional

Siguiendo un derrotero ya consuetudinario, desde 1941 ambas entidades reciben el año nuevo el primer día de su inicio con un gran concierto de carácter festivo, optimista, que actualmente se difunde por radio y televisión en todo el orbe (hasta Japón) a una audiencia estimada en más de cincuenta millones de personas, y es dirigido por grandes maestros especialmente invitados (en los últimos tiempos Abbado y Carlos Kleiber, Muti y Barenboim, Ozawa, Mehta).

 

Engalanada con más de treinta mil flores, la bellísima Sala Dorada del “Musikverein”, con sus distintivas cariátides, fue sede otra vez de esta sesión de excelencia, orgullo cultural, casi podríamos decir un “hit” de Austria a nivel planetario. Como es habitual, y ello responde al espíritu de la jornada, el concierto se dedicó principalmente a Johann Strauss hijo e incluyó obras de dos de sus contemporáneos en el mismo género, la marcha “Schönfeld”, de Carl-Michel Ziehrer (1843-1922) y “Elfenreigen” y “Entr’acte”, de Josef Hellmesberger hijo (“Pepi”, 1855-1907). Pero como rasgo de interés, se extendió a otros miembros de la familia Strauss, hermanos del “rey del vals”: Josef (los delicados valses “Transaktionen” y “Sphären-Klange” y la “polka francesa” “Die Tänzerin”) y Eduard, el menor (la “polka rápida” “Mit Extrapost” y “Opern-Soirée”).

 

La otra gran novedad de este concierto fue la presencia en el podio de Christian Thielemann, uno de los maestros alemanes más ilustres de la actualidad, que nunca estuvo en Buenos Aires y respecto de cuyo debut vienés en estas lides ligeras había realmente grandes expectativas.

 

Magnífico director

Nacido en Berlín en 1959, discípulo de Karajan, Thielemann hizo su carrera a partir de diversos teatros de menor jerarquía (según la recomendación de su maestro) y fue escalando posiciones hasta llegar a ser titular de la Filarmónica de Munich y de la “Deutsche Oper” de la capital alemana (donde compitió con Barenboim, que estaba al frente de la “Staatsoper”). “Máximo exponente actual de la tradición germana en la dirección de orquesta”, como se lo ha definido, hoy en día se desempeña como conductor musical y artístico de la Staatskapelle, de Dresden, y de los Festivales de Bayreuth y de Pascua de Salzburgo.

 

Especializado en las magnas creaciones de Wagner, de Bruckner, Brahms, Richard Strauss, Beethoven, su labor en Viena hace unos días, aún fuera de su repertorio acostumbrado, lo mostró como músico de particular refinamiento y cultura, sensible en el detalle del fraseo, claro en el despliegue de todas las líneas, perfecto en la interacción de todas las familias orquestales. Anti-efectista y con tiempos siempre medidos, de cierta preciosista languidez sin pérdida de sostén rítmico y fluidez, todo el enfoque conceptual de Thielemann fue sin duda de calidad incuestionablemente superior.

 

En cuanto a las páginas de Johann Strauss hijo que eligió, cabe destacar algunas completamente desacostumbradas para nosotros, como “La Bayadera”, de la opereta “Índigo y los Cuarenta Ladrones” y el vals de Eva y las vivaces csardas de la ópera “El Caballero Pázmán”, ello además de la obertura de “El Barón Gitano”, el melodioso vals “Vida de Artista”, traducido con exquisitas inflexiones, la rítmica “Marcha Egipcia”, opus 335 y la polka-mazurca “Lob der Frauen” (“Homenaje a las Mujeres”).

 

Amenizada con documentales musicales y pasos de danza (uno con bailarines en diferentes ángulos de la propia sala y otro filmado en el “castillo de cuento de hadas” de Grafenegg), la celebración, fuera de programa, concluyó como es habitual con la marcha “Radetzky”, de Johann Strauss padre, genuino himno nacional austríaco acompañado por el acompasado batir de palmas de toda la jubilosa concurrencia.

 

Carlos Ernesto Ure