Tibio comienzo de la Temporada Lírica en el Colón
      Despareja  versión de “Rigoletto”
    
      Teatro  Colón 
      Viernes  15 de marzo de 2019 
      Escribe:  Graciela Morgenstern 
PRENSA TEATRO COLÓN / MAXIMO PARPAGNOLI.
"Rigoletto", de Giuseppe Verdi.
Libreto: Francesco Maria Piave
Elenco: Pavel Valushin, Fabián Veloz, Ekaterina Siurina, George Andguladze, Guadalupe Barrientos, Ricardo Seguel, Christian Peregrino, Gabriel Centeno, Sergio Wamba, Alejandra Malvino, Mariana Rewerski, Sebastián Sorarrain y Ana Sampedro.
Coro Estable del Teatro Colón. Director: Miguel Fabián Martínez
Orquesta Estable del Teatro Colón
Régie: Jorge Takla
Escenografía: Nicolás Boni
Vestuario: Jesús Ruiz
lluminación: José Luis Fiorruccio
Dirección musical: Maurizio Benini
Rigoletto cree que es el destino bajo la forma de la maldición de Monterone, lo que causa su destrucción. Pero en realidad no es así. Es el medio en el que él se mueve, plagado de gente cruel y caprichosa, entre los que él mismo está incluído. La corrupción, la discriminación por diferencias físicas, el crimen aplicado sobre los más desposeídos y la impunidad de los poderosos. Esta historia no podría tener más vigencia.
    Esta versión que  presentó el Teatro Colón tuvo aciertos y desaciertos y se sostuvo sobre la base  de cuatro pilares.    El rol protagónico  fue encomendado al barítono argentino Fabián Veloz quien una vez más, dio  muestra de sus sólida técnica y vocalismo. En especial, realizó una buena  interpretación de "Pari siamo"  y fue muy aplaudido después de "Cortiggiani, vil razza", aria que  cantó con vehemencia. De todas maneras, tiene todo el potencial para intensificar  su actuación escénica. No obstante eso, fue uno de los pilares que sostuvieron  esta función.
    Otro  fue Ekaterina Siurina (Gilda),  soprano de gran delicadeza, con una musicalidad sin fallas y técnica depurada.  Su emisión nunca está forzada y su color vocal es muy atractivo. Comenzó la  función de manera tibia en lo dramático pero fue incrementando su compromiso  con el personaje a partir del segundo acto, llegando a una interpretación muy  bien lograda, tanto vocalmente como en la faz actoral.
    El tenor bielorruso Pavel Valushin como el Duque de Mantua, posee una voz de timbre  agradable y suficiente caudal sonoro pero grandes deficiencias técnicas. Su  fraseo está lejos del que la obra requiere, la afinación fue errática,  especialmente en los finales, y los agudos tirantes. Si bien dio el  adecuado tono de jocosidad a que dan lugar sus  arias "Questa o quella" y  "La donna e mobile",  su  interpretación careció de hondura expresiva en general y "Parmi veder" estuvo despojada de todos sus matices y  emotividad. Aplausos y abucheos se mezclaron en el saludo final.
    Esta misma situación  aconteció con el bajo George  Andguladze como Sparafucile cuyos graves resultaron inaudibles, así como  también su participación en las escenas de conjunto. 
    Otro de los pilares fue  Guadalupe Barrientos, actual finalista del concurso de canto de Cardiff, uno de los  más prestigiosos a nivel internacional, quien hizo buen uso de la suntuosidad  de su registro grave y  todas sus otras bondades  vocales y teatrales para crear una Maddalena atractiva y provocativa, un modelo  de peligrosa seducción.
    En tanto, el  Monterone de Ricardo Seguel fue cantado con autoridad vocal y presencia  escénica. Los roles de flanco fueron debidamente interpretados, destacándose Alejandra  Malvino como Giovanna. El coro masculino se desenvolvió con soltura vocal y  artística.
    Maurizio  Benini extrajo de la  Orquesta Estable un sonido homogéneo y destacó las innumerables genialidades de  la partitura, revelando pulso dramático. Mantuvo el ritmo de excitación, las  texturas transparentes, y en todo momento, acompañó a los cantantes con  energía. Del lado negativo, se podría decir que hizo uso de algunas sonoridades  excesivas en los finales de acto, restando protagonismo a las voces. Sin  embargo, introdujo toda la calidez de su instinto teatral y su experiencia,  revelando el espíritu preciso y el colorido de la obra. Sin duda fue el cuarto  pilar en el que se apoyó la versión.
    La régie de Jorge  Takla se enmarcó dentro de lo tradicional, respetuoso, en términos generales,  del compositor, si bien por momentos pudo haber sacado mayor provecho de  algunas escenas de gran poder dramático y haber realizado una marcación más  clara. Adecuada belleza hubo en el vestuario de Jesús Ruiz, mientras que la escenografía  de Nicolás Boni exhibió una mezcla de estilos y contó con  esculturas tan grandes como injustificadas.  La iluminación de José Luis Fiorrucio fue en general, correcta.
    El efecto general y  las opiniones del público que colmaba la sala fue dispar. 
      CALIFICACIÓN: Regular

