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Sobre los escándalos sexuales de la duquesa de Argyll

 

UNA ATRAYENTE ÓPERA CONTEMPORÁNEA

Teatro Veinticinco de Mayo (Av. Triunvirato 4444).

Sábado 23 de Marzo de 2019

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

 

 

"Powder her face”, ópera en dos actos, con texto de Philip Hensher, y música de Thomas Adès.

Con Daniela Tabernig, Oriana Favaro, Santiago Bürgi y Hernán Iturralde.

Iluminación de Horacio Efron,

Escenografía de Noelia González Svoboda

Vestuario de Luciana Gutman

“régie" de Marcelo Lombardero.

Orquesta (Marcelo Ayub). 

 

 

Historia de desenfrenos sexuales, de pasiones escatológicas con secuencias explícitas, interdicta para menores de dieciséis años, “Powder her face” (literalmente “Empolvarse la cara”) se volvió a dar el sábado en el teatro Veinticinco de Mayo. Digamos desde ya que ofrecida como estreno latinoamericano en el mes de Diciembre en la misma sala de Villa Urquiza, y más allá de todas las escabrosidades de su trama, la ópera de Thomas Adès, presentada inicialmente en 1995 en el Cheltenham Music Festival (Almeida Theatre) es sin duda una creación de gran factura, cuya sola exposición inscribió a su autor en un alto lugar en el panorama de la música contemporánea.

 

Lenguaje singular

Prohibida en más de un tinglado británico, escrita en dos actos de alrededor de dos horas y veinte de duración, el libreto del novelista inglés Philip Hensher, estructurado sobre “flash backs” está centrado en los escándalos protagonizados por una noble dama británica (Margaret Campbell, duquesa de Argyll), ventilados en su juicio de divorcio en la década de 1960. Con este argumento, el compositor londinense (1971) elaboró un melodrama camarístico caracterizado por su notable tratamiento musical. Las líneas vocales oscilan por cierto entre el “parlato”, el “quasi parlato” y tesituras arduas, entrecortadas, no sin algunos desarrollos más tradicionales (el último acto). Pero el lenguaje orquestal, moderno, politonal resulta sorprendente en cuanto a su enorme capacidad de sugestión de atmósferas, instancias dramáticas, de climas que conllevan la acción.

 

A contar de un orgánico singular (cinco cuerdas, trompeta, corno y trombón, saxofones, clarinetes en si bemol, bajo y contrabajo, percusión, arpa, piano, acordeón y “sampler”), Adès se maneja en esta pieza de fuerte impacto con una técnica orquestal que incluye acordes complejos, envolventes, melodía de timbres, colores armónicos que fluctúan entre la disonancia expresiva (para nada agresiva) y la consonancia y una cobertura del espectro sonoro de llamativa excelencia.

 

El autor de “La Tempestad” (Londres, 2004) y “El Ángel Exterminador” (Salzburgo, 2016), maneja además con talento efectos y situaciones musicales magníficamente descriptivas, por momentos de tensión exasperante, que incluyen pasos jazzísticos y de Weill y citas de Gardel-Razzano (“Cuesta abajo”) en el inicio y de Astor Piazzolla en el final..

 

Relevante interpretación

En lo que hace al marco visual, debe apuntarse que a favor de una escenografía de diseño plástico y funcional perteneciente a Noelia González Svoboda, una iluminación adecuada y austera, programada por Horacio Efron y un vestuario exacto y multifacético creado por Luciana Gutman, Marcelo Lombardero plasmó una producción de lúcido relieve. Aceitada por todos sus costados, dinámica, de entradas y movimientos muy bien manejados, la “régie” se distinguió además debido a sus ritmos, tensiones, fluidez de secuencias.

 

Marcelo Ayub condujo a su vez a la Orquesta de la Ópera de Cámara del Teatro Colón con loable prolijidad, equilibrio de planos y justeza expresiva, y en el plano vocal tanto Santiago Bürgi como Oriana Favaro y Hernán Iturralde, obligados a asumir una sucesión de papeles diversos y a un travestismo continuo, se desempeñaron con voces plenas, carácter y amplia solvencia. La figura más destacada de la noche fue de todas maneras la soprano Daniela Tabernig (Duquesa), quien realizó una verdadera, extenuante creación de su patético personaje. Plena de matices, de inflexiones psicológicas, de cuidada teatralidad, su labor resultó asimismo potente y tersa en su expansión sonora salpicada de saltos interválicos en el marco de una partitura casi siempre problemática.

 

Calificación: muy bueno

Carlos Ernesto Ure