Menu principal

 

Impresionante concierto de música del siglo XX a cargo de la Orquesta Sinfónica Nacional

 

EN LA CRESTA DE LA VANGUARDIA

 

Sala Sinfónica del CCK

Viernes 10 de mayo de 2019

 

Escribe: Martha Cora Eliseht

 

El pasado viernes 10 del corriente tuvo lugar el Ciclo de Abono de la Orquesta Sinfónica Nacional en el Centro Cultural Kirchner (CCK), bajo la dirección de Bernhard Wulff, donde participaron los siguientes solistas: Amalia Pérez (flauta), Marcelo Balat (piano) y Irene Amerio (celesta), en un programa que incluyó música de compositores del siglo XX y que estuvo integrado por las siguientes obras: Pájaros exóticos (Oiseaux Éxotiques) de Olivier Messaien; el Concierto para flauta y orquesta de Carl Nielsen y la Música para cuerdas, percusión y celesta de Béla Bartók.


Debe destacarse que se trata de obras que prácticamente no se incluyen dentro de los tradicionales programas de conciertos: por lo tanto, la Sinfónica Nacional ofreció un concierto de vanguardia bajo la impecable dirección del alemán Bernhard Wulff, quien -previamente al inicio del mismo- explicó someramente con ilustraciones musicales la mencionada obra de Messaien. Compuesta entre los años 1955 a 1956, se estrenó en París durante ese último año y está basada en en ritmos folklóricos griegos y de la India, que representan a 48 especies diferentes de aves de países europeos, americanos y asiáticos. Sólo dura 16 minutos y lleva una orquesta reducida, compuesta por los siguientes instrumentos: piano, 1 flauta, 1 piccolo, 2 clarinetes, 1 oboe, 1 clarinete bajo, 1 fagot, 2 cornos, 1 trompeta más los siguientes instrumentos de percusión: xilofón, glockenspiel, timbales, 1 gong y 3 cajas. Cada uno de los instrumentos representa un ave: por ejemplo, el piano representa al cardenal rojo de cabeza negra y al zorzal; el oboe y los clarinetes, a la calandria de California; el xilofón, al zorzal de Baltimore; el piccolo, al vendré de Malasia, mientras que el oboe -conjuntamente con la percusión-, a la alondra. Según palabras textuales de Olivier Messaien:“Los pájaros son los mejores compositores”. Y así lo demostraron los músicos, con excelentes intervenciones en una explosión de sonidos, destacándose la excelente labor de Marcelo Balat al piano como solista. La dirección de Wulff fue soberbia y recibió numerosos aplausos.


A pesar de su gran producción sinfónica y de música de cámara, Carl Nielsen sólo compuso tres conciertos sinfónicos para los siguientes instrumentos: violín, flauta y clarinete. Su Concierto para flauta y orquesta fue compuesto en 1926 para el flautista Holger Gilbert- Jespersen, quien fuera integrante del Quinteto de Vientos de Copenhague y quien también lo estrenó durante el transcurso de ese mismo año. Consta de dos movimientos: Allegro moderato y Adagio ma non troppo/ Allegretto, donde aplica su característica tonalidad expansiva (arranca en Re menor, pasando por la tonalidad de Mi bemol menor para terminar con la flauta solista en Fa mayor, a fin del 1° movimiento) y también posee tanto reminiscencias de su ópera “Maskarade” como de la 3° Sinfonía (“Espansiva”). En cambio, el 2° movimiento comienza con un Poco allegretto a cargo de la flauta solista, en diálogo con oboes, clarinetes, fagot y trombón bajo, para luego desembocar en un rubato y ostinato que caracterizan el Adagio ma non troppo, con un magnífico cantabile a cargo de la flauta solista. Amalia Pérez demostró ser una instrumentista excepcional, con amplio dominio instrumental e interpretativo, donde realizó muy buenos matices y estupendos diálogos no sólo con la orquesta, sino también con los solistas de los diferentes instrumentos -Gustavo Massun en viola y Rubén Albornoz en oboe-. Naturalmente, el público estalló en aplausos hasta tal punto, que se vio obligada a ejecutar un bis: una Partita de Bach, tras la cual, se retiró ovacionada.


Béla Bartók compuso su Música para cuerdas, percusión y celesta en 1936 y al igual que Carl Nielsen, emplea la tonalidad expansiva durante los 4 movimientos que integran su obra. La misma comienza con un Andante tranquilo en La menor; prosigue con un Allegro -donde se destaca el pizzicato que interpretan las cuerdas y que va in crescendo, a medida que entra el piano en diálogo con las mismas-, continúa con un Adagio -donde intervienen la celesta y el piano- para terminar con un Allegro molto en Mi mayor, donde el compositor utiliza temas folklóricos húngaros y elementos jazzísticos (síncopa). Esta versión contó con una particularidad: el director dispuso que el piano y la celesta fueran al centro del escenario, dividiendo a las cuerdas en dos hemiorquestas colocadas en espejo (de un lado, los primeros violines encabezados por Xavier Inchausti, y del otro, por Norberto García como solista guía, de forma simétrica). Lo mismo sucedió con el resto de los instrumentos de cuerda, mientras que la percusión se ubicó al fondo. Esto permite brindar una mayor amplitud sonora y el lucimiento del piano y la celesta. La labor de Bernhard Wulff fue notable, al igual que la de Marcelo Balat e Irene Amerio como solistas de los instrumentos ya mencionados, respectivamente. Se escuchó una armonía perfecta en los glissandi ejecutados en el 3° movimiento en el trió compuesto por piano, celesta y arpa y la labor de la percusión estuvo excelente en líneas generales, con una destacada actuación de Gilberto Ayala en los timbales.


Valió la pena haber podido apreciar a una orquesta de gran jerarquía en un repertorio contemporáneo, lo que demuestra que -a pesar de las circunstancias adversas que le toca enfrentar a menudo- la Sinfónica Nacional sigue siendo una de las mejores orquestas de nuestro país y puede abordar perfectamente este tipo de obras. Sería bueno poder escuchar este tipo de repertorio más a menudo dentro de los Ciclos de Abono de las diferentes orquestas del país, o cuando se presentan orquestas extranjeras. Hay mucho más para escuchar y descubrir que el repertorio tradicional.