UN CONCIERTO PARA RECORDAR
Teatro Provincial de Salta
Viernes 10 de mayo de 2019.
      Escribe: José Mario Carrer
      Solista Eugenio Tiburcio (clarinete). 
Orquesta Sinfónica de Salta.
Directora Maestra Yeni Delgado.
- Louis Spohr (1784-1859): Concierto para clarinete nº 1 op. 26.
- Sergei Rachmaninnov (1873-1943): Sinfonia nº 3 en la menor op. 44.
(ambas obras estrenos para Salta). Aforo 70%
      Mi tarea de crítico musical en  general se realiza partiendo de la base de los conocimientos adquiridos cuando  niño junto a mi padre. Se asienta permanentemente en mi profundo deseo de  contarle a la gente, amigos, parientes, gente que ni siquiera conozco la  belleza del arte sonoro como un elemento más del desarrollo del espíritu  humano, porque la música es eso, el vínculo entre lo físico y lo espiritual, lo  tangible con los movimientos del alma o sean las emociones. Por lo general  siempre encuentro el modo de explicar con palabras lo que no se puede explicar  con palabras y aunque parezca mentira, el resultado es encontrar personas que  captan el mensaje pero también –felizmente las menos- a las que mis textos no  agregaron nada en función de sus propias percepciones. Estas breves líneas me  sirven para decir que voy a intentar transmitir los significados de un  concierto que debe recordarse. El orden en que sean dichas las siguientes  frases no responde a la importancia de cada hecho, sino que irá cumpliéndose en  la medida en que llegan a mi intelecto.
      Me parece que esta noche asistí  al mejor concierto de la maestra Yeni Delgado desde su primera batuta en  nuestra ciudad. Convincente, vital, tierna, expresiva, ligada fuertemente a su  labor conductora, atenta, mostrando un cerebro que sabía exactamente qué hacer  en cada momento, recurriendo a la técnica aprendida en sus estudios y en lo que  dejaron en ella maestros de primera línea. No hubo nervios, pero sí fue notoria  la transmisión de la música a sus dirigidos, una plantilla orquestal que es  orgullo en la región y de la que ella supo sacar lo mejor de cada uno para  construir un todo de gran envergadura. 
      Confieso, no conocía el primero  de los cuatro conciertos escritos por Spohr para clarinete y orquesta. No es  una obra de consumo constante sino por el contrario es de muy esporádica  ejecución en los escenarios del mundo. Porqué? Pues porque es extremadamente  difícil. Las escalas, arpegios, la digitación requerida son elementos de alto  compromiso, mas para un instrumento de cuerda que para un aerófono. Tuvo en el  primer clarinete de la orquesta, el maestro Eugenio Tiburcio, un notable  solista que cuenta con sobrados recursos para lucir no solo su ejecución sino  también la composición propiamente dicha. Spohr admiraba a Johann Hermstedt, un  virtuoso clarinete de su época. Para mejor la construcción de este instrumento,  que en sus comienzos era de sonoridad limitada, para la época ya había contado  con modificaciones mecánicas que permitieron al ejecutante realizar verdaderas  acrobacias sonoras. El concierto esta dado en tres movimientos: un “allegro” de  lento inicio, un “adagio” y un “rondó-vivace”. Tiburcio fue pulcro, central,  equilibrado y extremadamente ágil en su exigente parte y Delgado condujo la  plantilla orquestal al servicio del solista. Cerré los ojos y de pronto me  encontré en la época posterior a Mozart y coetánea de Beethoven. No es poco.
      Rachmaninnov. Notable compositor,  virtuoso pianista, excelente director de orquesta. Un músico completo para la  gente y sin embargo, controvertido y polémico para la crítica. Para los  desconocidos parecía frío y distante. Pero para su familia y amigos era  cariñoso, alegre y generoso. Hay momentos de su música sencillamente atrapantes  como el final del primer movimiento de su concierto para piano nº 2; son casi 3  minutos donde está el amor, la fé, los más nobles sentimientos, la magia del  romanticismo humano. En la sinfonía de esta noche, hay algo de eso, pero casi  como legado para los tiempos, hay algo más. Está la sabiduría de una vida  intensa, está la estructura poderosa de un discurso cargado de sentimientos  eslavos de la Europa oriental plena de un romanticismo nacional -recuérdese que  el romanticismo es un movimiento político en busca de la libertad del  individuo- que nace en la Francia revolucionaria. Son tres movimientos a cual  más hermoso. Su lirismo interno está no solo en sus líneas melódicas sino en  las combinaciones tímbricas que el autor usa para expresar sus sentimientos, su  alma profunda, sus nostalgias. Hay un sentimiento de tragedia en el primer  movimiento que a pesar de su oscuridad tiene un potente final. Luego el segundo  movimiento donde está clara la lucha entre su pertenencia a la Rusia de la  época y su exilio luego de la revolución de 1917. Como los diferentes motivos,  al revés de Tchaikovsky, son cortos, le permite al compositor recurrir reiteradamente  a ellos y asi puede saltar desde el significativo “adagio” a un breve “allegro”  casi un “scherzo”. Finalmente toda la expresividad del compositor fue usada en  su tercer movimiento de ritmos y frases cambiantes con un final intenso y  enfático con el espectacular cimiento de la percusión. Es su penúltima obra  sinfónica pues sus años finales los distribuyó entre su pianismo y la batuta  conductora de conciertos a sala llena. Volviendo a esta noche, ya lo dije, excelente  la maestra Delgado; solos de gran factura por Viktor Muradov (violín), Elenko  Tabakov (trompa), Fernando Jiménez (clarinete bajo), Santiago Clemenz (flauta),  Emilio Lépez (oboe) y Marcelo Gutiérrez (clarinete). Todo lo dicho responde al  título: “Un concierto para recordar”. 

