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Merecido homenaje a Roberto Oswald en el Colón

 

Muy buena versión de "Turandot"

 

Teatro Colón

Viernes 28 de junio de 2019

 

Escribe: Graciela Morgenstern

 

 

"Turandot”, de Giacomo Puccini  

Libreto: Giuseppe Adami y Renato Simoni

Elenco: Maria Guleghina, Kristian Benedikt, Verónica Cangemi, James Morris, Raúl Giménez, Alfonso Mugica, Santiago Martínez, Carlos Ullán y otros.

 Coro de Niños del Teatro Colón. Director: César Bustamante

Coro Estable del Teatro Colón. Director: Miguel Martínez 

Orquesta Estable del Teatro Colón

Iluminación: Rubén Conde

Vestuario: Aníbal Lápiz

Escenografía:  Roberto Oswald, repuesta por Cristian Prego

Régie: Roberto Oswald, repuesta por Aníbal Lápiz y Matías Cambiasso

Director musical: Christian Badea

 

El Teatro Colón realizó un merecido homenaje al Maestro Roberto Oswald, presentando la puesta en escena de su creación para "Turandot", en una muy buena versión. Es ésta la obra póstuma de Giacomo Puccini. El compositor la dejó inconclusa, ya que la muerte lo sorprendió cuando la estaba componiendo. Hasta ese momento, Puccini había creado los dos primeros actos y el tercero hasta la muerte de Liú. Luego, basándose en las anotaciones que había dejado, Franco Alfano completó la tarea, por encargo de Arturo Toscanini.

 

La trama argumental de Giuseppe Adami y Renato Simoni nos transporta al Pekín antiguo donde la bellísima princesa Turandot establece tres enigmas que sus pretendientes deben resolver para obtener su mano o pagar el error con su propia vida.

 

Desde el punto de vista musical, la composición pucciniana se caracteriza por su vanguardismo, incursionando en el pentatonismo y las disonancias. La obra cuenta con una nutrida percusión y momentos orquestales de gran opulencia.

 

La tesitura para el papel protagónico es tan difícil y desgastante, que hay sólo unas pocas cantantes en el mundo que abordan esa parte con éxito  La mayor atención se concentraba en la actuación de María Guleghina, una de las más importantes sopranos dramáticas de la lírica internacional en estas últimas décadas. Aunque un poco más filosos por el paso del tiempo, siguen allí los agudos de Guleghina que resuenan hasta en el último rincón de la sala, especialmente notables en "In questa reggia". Utilizó una gama expresiva rica y variada para lograr el perfecto manejo psicológico del personaje. Sorteó las numerosas dificultades que la partitura le impone, con extraordinaria presencia escénica y dramatismo y respondió a los requerimientos de su parte con registro amplio, peso vocal y caudal sonoro, sin dejo alguno de fatiga.


Kristian Benedikt, como Calaf, sonó inseguro al comienzo pero se fue afianzando y creciendo durante el transcurso de la función. Su facilidad para la emisión de notas altas se reflejó en sus dos arias "Non piangere, Liú" y "Nessun dorma" y en la escena de los enigmas. En general, cumplió con el personaje.


Verónica Cangemi como Liú exhibió sus habituales virtudes vocales, aunque pareció no estar del todo cómoda con su parte, en desmedro de algunos pasajes en los que deberá afianzarse.


De amplia e importante trayectoria, James Morris se desempeñó con dignidad escénica y autoridad vocal como Timur, a pesar de un lógico desgaste vocal. Raúl Giménez, ya promediando su carrera, fue un lujo como el Emperador Altoum.


En tanto, Alfonso Mujica, Santiago Martínez y Carlos Ullán dieron vivacidad y humanismo a los papeles de Ping, Pang y Pong, respectivamente. El resto del elenco cumplió una buena labor.

 

El Coro y Coro de Niños desempeñan un papel de gran importancia, al nivel de un solista más, ya que constituyen la voz del pueblo y comentan o describen las diferentes situaciones, por lo que hacen las veces de narrador. El Coro Estable realizó un trabajo encomiable bajo las órdenes de su director Miguel Martínez, con rotundez vocal en momentos de sonoridades plenas y canto delicado cuando la partitura así lo requiere. También fue buena la actuación del Coro de Niños, a cargo de César Bustamente.


La Orquesta Estable bajo la batuta de Christian Badea, realizó una lectura correcta de la partitura, sin demasiados matices y una tendencia a las estridencia sonora.

 

Uno de los puntos más atractivos de la función fue sin duda, la magnífica creación del recordado Maestro Roberto Oswald (1933-2013). Esta puesta, suntuosa e inmejorable, se presentó en numerosos teatros de diferentes países y dio fin a la temporada 2006, en el Luna Park, inmediatamente después del cierre del Colón para su restauración. Sus dos colaboradores más entrañables participaron en esta realización: Aníbal Lápiz, en la codirección de escena, reposición y diseño de vestuario y Christian Prego, como escenógrafo repositor. Una muestra más de la excelencia de la dupla Oswald - Lápiz que funcionó maravillosamente durante décadas. También participó Matías Cambiasso en caracter de director de escena repositor. El vestuario diseñado por Lápiz, rico en colores y texturas, se complementó con las imágenes del Pekín antiguo, recreadas por Prego y transportó a la audiencia a una China mágica. La iluminación de Rubén Conde jugó un papel importante. La sensibilidad pictórica nunca decayó y fue una fiesta para la vista y la imaginación en cada escena, transportando al público a un mundo mágico.

 

 

CALIFICACIÓN: MUY BUENO